Chetna Maroo. Foto: Graeme Jackson.

Chetna Maroo. Foto: Graeme Jackson.

Novela

'Western Lane': un debut sorprendente sobre la infancia de una niña india en la Inglaterra de los 80

La primera novela de Chetna Maroo, aparentemente simple en sus formas pero compleja en su estructura, agradará a los lectores de Graham Swift o Zadie Smith.

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Western Lane (2023), la primera novela de la escritora angloindia Chetna Maroo (Nairobi, 1993), es sin duda un sorprendente debut. Diríamos principalmente que por su madurez, como queda patente en la prosa tan directa y sosegada, tan elocuente y precisa que gasta, aunque también por el acierto que supone su brevedad, que permite a la joven autora ir al hueso de la viva historia que aquí parece querer contar.

Western Lane

Chetna Maroo

Traducción de Esther Cruz Santaella. Sexto Piso, 2025. 164 páginas. 18,90 €

Hablamos de una historia pequeña, la de una familia modesta, como cualquier otra, que queda rota tras la muerte de la madre, quien deja tras de sí desamparados a su marido y a tres hijas.

Es esta, en efecto, una novela sobre el luto, en la que sin embargo la muerte apenas está presente, si acaso en forma de hueco, de vacío, pero es, más que nada, una novela sobre el coming-of-age de una niña en la Inglaterra multirracial de los años ochenta, pues la familia protagonista, quede apuntado, es de origen indio.

Maroo acierta igualmente a la hora de contarnos esta historia en primera persona, desde la mirada de la menor de las niñas. Construye para ello una singular voz narradora que observa con distancia, desde la inocencia inherente a sus once años, todo aquello que no entiende o no comparte o se encuentra en proceso de digestión, haciéndonos partícipes a los lectores, directa o indirectamente, de las muchas contradicciones que pueden vivirse en el seno de una familia en pleno proceso de recomposición.

Fruto de este descoloque existencial es la extraña decisión del padre de apuntar a sus hijas a clases de squash. Lo hace sin duda con la mejor de las intenciones, confiado en que la disciplina que implica este deporte ayudará a toda la familia a sobrellevar el dolor.

Y lo hará, pero de una manera insospechada. Son aquí de lo más interesantes las reflexiones y los paralelismos que se establecen alrededor de las estrategias aplicables al juego, inservibles por otro lado para ordenar la vida real, más cuando esta ha vivido un cataclismo. La lucha inherente a la competición hará ver en cualquier caso cuál de las hermanas muestra un talento natural hacia el deporte.

Es esta una novela sobre el luto, en la que sin embargo la muerte apenas está presente, si acaso en forma de vacíos

Las demás aprenderán a concentrar en ella sus esfuerzos (alcanzar la victoria en un torneo local se convertirá en la nueva obsesión familiar), mientras ella se esfuerza precisamente en no sucumbir a la competición, de la que participa únicamente por socializar y, en última instancia, por no llevarle la contraria a su padre.

El padre, por su parte, quedará poco a poco fuera del “equipo” (qué bonita es la escena en la que las niñas viajan solas a Londres a comprar una raqueta nueva y…), refugiándose en el recuerdo, en largas (y muy dolorosas) conversaciones privadas con el fantasma de su amada (otra escena preciosa…).

Por el fino detallismo emocional con el que se perfila a la familia protagonista, por el intenso retrato que ofrece de la siempre compleja adolescencia y los procesos de construcción del yo, y por las divertidas pero tensas relaciones que dibuja derivadas de los desajustes vivenciales que provoca el claro choque de culturas entre Oriente y Occidente, pienso que Western Lane es una novela aparentemente simple en sus formas pero bien compleja en su estructura y sus contenidos, que agradaría a los lectores habituales de Graham Swift, Zadie Smith o Hanif Kureishi, no pareciéndose a ninguno de ellos, revelando por tanto una voz prometedora llamada muy probablemente a causas mayores, y nosotros que le devolvamos el drive