“Palabras de y para un Escultor” es el nuevo libro que la editorial Almud acaba de presentar en la nave central del Museo de Santa Cruz de Toledo. Para confeccionar este nuevo texto se han juntado dos hombres entusiasmados con cuanto se refiere a Castilla-La Mancha o a Toledo: Enrique Sánchez Lubián y Alfonso González Calero. Dos "máquinas" apasionadas que difunden lo mejor de nuestra historia regional y local.
Con este libro, coral, sobre Alberto Sánchez se pretende avanzar hacia el conocimiento de un hombre, humano, fieramente humano, un bardo popular, un pintor y escultor revolucionario en sus formas más tradicionales. Sin embargo, le persiguió un destino perverso y caprichoso, como en las tragedias griegas. Nació en una familia humilde en un barrio igualmente humilde. No fue al colegio, solo aprendió a escribir y leer siendo ya joven. El origen, el barrio y la ciudad marcarían su futuro, como viene sucediendo históricamente. Su forma de entender el compromiso político y social lo indujo a la inactividad artística, al menos durante varios años. ¿Cómo interpretar tal lealtad a un compromiso político? Su capacidad innovadora, no fue aceptada por la crítica oficial ni por la sociedad burguesa de la época, lo que le hizo aborrecer de exposiciones y del arte como negocio. Nadie comprendía que las “formas de sus esculturas fuera lo que se ve a las cinco de la mañana”. Los materiales perecederos que empleaba –escayola, arcilla, madera o papel- facilitaron la desaparición de gran parte de su obra. Para completar el cuadro de este destino aciago, una guerra civil y un exilio precipitado hacia la URSS. Y la suprema burla: en la patria del proletariado universal no tenía cabida el arte del proletariado, el arte oficial se orientaba hacia el realismo socialista. Tan solo se sintió protegido entre su familia y algunos amigos entrañables. Alberto Sánchez pudo ser un creador revolucionario y sin límites, pero no llegó a explotar como el gran innovador que era. Nada de esto debiera ser obstáculo para el reconocimiento de la figura de Alberto Sánchez. Que su nombre y su obra no figuren aún en el subconsciente de Toledo, que no forme parte simbiótica de la ciudad, es lo que se pretende combatir con el libro que Enrique ha coordinado y Alfonso ha editado. Paradójicamente denomina una calle, presta apellido y nombre a un centro educativo, una copia de una obra se expone en el Paseo de Merchán y otra de la mítica “El pueblo español tiene un camino que conduce a una estrella” se sitúa en la plaza de Valdecaleros. Da igual, continúa siendo una sombra apenas perceptible.
En la presentación del libro, la profesora Rosario Romero Escribano habló de la “Traducción” de las obras de Alberto. No mencionó la palabra “copia”, “reproducción,” “traslación, “transcripción” o cualquier otra que explique la obra de Alberto. Y ciertamente, el vocablo “traducción” alude al lenguaje creativo de Alberto. Sus esculturas y dibujos escriben las páginas de un libro ancestral. Y en el idioma de la Naturaleza, que Alberto entendía y hablaba con fluidez. De ahí sus esculturas originales repletas de sinuosidades, de punciones, de líneas que se bifurcan, de agujeros de pájaros negros, de planos que enuncian dudas, tal vez errores, que modifica o corrige sobre la marcha. Alberto Sánchez inventó no solo formas nuevas de expresión, sino que incorporó un lenguaje diferenciado para cada obra, al margen de sus títulos poéticos. La obra de Alberto procede de las oquedades de un espíritu agitado, de las evoluciones de su pensamiento telúrico. Se comportaba como un mago primitivo y humilde. De ahí emanaba su atractivo entre quienes le conocían. Lean el libro de “Palabras de y para un escultor,” y percibirán sus obras bajo la pulsión luminosa de una personalidad magnética.