El narco brasileño arrasa el Amazonas y lo convierte en su mayor bastión: "Los efectos son devastadores"
Aunque el presidente Lula ha anunciado un plan para aplacar el problema, para erradicar la deforestación necesitará limitar también la minería.
10 julio, 2023 02:49La producción y el tráfico de drogas están devastando el Amazonas. Las alertas las ha confirmado la última semana el Informe Mundial sobre Drogas 2023, en el que la ONU habla de la 'narcodeforestación' como la principal amenaza a la mayor selva del planeta, y que podría tener efectos "devastadores" para la región y el resto del planeta.
Esta industria ilegal promueve la tala y la minería ilegales y el tráfico de fauna y flora silvestre, pero también delitos humanos contra las poblaciones indígenas: homicidios, violencia sexual, explotación laboral, desplazamientos forzados y envenenamiento por mercurio. En la zona de las Tres Fronteras, donde se unen Brasil, Colombia y Perú, el contrabando de drogas "probablemente [tiene] una de las concentraciones más densas de grupos de delincuencia organizada del planeta", indica el informe.
En Brasil, donde se encuentra casi el 60% de la región selvática, el mandato de Jair Bolsonaro entre 2019 y 2023 fue fatídico para la Amazonia. Durante esos cuatro años, el ultraderechista trató de impulsar el sector minero con su política Pro-Minerales Estratégicos. Al final de su legislatura, la deforestación en Brasil pasó a ser un 43% de la pérdida mundial de cubierta arbórea en los bosques primarios tropicales, cuando en 2015 había sido una cuarta parte, según el informe Global Forest Watch.
En enero de 2023, la llegada al poder de Luiz Inácio Lula da Silva trajo esperanzas de revertir los destrozos que Bolsonaro había permitido los últimos cuatro años. El que ya fuera presidente durante dos mandatos inauguró su tercer legislatura con la promesa de priorizar la lucha medioambiental, y acabar con la deforestación ilegal del Amazonas antes de 2030. Entre enero y mayo, la destrucción de tierras descendió un 31% en comparación con el mismo periodo del año anterior, según el Instituto Nacional de Investigación Espacial de Brasil (INPE).
Sin embargo, los esfuerzos no han sido suficientes para un presidente que ganó con un plan verde y de recuperación ecológica para la Amazonia. Durante los primeros seis meses de su Gobierno, Lula se ha dado un golpe de realidad: la lucha climática no está en el mismo punto que la dejó cuando terminó su segunda legislatura en 2011. Ahora, miles de empresas en todo el mundo demandan minerales vitales para la construcción de artilugios de tecnología de energía verde, de los que se necesitarán tres mil millones de toneladas antes de 2050, según el Banco Mundial.
Muchos de estos minerales se encuentran en la selva brasileña: cobalto, litio, níquel o niobio ―un metal blanco que sirve para reforzar el acero, y del que el país sudamericano tiene un 94% de las reservas mundiales―. Hacer negocios con estos recursos permitiría a Lula desarrollar aquellas regiones del país de las que se extraen los mismos, que son algunas de las más olvidadas de Brasil. Por ese motivo, el nuevo Gobierno está teniendo que navegar el dilema de comprometerse ciegamente con la erradicación de la deforestación o granjearse el apoyo del Brasil rural a través de políticas para el desarrollo poco sostenibles.
"En el Brasil actual, la confrontación se produce en un entorno político muy peligroso", explica Sergio Leitão, director del Instituto Escolhas, a Bloomberg. "Lula es más débil que hace 15 años. La agroindustria, unida a la derecha política del país, es mucho más fuerte. Esta coalición se ha centrado en la protección del medio ambiente como parte de un ataque más amplio contra el Gobierno de Lula e incluso contra la idea misma de democracia", argumenta.
Pero no toda la explotación en el Amazonas es a cambio de prosperidad económica para el país y popularidad para su presidente. En una entrevista reciente con The Guardian, la jefa del órgano antidrogas de Brasil, Marta Machado, ha admitido que el rápido avance de cárteles en la selva amazónica ha producido una "situación muy difícil" y "urgente en la región".
Por ejemplo, la extracción ilegal de oro, que aumentó durante el Gobierno anterior, sigue destruyendo el medio ambiente y la selva amazónica. Unos 20.000 mineros de oro salvaje contribuyen a contaminar ríos en tierras indígenas, lo que provoca desnutrición y enfermedades. Según las autoridades, los mineros, fuertemente armados, impiden el acceso de los trabajadores sanitarios a los yanomami y otras poblaciones indígenas, informa Reuters.
Este mes de junio, Lula ha anunciado un programa para atacar el problema de la minería ilegal. Hasta el final de su mandato en 2027, el Plan de Acción para la Prevención y el Control de la Deforestación en la Amazonia (PPCDAm) establecerá una política coordinada entre más de diez ministerios. La iniciativa consistirá en intensificar el uso de los servicios de inteligencia y las imágenes por satélite para rastrear las actividades delictivas, la regularización de los títulos de propiedad de la tierra y el uso de un registro rural para supervisar la correcta gestión de los bosques considerados vitales para frenar el cambio climático global.
Según el plan, se recuperarán los bosques ya afectados y se incrementará la vegetación autóctona mediante incentivos económicos para la conservación y la gestión forestal sostenible, informa Reuters. Entre las medidas que se tomarán, las autoridades cruzarán información del sistema financiero con el registro rural y otras bases de datos e imágenes por satélite para erradicar a los madereros y ganaderos ilegales. La inteligencia financiera puede, por ejemplo, señalar movimientos de efectivo para el pago de motosierras para la tala o excavadoras para la extracción ilegal.
El plan también prevé la creación de un sistema de rastreo de madera, ganado y otros productos agrícolas procedentes de la Amazonia, en un momento en que los países importadores exigen cada vez más pruebas de que no proceden de tierras deforestadas. Además, pretende desarrollar una economía verde para mantener la región amazónica sin deforestación, que incluirá la certificación de productos forestales, la asistencia técnica a los productores, la provisión de infraestructuras, energía y conexión a internet, y el fomento del ecoturismo.
Si se consigue aplacar la minería ilegal, el Gobierno de Brasil habrá conseguido un gran logro en la lucha contra la deforestación en el Amazonas. Sin embargo, no lo será todo. Para definirse como un adalid de la lucha climática, Lula tiene que resolver otro dilema: seguir extrayendo minerales para la fabricación de tecnologías verdes, o darle una tregua a la mayor selva del mundo en pos de salvaguardar la biodiversidad y las comunidades indígenas.