Image: Miguel Delibes, un periodista que escribía novelas

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Letras

Miguel Delibes, un periodista que escribía novelas

Galaxia Gütenberg cierra las Obras completas del autor vallisoletano con un volumen centrado en su faceta periodística

18 octubre, 2010 02:00

Miguel Delibes en la hemeroteca de El Norte de Castilla, hacia 1985, Foto: Jordi Salvador. Círculo de Lectores

La llegada al periodismo de Delibes, en el año 41, fue una circunstancia más bien casual. Sus intenciones profesionales tenían un itinerario perfectamente marcado de antemano. La aspiración fundamental era obtener una cátedra en Derecho Mercantil y dedicarse a la docencia. El problema era que en esos años que debía aplicarse en el estudio de los manuales jurídicos tenía que conseguir unos ingresos. Al menos para sacar de paseo a su novia y poder invitarla al cine y a tomar un vermú de vez en cuando. Entonces surgió la oportunidad de trabajar para El Norte de Castilla como ilustrador, porque los nietos de su fundador y principales accionistas del periódico eran primos suyos.

Todo esto lo cuenta José Francisco Sánchez en el prólogo del sexto -y último, porque el VII ya salió en 2007- volumen de las Obras completas del autor vallisoletano que ha publicado Galaxia Gutenberg y Destino, dedicado a compilar su rica y extensa faceta como periodista. El propio Delibes atestiguó el carácter provisorio y puntual que en un principio tenía su llegada a la redacción del histórico diario, decano de nuestra prensa escrita. Lo hizo en su artículo Medio siglo de periodista, en el que decía: "Si alguien me hubiera insinuado entonces que había puesto la primera piedra de una relación vitalicia, lo hubiera tomado a broma".

Esa casualidad se convirtió con el tiempo en verdadera vocación, a la que se entregó con perjuicio incluso de su propia salud, pues no eran pocos los sinsabores y enfrentamientos que le deparó. "Fue ante todo periodista. No fue un escritor que, además, escribía en los periódicos. Ejerció la profesión hasta el final", explica José Francisco Sánchez. Delibes vivió de hecho el periodismo en todas sus trincheras, porque de ilustrador pasó a redactor, de redactor a editorialista, de editorialista a crítico literario y cinematográfico, de crítico a subdirector y de subdirector a director... Se puede decir pues que conocía a fondo el oficio.

Austeridad con las palabras
De él sacó muchos recursos que luego marcarían el estilo de su narrativa. Ramón García Domínguez, amigo y autor de la biografía de Miguel Delibes El quiosco de helados, además de director de estas Obras completas, cuenta que el autor de El hereje nunca escondió su deuda con el periodismo: "Reconocía que trabajar en un periódico le enseñó a redactar, a mirar humanamente las noticias y a contar lo máximo con las menos palabras posibles". Y lo cierto es que su prosa, desde que escribió El camino en 1950, fue siempre un alarde de austeridad expresiva. Para Delibes lo difícil era encontrar el tono. Solía decir que si lo tenías era muy sencillo escribir una novela de 500 o incluso 1.000 páginas. Lo realmente complejo a su juicio era escribir una de cien sin dejarte nada el tintero.

En los periódicos Delibes dejó el rastro de algunos de sus momentos de mayor inspiración literaria. No había nada de novedoso para él en el cacareado Nuevo Periodismo que lanzó a la celebridad a Tom Wolfe y compañía. "Delibes llevaba ya varios años haciéndolo, en textos que mezclaban el perfil, el reportaje, la entrevista...", señala José Francisco Sánchez. "Lo que sucede es que él no hablaba de Sinatra, ni de astronautas, ni de drogas, ni tenía Hollywood detrás para hacerse eco de sus artículos...".

De lo que hablaba no tenía tanto glamour. Era, sobre todo, de los campos de Castilla, tan sobrios ellos. El marco de la mayor parte de historias que publicó para la prensa era el páramo de su querida Castilla la Vieja, con los problemas de sus gentes como protagonistas. "El periodismo le sirvió como detector de los grumos de inquietud de la sociedad", añadió Ignacio Echevarría, curador de las Obras completas. Pero para hacer esa labor de detección no alzaba la mirada en exceso. Los horizontes inmediatos siempre le interesaron más que los lejanos y exóticos.

Hubo una especie de divisa que inspiró su labor en la prensa desde el principio, y que quizá explique algunas decisiones llamativas en trayectoria profesional, como su negativa a dirigir El País. En sus peculiares memorias Un año de mi vida dejó apuntado él que consideró siempre el verdadero sentido del periodismo: "Criticar, molestar y aguijonear al sistema, porque todo sistema es susceptible de mejora, y esto sólo se puede hacer desde una conciencia libre".