Primero lo ha dicho y después lo han confirmado para quienes no habían escuchado bien a la primera. Lo que Vladímir Putin está perpetrando en Ucrania es un "genocidio". Así lo ha definido Joe Biden, quien ya había tildado al presidente ruso de "dictador" entre otros calificativos. Y, además, ha precisado sus palabras: "Cada vez es más claro que Putin está tratando de eliminar la idea de ser ucraniano".
"Las evidencias están aumentado. Cada día salen a la luz, literalmente, más evidencias de las cosas horribles que los rusos han hecho en Ucrania", se ha extendido el presidente de Estados Unidos dando continuidad a una escalada verbal que viene in crescendo tras las masacres de Bucha, donde han aparecido más de 400 cadáveres, muchos de ellos de civiles maniatados, y en la estación de Kramatorsk, donde misiles rusos acabaron con la vida de más de 50 personas.
Hace una semana, cuando la prensa preguntó a Biden si creía que lo ocurrido en Bucha era un genocidio, el mandatario respondió que no. "No, creo que es un crimen de guerra", dijo en línea con las declaraciones de Michelle Bachelet, Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, tras su visita a Ucrania: “Los ataques indiscriminados están prohibidos por la ley humanitaria internacional y podrían constituir crímenes de guerra. Las vidas de millones de personas se han visto trastornadas al verse forzadas a huir de sus hogares o a vivir en sótanos y en refugios antiaéreos mientras sus ciudades son hostigadas y destruidas”.
Al menos 1.892 civiles han muerto, entre ellos más 100 niños, y más de 2.550 han resultado heridos tras 50 días guerra en Ucrania, según la Organización de las Naciones Unidas, que en su último informe señala que, en realidad, los números son más altos aunque no tiene forma de confirmarlos. Las autoridades ucranianas, por su parte, cifran en varios miles los civiles fallecidos y apuntan que sólo en Mariúpol ya habrían muerto más de 20.000 ciudadanos. Hay tantos cadáveres que han tenido que cavar fosas comunes para poder enterrarlos.
El éxodo masivo de refugiados también muestra la crueldad y el miedo que ha sembrado el ejército del Kremlin. La lluvia diaria de proyectiles rusos ha reducido cientos de edificios a escombros y polvo y ha ahuyentando a unos 10 millones de personas de sus hogares con rumbo a cualquier otro país o a un lugar más seguro en tierras ucranianas.
Son los resultados de la catástrofe humanitaria que ha perpetrado Vladímir Putin sobre Ucrania. Una guerra que no tiene un final a la vista. Para el dictador ruso, nada más lejos de la realidad, una "operación militar especial" que busca "desnazificar" a la antigua república soviética y que, paradójicamente para su supuesta intención, le ha llevado a ser tachado como el Hitler del siglo XXI.
Batallas y explosiones registradas y violencia contra civiles
Los ataques diarios rusos han afectado a todo el país: este, sur, norte e incluso oeste, una zona que las tropas aún no han llegado a pisar. Al ejército ruso no le ha hecho falta presentarse personalmente en las zonas afectadas. Su método más mortífero, según la ONU, ha sido el bombardeo.
La invasión comenzó con bombardeos contra bases militares, sedes gubernamentales y aeropuertos. Puntos estratégicos, en términos militares. Pero las tropas de Putin no tardaron en poner bajo su punto de mira a edificios residenciales, hospitales, centros culturales y comerciales, colegios o universidades que servían de refugio.
Los misiles rusos, en ocasiones, no han dejado ni evacuar a civiles, como sucedió -y aún sucede- en la ciudad de Mariúpol. En la segunda semana de invasión, Ucrania y Rusia llegaron a un acuerdo de alto el fuego para facilitar que la gente evacuara la zona a través de los corredores humanitarios. Incluso llegaron a anunciar el cese momentáneo de los bombardeos. Al cabo de pocas horas, sin embargo, los proyectiles volvían a caer sobre Mariúpol, obligando a las autoridades ucranianas a suspender las evacuaciones. Nada está garantizado con Putin. Rusia mintió. Como lo lleva haciendo desde finales de 2021, cuando negó que tenía planes de invadir Ucrania.
El The New York Times señala que la devastación provocada por el ejército ruso afecta a 23 hospitales, 900 casas o bloques residenciales, 330 colegios, 27 centros culturales y 98 edificios comerciales. En total, según los datos del diario estadounidense, 1.500 edificios, estructuras y vehículos de civiles han sido dañados o destruidos desde que comenzara el conflicto el pasado 24 de febrero.
Lo peor, sin embargo, no es nada de lo anterior, sino la matanza propiamente dicha de civiles. Primero fue Bucha, donde más de 400 cuerpos aparecieron tirados por la calle, escondidos en sotanos o enterranos en fosas comunes una vez que las tropas rusas abandonaron la región de Kiev para centrar la segunda parte de la ofensiva en el Donbas. Después llegarían los macabros hallazgos de Borodyanka, de Bukova, de Shevschenkove, de la estación de Kramatorsk... y de una enorme cantidad de pequeñas localidades que estuvieron cerca de un mes bajo control ruso y que día a día descubre los horrores que estos han dejado a su paso.