¿Sueñan los androides con noticias automáticas?
Se clausura el IX Seminario de Lengua y Periodismo de San Millán de la Cogolla con las presentaciones de distintos sistemas para automatizar la escritura
29 mayo, 2014 02:00Segunda y última jornada, más técnica, menos abstracta, del IX Seminario Internacional de Lengua y Periodismo de San Millán de la Cogolla, organizado por la Fundéu (BBVA). Se discutió este jueves más del periodista y menos de periodismo; más de la máquina, de sus aplicaciones y posibilidades, y algo menos de internet como un ente ingobernable al que, sin matices, hay que adorar o temer.
Para hablar de periodistas en la red, intervinieron Carmela Ríos, premio Ortega y Gasset de periodismo digital; Antonio Fraguas, de la Ser, Rolling Stone o La Marea; Pablo Mancini, del portal argentino Infobae; Agustín Alonso, de RTVE; y Enrique Infante, profesor de la Unir e impulsor, hace casi veinte años, de la web del diario Marca. Carmela Ríos, muy activa en Twitter, confesó que usa esta red social con cautela, que si duda no tuitea, claro, y mucho menos si ha bebido. No es Twitter, dijo, un soporte, sino "un perfecto campo de entrenamiento para hacer periodismo". A la cautela, al uso reflexivo de las redes sociales se refirió también Agustín Alonso, para quien es importante pensar en quién queremos ser en internet. En qué imagen de nosotros es adecuado proyectar.
"Nuestro trabajo es ocupar la mente de los lectores y ser confiables", opinó Mancini, haciendo la primera defensa de un papel, el de periodista clásico, al que le están cambiando los instrumentos. Al que una máquina llamada Google le dice lo que tiene que leer, al que una aplicación llamada Twitter le marca lo que es importante. Antes, Fraguas había leído -en papel, en una de aquellas ediciones de la Colección Austral de Espasa-Calpe- un párrafo de En torno al casticismo, de Unamuno, en el que este advertía acerca del papanatismo de aquellos que se oponían o abrazaban, con igual fervor, la venida de extranjerismos a la lengua española. Internet, aquí, sería lo extranjero, lo global, lo que viene a mancillar nuestro lecho.
Sostiene Fraguas, como -casi siempre- Unamuno, que ni lo uno ni lo otro. Que Twitter, o Facebook, "no son redes sociales en sí mismas, sino herramientas que ponen en evidencia redes sociales preexistentes". No es Twitter, somos nosotros. Pero a la vez estas redes confunden, aunque solo a quien se deja confundir. El periodista aludió a esa especie de tuitero tardío que exagera la fuerza de la red social y confunde realidad con trending topic, que tiende a decir que "ha habido una gran explosión, cuando en realidad lo que ha pasado es que la explosión se ha producido cerca". La metáfora se explica así: el día de la última final de Champions, ocho de los diez TT eran relativos al fútbol y... ¡36 millones de españoles no habían visto el partido! Queremos creer que hubo un día en que el periodismo se ocupaba también de esas zonas de sombra.
Paco, el robot poeta
La mesa de los ingenieros quiso hacer un guiño a la ciencia ficción, a lo improbable, ya desde un título que nos hacía pensar en el famoso relato de Philip K. Dick: "¿Sueñan los androides con noticias automáticas?" Los científicos traían en el portátil complejos sistemas tecnológicos, todos ellos de nombres larguísimos, y algunos tan embrionarios que recordaban al "primer vagido" del castellano, encontrado aquí, en esta misma biblioteca. Pablo Gervás, profesor del Departamento de Inteligencia Artificial de la Complutense, pidió ayuda, colaboración a periodistas y filólogos para un sistema en el que las máquinas podrán dibujar, en un futuro próximo, un primer boceto de la noticia, partiendo de datos o estadísticas. "El periodista tendrá que crear el resto, pero hay partes del proceso que se pueden automatizar". Este sistema recoge el algoritmo creado por Ken Schenenke, periodista de Los Ángeles Times, cuya aplicación fue capaz de redactar y publicar una noticia en el periódico sobre un terremoto, sin intervención humana, tan solo a partir de las vibraciones generadas por el seísmo.
Concepción Polo, lingüista de Daedalus, presentó, a continuación, un programa de verificación llamado Stilus, a través del cual buscan tratar los textos a varios niveles, siempre en busca de esa perfección un tanto artificial, a veces de dudosos beneficios, que alienta todo academicismo, ya sea de carácter lingüístico o periodístico. Y parece que, puesto que tenemos la tecnología, habría que preguntarse -y así se expuso, aunque de refilón- si debe el periodista escribir con la perfección de una máquina, o si puede una máquina escribir como un hombre, o si es posible que un robot posea estilo o tenga un punto de vista. Las respuestas quedan en el aire, y mientras tanto se avanza. Lo más nuevo, lo que viene, dijo Polo, será incluir en el verificador de textos los rasgos semánticos de cada palabra, al mismo tiempo que, en textos largos, se intenta poner en marcha un sistema para verificar su coherencia o unificación ortotipográfica. El problema del encorsetamiento estilístico lo resolvió la lingüista diciendo que esto es, tan solo, una ayuda, un apoyo para el periodista, que ha de ser quien redacte las noticias en último y definitivo lugar. "Con la ayuda de la tecnología podemos dedicar más tiempo a la reflexión y al cuidado y la elegancia de la redacción", afirmó.
La guinda al debate la puso Paco, el robot poeta. No estuvo en la mesa, claro, pero se discutió sobre él, sobre su supuesta sensibilidad y su capacidad de crear realidades poéticas. Paco (Poeta Automático Callejero Online) es un robot que escribe poemas con una base de 12.000 palabras, clasificadas en distintos apartados. José Carlos González, emprendedor de Daedaleus y profesor de la UPM, destacó el papel -futuro, aún- de los robots, para él "nuestros aliados" tecnológicos.
Por último, y a falta de las conclusiones que publicará en unos días la Fundéu, tuvo lugar una mesa redonda que, bajo el título "¿Hacia dónde llevan al español los nuevos medios?", trató de ahondar, aún más, en algunos aspectos del español usado en blogs y redes sociales. Insistieron los ponentes, sobre todo, en cómo los periodistas habrán de tener presente que el soporte hace el estilo, y que, como dijo Juan Andrés Muñoz, de CNN, "se acabó el periodista que predica, pues la comunicación es ya conversación". Habrá que ver si en esa gran conversación que se avecina somos capaces de entendernos. Y habrá que ver, también, si quedará algo en pie de lo de antes. De momento, un periodista local, de La Rioja, salió de la biblioteca gritando aquello de Luis Ciges en Amanece que no es poco: "¡El apocalipsis! ¡El apocalipsis!"