Carles Puigdemont me ha convencido de que Pedro Sánchez debería ser investido presidente del gobierno.
El veterano de Waterloo se enfrenta a su particular Wellington, del que ha dicho que es "un mentiroso y un incumplidor". Dice de Sánchez que "es un tío al que no le comprarías ni un coche de segunda mano". Si llega a seguir hablando un poco más, me quedo a un paso de tirarme a la carretera a hacer postcampaña sanchista.
Cuanto peor habla del presidente en funciones, más ganas me entran de que gobierne otros cuatro años. Solo Sánchez será capaz de sacar de sus casillas a sus amigos de Junts. Puigdemont tiene razón, y sabe que los independentistas y la izquierda no solo le van a comprar el coche, sino que además le van a montar un concesionario.
Sánchez será un mentiroso y un incumplidor, pero va a ser capaz de convertir el concesionario en una chatarrería. Los va a meter a todos en la misma tienda de coches de ocasión y los va a vender, pero en cubos de metal bien prensado.
Escuchando al líder exiliado de Junts, hasta siento pena. Incluso le veo mendigando el voto para la derecha, con la que no me cabe duda de que viviría mucho mejor. Sabe que con Sánchez no tiene nada que hacer. Se siente como yo en el zoco de Marrakech, esperando que le timen, pero no demasiado. Haga lo que haga, le van a colar el coche, las alfombrillas y el seguro a todo riesgo.
Si hay alguien capaz de meter en el mismo saco a la izquierda radical, a la menos radical, al centro izquierda, al independentismo, a la derechona independentista, y al catalanismo más rancio, y engañarlas a todos, es él. Y si no, que se lo digan a Pablo Iglesias, que en un tiempo récord, y no solo por méritos propios, ha conseguido pasar de setenta diputados a presentar un programa en un canal de YouTube.
Lo cierto es que si yo fuese Feijóo, me sentaría en mi sofá, me abstendría en la investidura, y dejaría que Sánchez hiciese de fontanero, demoledor y dinamitero. No haría nada para que Sánchez hiciese todo lo demás. Seguro que, si le dejan, hasta convence a Marruecos de que la cordillera del Atlas es la continuación de la Sierra de Guadarrama. Y, ya que se pone, recupera Gibraltar y nombra al pirata Nelson ciudadano ejemplar.
[El escaño 137 de Feijóo y la soflama de Puigdemont complican aún más la investidura de Sánchez]
Confieso que antes de escuchar a Puigdemont me inclinaba más por una repetición de las elecciones, pero ahora estoy convencido. Cuatro años más de sanchismo van a ser muy penosos para sus socios y a los demás nos van a venir muy bien para terminar de una vez con los residuos de las plañideras del tardofranquismo, esos bloques nacionalistas paniaguados de la derecha de ayer que no tienen nada que hacer contra la izquierda de los chicos de Zapatero.
Puigdemont tiene razón. Sánchez es el único capaz de venderles la moto, recuperar la solidaridad fiscal, hacerles pagar la deuda y, ya que estamos, reactivar el trasvase del Ebro.
El problema es que si uno no le compraría ni un coche de segunda mano, ¿el otro se va a fiar de un trilero prófugo de la justicia? Esto se parece cada vez más a una partida de cartas de un spaghetti western. Pero, como cantaban Los Inhumanos, ni yo soy John Wayne, ni esto es Oregón, y esto no es ningún salón.