El bloqueo de nuevas partidas estadounidenses para sufragar la resistencia ucraniana estaba generando inquietud en las filas de Volodimir Zelensky. Kiev necesita desesperadamente munición y armas, y había depositado en ellas sus esperanzas de revertir el equilibrio de fuerzas y recuperar así la iniciativa perdida desde el pasado otoño.
Por eso, la aprobación este sábado por la Cámara de Representantes de EEUU de un paquete de ayudas previsto en 60.840 millones de dólares supone un espaldarazo vital para Ucrania.
El presidente de la Cámara Baja ha tenido que doblegar al ala más radical de su partido para acceder finalmente a que se sometiese a votación la propuesta. Una buena parte del Partido Republicano, alineado con las tesis aislacionistas y la sensibilidad prorrusa de Donald Trump, se había resistido a continuar el apoyo militar y económico a Ucrania, si bien en ningún momento se cuestionaron el mantenimiento del correspondiente a Israel. De ahí que uno de los congresistas republicanos plantease a sus correligionarios si querían "ser Chamberlain o Churchill".
Lo realmente relevante es que no sólo se ha aprobado la ayuda a Ucrania, sino también una partida de 26.000 millones de dólares para Israel y otra de 8.120 millones para Taiwán.
De modo que además de evidenciarse la existencia de un amplio consenso bipartidista para seguir contribuyendo al esfuerzo militar ucraniano, EEUU también ha identificado definitivamente a su nuevo "eje del mal". En un contexto marcado por la posibilidad de que Rusia gane la guerra de Ucrania, por el reciente ataque de Irán a Israel, y por la sempiterna amenaza de China sobre Taiwán, Washington ha sabido salir a defender a las tres democracias aliadas amenazadas por regímenes totalitarios.
De esta forma, EEUU ha asumido el papel que le corresponde como líder democrático global, y que aún corre el riesgo de echarse a perder si Trump vuelve a la Casa Blanca en noviembre.
Al menos por ahora, EEUU ha sabido leer correctamente el momento geopolítico actual y ha asumido que, si renuncia a ejercer una influencia vigilante y activa sobre el tablero internacional, el orden mundial amenaza con venirse abajo ante el hostigamiento coordinado de Putin, Xi y Jamenei, entre otros.
La historia ya ha desmentido sobradamente el rendimiento de la postura del apaciguamiento ante autocracias expansivas y violentas. Sólo si se certifica un apoyo rocoso a los tres enclaves democráticos podrá transmitirse un mensaje disuasorio frente las agresiones contra la soberanía de otros países, y evitar que se creen incentivos para los tentados a extender la guerra a otras regiones o a acometer nuevas invasiones.