Israel ya habla de "guerra total" en Líbano y Hezbolá advierte de que tiene a 100.000 combatientes listos
Alarma mundial ante la escalada de amenazas entre Israel y las milicias terroristas chiíes del sur del Líbano. Chipre y la UE, en medio del conflicto.
20 junio, 2024 02:17Acción y reacción. El martes, coincidiendo con la visita a Beirut y Tel-Aviv del enviado especial del presidente estadounidense, Amos Hochstein, las Fuerzas de Defensa Israelíes anunciaron la aprobación de un plan operacional en el sur del Líbano que incluía la contingencia de un ataque terrestre. No era la primera vez que desde Israel se barajaba la posibilidad de una ofensiva contra la milicia terrorista Hezbolá que pudiera derivar en una guerra abierta. De hecho, dicha posibilidad se ha estado barajando casi desde el inicio de la guerra en Gaza, pero las advertencias estadounidenses a ambos bandos parecían haber funcionado.
Sin embargo, la disuasión diplomática está empezando a perder pie. Hay una parte del ejército israelí y de la coalición de gobierno que quiere quitarse de en medio a Hamás y a Hezbolá de un mismo plumazo. Lo que no está claro es que ese sea un objetivo realista teniendo en cuenta los problemas que está teniendo Israel para dar por terminada la guerra en Gaza contra un grupo armado muy inferior y mucho menos preparado que Hezbolá. El propio portavoz de las FDI aseguró este miércoles que hablar de la destrucción total de Hamás era "engañar a la gente", a lo cual el primer ministro Netanyahu respondió que ese seguía siendo el primer objetivo de la guerra y que las FDI "estaban obligadas a llevarlo a cabo".
La administración Biden mandó a Hochstein precisamente para calmar las aguas, hacer recapacitar a Israel y tranquilizar a las autoridades autónomas del Líbano, que ven la situación desde Beirut con auténtico pánico. De fondo, la perspectiva de un posible nuevo ataque de Irán. No parece que la visita de Hochstein haya tenido impacto alguno, como no lo han tenido las anteriores de Antony Blinken, el Secretario de Estado. Las partes siguen enfrascadas en un discurso que no apunta a nada bueno.
Amenazas contra Haifa y Chipre
Y es que, justo después del anuncio de las FDI, Hezbolá reaccionaba publicando un vídeo de diez minutos con imágenes desde el aire de buena parte de la zona norte de Israel y deteniéndose con especial deleite en las instalaciones del puerto de Haifa y la zona residencial de Krayot. Obviamente, la publicación del vídeo ha de considerarse como una amenaza: Haifa es una ciudad de casi 300.000 habitantes con un puerto comercial por el que pasan mercancías de todo el mundo. El hecho de que los drones de Hezbolá llegaran hasta ahí sin ser detectados es motivo de seria preocupación y pone en entredicho el prestigioso sistema de defensa israelí.
De hecho, a las pocas horas de la publicación, el propio líder de Hezbolá, Hasan Nasrallah, manifestó públicamente que sus hombres estaban preparados para la guerra. "Tenemos 100.000 combatientes y hemos rechazado incluso ofertas de voluntarios. No los necesitamos". Dichos "voluntarios" probablemente sean soldados de otros grupos del llamado "Eje de Resistencia" que ha organizado Irán en Siria e Irak, aunque Nasrallah no lo especificó en su mensaje.
Por otro lado, el mantra de los 100.000 combatientes no es nuevo, pues Nasrallah ya lo utilizó en 2021. Sea cual fuere la cifra exacta, parece haber cierto consenso en que Hezbolá está ahora más preparada que en 2006, fecha del último gran enfrentamiento entre ambos bandos. Ya entonces Israel tuvo serios problemas en combate y, aunque consiguió un beneficioso acuerdo de paz con la ONU como mediadora, lo cierto es que Hezbolá lleva años y años incumpliéndolo.
Nasrallah aprovechó también para amenazar a Chipre si dejaba que Israel utilizara sus puertos o sus aeródromos en un eventual conflicto. "Lo consideraremos parte del conflicto", aseguró el líder político-religioso. Chipre es miembro de la Unión Europea desde 2004, pese a las protestas de Turquía. Es probable que Nasrallah busque con estas declaraciones una división entre el país de Erdogan, volcado con la causa de Hamás, y el resto de sus aliados occidentales.
Israel, en su peor momento en años
Las declaraciones de Nasrallah recibieron a su vez la respuesta del ministro de asuntos exteriores, Israel Katz, que apeló a la comunidad internacional y especialmente a China y a India, aliados de Rusia, a su vez el gran socio de Irán, a condenar el vídeo y el uso de amenazas contra civiles. De nuevo, acción y reacción. Las palabras de Katz fueron de una dureza que invita al pesimismo: "Estamos cada vez más cerca del momento de cambiar las reglas del juego contra el Líbano y Hezbolá. En una guerra abierta, Hezbolá sería destruida y el Líbano quedaría severamente dañado".
Sobre el papel, suena convincente, pero, hay que insistir en que la realidad después es tozuda. Si las FDI consideran poco probable conseguir la destrucción de Hamás, hablar de la destrucción de Hezbolá es directamente una utopía. La preocupación de Estados Unidos es lógica: Israel se metió en Gaza sin la preparación necesaria y la Casa Blanca teme que Netanyahu haga algo parecido en el Líbano sin tener del todo claras las consecuencias. Hablamos de un estado que, antes de la masacre terrorista de Hamás, estaba a punto de normalizar sus relaciones con Arabia Saudí, culminando un proceso de décadas y que ocho meses y medio después vive una situación caótica.
A las condenas verbales de la ONU y del fiscal del TPI, hay que añadir el enfrentamiento abierto entre Netanyahu y Biden, las mencionadas disensiones internas entre gobierno y ejército y las protestas semanales en las calles pidiendo nuevas elecciones. No parece el mejor contexto para empezar la operación militar más ambiciosa en casi veinte años. La confianza de Israel en sus posibilidades bélicas está justificada por años y años de victorias frente a los países árabes, pero aquí parece que son sus enemigos los que están empujando al estado hebreo contra el abismo sin que nadie sea capaz de levantar el pie del acelerador.
Si Israel iba a acabar haciendo esto, tal vez hubiera sido más efectivo hacerlo a principios de octubre tras la matanza de Hamás, a mediados de abril como respuesta al ataque con misiles de Irán o incluso en las horas posteriores a la muerte del presidente iraní Ebrahim Raisi. Justo va a cumplirse una semana de la dimisión de Benny Gantz, exministro sin cartera y uno de los tres miembros del Gabinete de Guerra, y el tiempo parece darle la razón: no hay una estrategia clara a medio-largo plazo y a veces el gobierno parece un náufrago aleteando para no hundirse. El problema es que, de paso, se lleva consigo a todo aquel que intenta ayudarle.