Massimo Gatta y el aura filosófica del marcapáginas
El bibliotecario y erudito de la historia de la edición italiano publica una sorprendente y fascinante historia del marcapáginas, que a su vez es un recorrido por la historia de la literatura
9 noviembre, 2020 10:35“La costumbre de señalarla página donde se queda interrumpida la lectura es consustancial al hábito de leer y se remonta a los albores de la civilización humana”, nos advierte el bibliotecario y erudito en la historia de la edición Massimo Gatta (Nápoles, 1959) al comienzo de esta sorprendente y fascinante historia del marcapáginas, que es a su vez un recorrido por la historia de la lectura a través de estos objetos a los que el autor confiere un aura filosófica pues, como recuerda, “marcar la página tenía, y todavía tiene, el objetivo de no perder el rastro de nuestro paso como lectores por el alma del texto”.
Un rastro que, aunque Gatta sostiene que se pierde en la noche de los tiempos, las evidencias materiales nos hacen iniciar durante la Edad Media, donde se registran en códices monacales ejemplos de tiras de pergamino o cuero que irían evolucionando con el correr de los siglos. Así, el autor nos traslada de los scriptoria medievales a las cintas de seda, que comenzaron a popularizarse entre los siglos XIV y XVII, como atestiguan las referencias pictóricas que pueblan este recorrido, en las que maestros como Van Eyck, Durero, Arcimboldo o Piero della Francesca dejaron constancia del uso cada vez más extendido de este elemento indispensable de la lectura.
Desde entonces, como consigna Gatta, el barroquismo estético fue ganando la batalla a la funcionalidad hasta llegar a la inevitable industrialización decimonónica del marcapáginas, que le llevaría a ser cada vez más ornamentado en formas y materiales —plata, pedrería, piel de serpiente…— y a caer, ya en el siglo XX en las garras de la implacable publicidad. Cierra el recorrido un breve apartado donde el autor consigna la aparición del marcapáginas electrónico en los ebooks, no sin hacer una defensa del libro físico, pues como recuerda, un objeto que al igual que el sencillo marcapáginas, “alcanzó la perfección absoluta hace muchos siglos”.
Y es que como apunta David Felipe Arranz en el inspirado prólogo que acompaña al volumen, “El marcapáginas es la noble tarjeta de visita del pasado lector, el testigo de nuestra memoria, un trozo de biografía anclado en el tiempo que encuentra refugio dentro de un libro que otro recogerá como testigo de nuestro paso por la lectura… y la vida”.