Los grandes también mueren. El 1 de junio de 2006 murió Rocío Jurado, que era la más grande. Todavía nos duele el alma en lo más profundo. Jurado tenía tres hijos: Rocío Carrasco, la mayor, de su matrimonio con Pedro Carrasco. Y dos hijos (José Fernando y Gloria Camila) adoptados en Colombia junto a su segundo marido, el diestro Ortega Cano.
La muerte de la más grande dejó a la familia en cuadro, más preocupada por el reparto de la herencia que por el dolor de corazón causado por la ausencia de la cantante. Rocío Carrasco quedó así como heredera universal de su madre, almacenando bajo la faltriquera hasta las reliquias de las vírgenes locales. No quería repartir y no repartió porque se consideraba dueña y señora. La ausencia de la Jurado destapó la caja de los truenos. Desde que se fue, no ha habido día en que sus familiares no visitaran los juzgados. Ha llegado a comentarse, maliciosamente, que tienen un bono para recurrir.
Todo empezó cuando, recién cumplidos los 18 años, Rocío Carrasco contrajo matrimonio con Antonio David Flores, guardia civil, iniciándose poco después una batalla judicial que todavía colea. En la actualidad, la hija de la Jurado tiene diez juicios en danza.
Estos días, Mediaset ha ofrecido, en modo culebrón, la vida y milagros de Rocío Carrasco contra el resto de sus familiares, entre los que se cuentan sus hermanos adoptivos, a quienes un pariente sin parentesco endosó el calificativo de “inmigrantes” para evitar que se les subieran los humos.
Quiso el azar que la muerte de Rocío Jurado fuera también el desencadenante de otras muchas desgracias que se cebaron en la familia. En el Tribunal Supremo está dando vueltas todavía una queja de Carrasco a una sentencia de la Audiencia Provincial absolviendo al guardia civil de un delito de malos tratos.
El matrimonio duró lo que tardan dos niños en venir al mundo. No tardaría Rocío en sufrir desagradables provocaciones de su macho alfa, al que enseguida llevó al juzgado de violencia de género.
Uno de los momentos más dramáticos del historial Carrasco Flores estremece por su alto contenido de violencia, especialmente en su versión de más actualidad: la de padres contra hijos e hijos contra padres. La hija de Rocío Carrasco protagonizó un duro enfrentamiento con su madre que le costó tres años de condena por maltrato continuado. La propia Rocío Carrasco, que lleva veinte años sin cruzar una palabra con su hija, se ha encargado de desmenuzar este incidente para servirlo por televisión debidamente aliñado.
Este es quizá uno de los aspectos de la historia de Carrasco que se hace menos soportable. Actualmente, la hija de Rocío Jurado no mantiene relación alguna con sus hijos. Cuando se le preguntan las razones de su distanciamiento contesta, tajante y sin contemplaciones, “no estoy preparada”.
Rociito, además no se ha privado de repartir lindezas a sus amigos y familiares. Así, a su ex, el guardia civil, le llama “el ser”, no se sabe si en tono cómico o metafísico. Para contrarrestar, a su segundo marido (Fidel Albiac), que ejerce de jefe de recursos judiciales, le llama “el ser con luz”, que suena bien y seguramente le permite cobrar de su esposa.
La familia Mohedano, a la que tanto amó la cantante, no se ha librado de los correspondientes zascas. Les ha llamado manada de alimañas. Si Rocío Jurado la oyera, volvería a morirse de golpe. Tampoco se libra de los exabruptos el segundo marido de su madre, Ortega Cano. De él ha dicho que lo borraría de la biografía de Rocío Jurado. De Gloria, su hermana mayor, dijo que era una amargadita. Y de Rosa Benito, su cuñada, una veleta.
Respecto a Gloria Camila, Carrasco ha querido retirarla de la circulación, pero no lo ha logrado. La belleza y la bondad son imbatibles.