La historia en el País Vasco es muy poco rentable, y tanto la defensa de la unidad histórica de España como el recuerdo del terrorismo suponen que te vayas a casa con las manos vacías. Así las cosas, o la derecha se inventa algo, o quedará para escribir libros de historia para mayores.
Los resultados de ayer vuelcan cuatro resultados muy preocupantes para una derecha que tardará en encontrar un hueco.
1. El primero es que EH Bildu está más que asumido por la sociedad vasca. A pocos les escandaliza que haya exterroristas en sus filas y que su condena de ETA sea más que tibia. Los jóvenes ya no saben nada de aquello, y los mayores lo consideran agua pasada que no mueve molinos. Los datos en este sentido son abrumadores. El 75% de la sociedad vasca entiende la legitimidad moral de EH Bildu.
2. El segundo es que en la "normalización" de EH Bildu, y su empate con el PNV, se refleja que la mayoría de la sociedad vasca no quiere saber nada de guerras pasadas. Ni la violencia ni la independencia, aunque los independentistas hayan copado más del 70% de los votos y dos tercios de los escaños, no están en la mente de los votantes.
Los vascos viven demasiado bien. El independentismo, hoy, es una opción minoritaria que quizás sea explotada por EH Bildu desde el cómodo lugar que va a ocupar en la oposición, pero nada más.
3. El tercero es que, salvo los propios votantes del PP y Vox, ningún otro votante del País Vasco puede soportar a la derecha. Dicho a lo bruto, la derecha en esa región da mucho asco. Y el asco, además de irracional, es invencible.
Esto le da una ventaja inalcanzable al PSOE nacionalmente, porque en las elecciones generales se puede estimar que el 75% de los vascos no votará ni al PP ni a Vox pase lo que pase. Y pase lo que pase significa que da igual lo que haga Sánchez, que esos votos irán siempre para él.
4. El cuarto es que el multipartidismo es una cosa demasiado capitalina, una sofisticación de los bares del barrio de Las Cortes, pero que fuera de Madrid ni está, ni se le espera. Ahí fuera, en las periferias de la capital, los partidos nacionales tienen poco que hacer, las segundas fuerzas no pintan nada, y los partidos regionales son cada vez más importantes.
Y hasta aquí lo que yo puedo deducir de los datos de ayer.
A partir de mañana veremos que gobernará el PNV con el socialismo, y la derecha tendrá que asimilar una serie de cuestiones difíciles de digerir.
Defender una causa contra la plurinacionalidad será cada vez más difícil y, por tanto, será también más fácil que esté en el Gobierno nacional un partido que mire con mejores ojos la plurinacionalidad y la confederación del Estado.
La derecha es cada vez peor vista por cualquiera que no sea del PP o de Vox. Y, por tanto, la posibilidad de hacer socios de cualquiera de estos dos partidos es cada vez más difícil desde su creciente soledad.
Dentro de esa derecha cada vez más condenada a no poder asociarse con ninguna otra fuerza, el papel de Vox es cada vez más irrelevante regionalmente y, de facto, sólo fortalece al lado contrario. Las derechas no van a sumar nunca.
En el bloque de izquierdas está todo más claro. Sumar y Podemos están liquidados, y el PSOE renuncia a cuotas de poder regional a cambio de ser el único socio posible nacionalmente. Así que, si las cosas van por este camino, tendremos un Estado central gobernado por el socialismo con unas regiones cada vez más nacionalistas.
A la derecha no le queda otra que asumir esto y, al mismo tiempo, postularse como la defensora en solitario de un modelo de Estado nacional, una solidaridad interregional efectiva, la defensa del derecho de igualdad de todos los españoles y la dignidad de la memoria de las víctimas. No es una tarea fácil.