'El caballo dorado', las divertidas, encantadoras y vitalistas 'Mil y una noches' de Sergio Ramírez
El Premio Cervantes publica una novela a propósito mestiza que ensambla el relato policial, el de suspense, el de aventuras, el picaresco o el folletín.
28 enero, 2024 01:00No he leído toda la obra novelesca de Sergio Ramírez (Masatepe, Nicaragua, 1942) pero, por lo que conozco, tengo la idea de un escritor siempre abocado a elaborar una imagen moral del mundo. Ello, sin incurrir en viejos naturalismos ni esquivar la invención.
Además, aficionado al relato ameno. No podía, sin embargo, imaginar un narrador tan entregado a la pura fábula, al intrínseco encanto de la ficción, al divertimento sin cortapisas o al arte de narrar incontaminado de cualquier trascendencia que no sea la antiquísima seducción de hilvanar historias al modo de Scheherazade como el que encuentro en El caballo dorado.
Salvo que esta nueva obra del Premio Cervantes 2017 dispone de un hilo conductor que engarza las peripecias, bien podría decirse que estamos ante unas renovadas Mil y una noches, un artefacto novelesco que acoge decenas de felices ocurrencias de la imaginación.
Existen, en efecto, en la novela de Sergio Ramírez nexos que sirven a manera de eje anecdótico. Uno lo subraya el autor al ponerlo como título del libro.
Se trata del caballo que va en cabeza de los otros animales que giran en un carrusel, un tiovivo que conoce sucesivos emplazamientos a lo largo de un buen trecho de tiempo, un decenio de años de hace un siglo, y de una dilatada geografía que arranca en los Cárpatos y lugares del Imperio austrohúngaro y salta hasta la otra orilla del Atlántico.
Esta hebra argumental es inseparable de la historia del peluquero, aficionado escultor, que talla ese caballo dorado y de las variopintas gentes que se cruzan en su vida y aun prolongan su memoria y trabajo tras su muerte envenenado.
Enzarzadas como en un manojo de cerezas van las peripecias del obsesivo imaginero, de una lisiada princesa venida a menos, del autoproclamado hijo del infeliz Maximiliano de México y del cocinero de un dictador hispanoamericano.
Con ellos tienen algo que ver un perspicaz policía, un riquísimo industrial del chocolate, una mujer malísima, un escritor de nombre real… Esta gente participa en un copioso número de peregrinas historias: muertes violentas, maldades varias, robos, estafas, truculencias, viajes peligrosos, situaciones vodevilescas, sorpresas…
El caballo dorado es una loca, encantadora y divertida ficción donde vibra el gusto por vivir
Tal batiburrillo se implanta en una novela a propósito mestiza que ensambla el relato policial y criminal, el de suspense, el de aventuras, el picaresco o el folletín. Semejante intencionada mezcolanza tiene su correspondencia en una libertad formal muy grande que interpola atestados administrativos, tratados científicos o artículos de prensa…, y que admite que el texto se ilustre con viñetas y dibujos.
Sería buscarle el quinto pie al gato preguntarse adónde va a parar este intencionado disparate. Tiene el propósito fundamental de practicar a tope el gusto por fabular, por encandilar al lector con los productos de una imaginación novelesca efervescente.
Ya desde las primeras páginas del libro percibimos el tono de un cuento popular, una modalidad del tradicional “érase una vez”. La señal se corrobora enseguida y un narrador omnisciente, que ostenta sus poderes, va soltando un ondulante relato impregnado de humor, irónico, festivo, jocoso.
Hilando muy fino podría verse en esta novela libro una alegoría de la decadencia encarnada en el deterioro del carrusel o una sátira benevolente de las vanas ambiciones humanas. Mas no debe llegarse tan lejos. Mejor quedarse en una loca, encantadora y divertida ficción donde vibra el gusto por vivir. El fracaso general que recrea El caballo dorado de Sergio Ramírez no anula en absoluto la alegría y vitalidad que trasmite.