La escuela de guerra de la retaguardia de Bakhmut: del campo de maniobras al frente de combate
El Ejército de Ucrania entrena a contrarreloj a los soldados que se siguen alistando en plena contraofensiva, y sin experiencia militar en muchos casos
10 julio, 2023 02:50Los nuevos reclutas de la Brigada 28 se concentran en las explicaciones de su instructor. Están en la retaguardia de Bakhmut, al lado del frente de combate más caliente de esta guerra. Y mientras les enseñan tácticas de asalto o cómo desactivar minas antipersona, escuchan el sonido del fuego de artillería que disparan las tropas rusas a pocos kilómetros de donde ellos se entrenan. Es difícil imaginar una escuela de guerra –en mitad de una guerra real– pero está ahí, en el corazón de Donetsk.
Si quisieran, después del entrenamiento diario –que se extiende desde la mañana a la tarde– podrían ir caminando hasta las trincheras en las que casi todos tienen a algún amigo o familiar –a las puertas de ese infierno que continúa siendo la ciudad de Bakhmut– y fumarse allí un cigarrillo con ellos mientras escuchan los bombardeos nocturnos. Parece el argumento de una película de ciencia ficción, pero es la realidad de una guerra que lleva más de 16 meses desangrando a Ucrania, y que se va a poner aún peor durante este verano.
Precisamente desde el frente de combate vienen algunos de los instructores que imparten esta fase de la formación militar a los reclutas. Los soldados guardan silencio a su paso, son distintos a los demás. Están bregados en el campo de batalla, su rostro está endurecido, igual que su mirada. Y los más jóvenes sienten una mezcla de admiración y gratitud difícil de explicar. "Ese es uno de los que más experiencia tiene", me susurra un soldado, cuando un comandante barbudo desciende de un BMP-2.
Van a aprender a asaltar una posición enemiga desde estos vehículos blindados de combate, con capacidad anfibia, que están diseñados para transportar un escuadrón de soldados de infantería. Algunos llevan la bandera ucraniana, en otros el mástil luce vacío porque el tiempo y la guerra han roído el pedazo de tela azul y amarilla.
Vehículos soviéticos
El diseño de estos vehículos –con los que es frecuente cruzarse por las carreteras si vives cerca del frente– es soviético, aunque su uso se extendió por medio mundo. De Angola a Afganistán, pasando por Irak, Yugoslavia o Chechenia.
En la década de los ochenta, la extinta URSS era una auténtica factoría de diseño y producción de armas de guerra. Desde vehículos acorazados hasta cañones de todos los calibres. Los fabricaban en serie. Con el tiempo, en occidente modernizaron esos diseños o los cambiaron por otros que aportaban más alcance, precisión o autonomía.
Pero en Europa del Este, los enormes remanentes de este tipo de armamento –que se estuvo fabricando hasta la década de los 90– sigue siendo a día de hoy la columna vertebral de muchos ejércitos. Empezando por el ruso, y siguiendo por el ucraniano –aunque los soldados de Zelenski se están adaptando a una velocidad récord al uso del armamento moderno que envían los países aliados–.
Sin embargo, es difícil ver esos blindados modernos, los Leopard o los lanzacohetes Himars: los cambian de localización constantemente, para protegerlos, usándolos sólo en operaciones ofensivas muy bien planificadas. Así que lo que encuentras en el 90% de las posiciones del frente de combate siguen siendo BMP, T-64 y Grads.
Pero los instructores de la Brigada 28 no se quejan: es lo que tienen, saben repararlos cuando se averían y sirven para combatir. Cuando descienden de estos vehículos y se quitan el casco, el sudor les resbala hasta el cuello, mezclándose con el polvo en el que se ha transformado el barro que lo cubría todo esta primavera.
Tampoco protestan del sol de justicia que convierte el interior de los BMP's en saunas, ni del polvo que se mete en los ojos y te reseca la garganta. El espíritu de la tropa sigue siendo inquebrantable, a pesar de las duras condiciones en las que van a tener que luchar durante los próximos meses.
Esta guerra no es la de 2014
Muchos de los nuevos reclutas no tienen experiencia militar, pero otros han combatido esporádicamente en el Donbás entre 2014 y el comienzo de la invasión rusa en 2022. "Es algo habitual en esta parte del país: muchos hombres se iban a combatir un mes o dos al año, cuando tenían vacaciones, o por temporadas cortas. Casi todos los hombres del Donbás han combatido en algún momento", me explica Alina, la traductora.
Sin embargo, la guerra del Donbás poco o nada tenía que ver con ésta. Era un conflicto de baja intensidad, donde lo más grande que podía hacer "boom" era un proyectil de Grad. "Había temporadas en las que la guerra consistía en disparar unas ráfagas con el fusil hacía las posiciones rusas, sin bajas normalmente, y te volvías a la zona de descanso hasta el día siguiente", confiesa otro soldado.
"Ahora los preparamos para otra cosa", afirma Sergei, uno de los oficiales de prensa de la Brigada 28. "La formación es mucho mejor, porque nuestro Ejército también es mejor, está mejor estructurado y sabemos en qué tenemos que enfocarnos", explica mientras nos adentramos en una zona boscosa, donde van a aprender a desactivar minas antipersona.
"Los rusos lo han minado todo, absolutamente todo", añade. Así que la vida de estos soldados –muy jóvenes en su mayoría– depende en buena medida de que aprendan bien esta lección. El instructor de minas también es un militar experimentado, y les explica todo con suma paciencia.
Tras la parte teórica, que reciben sentados en el suelo en un claro del bosque, llega la práctica. El instructor ha colocado minas en otra parte del campo, y los soldados deben detectarlas. Caminan como a cámara lenta, agazapados por momentos, porque en el combate real estarán recibiendo fuego ruso mientras intentan avanzar sin que una mina les haga saltar por los aires.
En una mano llevan el fusil, en otra una rama fina con la que van apartando la vegetación para inspeccionar el suelo. De repente una fuerte explosión nos sobresalta a todos, y varios trozos de tierra y musgo caen sobre mi bloc de notas: el instructor ha detonado una de las minas. Es parte del entrenamiento, que repetirán cada día, durante un mes.
Después de la clase de minas, harán un simulacro de combate urbano. "También se les instruye en temas sanitarios, en conocimientos de ingeniería militar y en otras muchas cosas. Esta instrucción es una de las más completas e importantes", apostilla Sergey.
Cuando acaben su formación en esta improvisada escuela de guerra, junto al frente de Bakhmut, entrarán en combate. Aquí no hay prácticas. Se integrarán en un batallón de infantería mecanizada, y las operaciones de asalto a las posiciones enemigas serán de verdad. Algunos caerán en combate –todos ellos lo saben–, pero aún así han decidido alistarse en el ejército en uno de los momentos más complicados de esta guerra.