Marina Tsvietáieva, mi madre
Ariadna Efron
11 junio, 2010 02:00Hay existencias imposibles de resumir en biografías o en rigurosos estudios literarios o eruditos. La vida de la poeta rusa Marina Tsvetáieva (1892-1941) arrastra esa marca de abigarramiento y desolación tan difícil de desmenuzar en palabras. La mujer que imaginó para su vejez un espacio de paz, que suplicó un jardín a cambio de tanta miseria, “por ese infierno, por ese absurdo, dame un jardín para mi vejez”, y sólo obtuvo la posibilidad de un suicidio y una fosa común, es el ser que resucita a medias en Marina Tsvetáieva, mi madre. La autora del “Poema del fin” renace poéticamente gracias a las percepciones íntimas de su hija Ariadna Efron. Pese a lo conmovedor del texto y del vivo olor a humanidad que emana del libro, Tsvetáieva sigue siendo un enigma, un largo camino por el dolor transfigurado en una obra poética de una grandeza pocas veces alcanzada en la literatura rusa.
Es complicado fijar el drama del alma, los años de destierro malviviendo en Europa, las humillaciones y el desprecio de los compatriotas, el fusilamiento del marido en la URSS, el regreso sin hogar, la hija encerrada en el Gulag, los harapos y las habitaciones miserables, el infierno de la última deportación a la ciudad tártara de Elabuga donde Marina se ahorcó a los 49 años.
Marina Tsvetáieva, mi madre vio la luz en la URSS en 1988, cuando su autora, la hija de Marina y de Serguei Efron, llevaba trece años muerta. Con enorme coraje, Ariadna Efron (1912- 1975) arrancó la obra de Tsvetáieva de las tinieblas del olvido y dedicó sus últimos veinte años a rescatar la herencia literaria materna. Épocas duras, buscando los desperdigados manuscritos, y en 1961, tras innumerables batallas con la censura soviética, publicó una primera antología de Tsvetáieva. Pudo ver rehabilitada la obra de su madre, tras llevar una vida igualmente terrible: compartió con sus padres el exilio europeo, fue encarcelada en la URSS en 1939, acusada de ser espía doble como su padre, sufrió 8 años de “reeducación por el trabajo” y otros tantos en el Gulag.
Compuesto con retazos de diarios de infancia de Ariadna, referencias de la obra poética y correspondencia de Marina, dotado de una prosa tersa y diálogos convincentes, el texto ofrece estampas vívidas propias de la mejor ficción. La fascinación mutua entre Tsvetáieva y Pasternak; la duradera fidelidad espiritual entre Tsvetáieva y su esposo: eso se nos cuenta. Pero, sobre todo, se nos acerca a una mujer que vivió, amó, luchó y se labró la ruina por defender su única posesión, la poesía.