Amor
Toni Morrison
12 febrero, 2004 01:00Toni Morrison. Foto: Timothy Greenfield
La experiencia de la Gran Depresión infundió en la escritura de Toni Morrison (Chloe Anthony Wofford) un percepción trágica de las relaciones humanas que repudia cualquier forma de conformismo ético o estético. Nacida en 1931 en Lorrain, Ohio, su familia se trasladó al norte para huir del interminable ciclo de miseria que asfixiaba a la población negra.
Actriz, bailarina, estudió literatura inglesa en Washington y ejerció la docencia en diferentes universidades (incluida Yale). En 1964 empezó a trabajar para Random House en Nueva York, mostrando un extraordinario olfato para descubrir y publicar algunas de las obras más influyentes de la emergente literatura afroamericana. Comprometida con la batalla por los derechos civiles, Morrison regresó a su estado natal para comprobar que la discriminación no había desaparecido. Ser negro en América significa transitar entre la humillación y la desesperanza.
La conciencia de ese hecho se encuentra en el origen de su carrera literaria, que comienza en 1970 con Ojos azules, una dolorosa ficción sobre el anhelo de una niña negra obsesionada por tener los ojos de Shirley Temple. El reconocimiento de la crítica creció con las novelas posteriores. La canción de Salomón (1977), que narraba el reencuentro con el pasado familiar y racial de un joven de Detroit, recreaba ese Sur mítico que Faulkner, Steinbeck o Capote transformaron en un territorio universal, donde lo metafórico desbordaba el marco temporal y geográfico. Beloved (1988), una fantasía onírica sobre la esclavitud que Jonathan Demme adaptó al cine, representó la concesión del Pulitzer y en 1993 la Academia Sueca le otorgó el Nobel. El éxito de Jazz y Jugando en la oscuridad aproximó su obra al gran público. Tras cinco años de silencio narrativo, Amor (2003) es su última novela.
Heed y Christine son dos ancianas que viven en un hotel de la costa Este de EE. UU. Ambas amaron al mismo hombre. Después de su muerte, continúan viviendo juntas, pero el odio y la desconfianza mantienen su beligerancia. La presencia de Junior, una joven de un suburbio con una sexualidad turbulenta, revive una historia saturada de secretos e imposturas. Bill Cosey, el propietario del hotel que suscitó la rivalidad entre ambas mujeres, ha sobrevivido a su muerte. Su presencia en la memoria de los otros pone de manifiesto que la identidad se desdobla: amigo, benefactor, amante, padre, fantasma, su existencia trasciende las distinciones morales, evidenciando que ni la censura ni la aprobación pueden explicar enteramente la conducta humana.
En esa confusión se gestan las emociones. La proximidad no impide que los sentimientos se escamoteen. Es imposible conocer a los otros. Heed y Christine fueron amigas. Más tarde, el amor las enemistó, pero los años de coexistencia no han logrado disolver ese círculo de sombra que las recluye en una soledad impenetrable. Cosey no puede controlar sus sentimientos, pero se resiste a aceptar el tributo de destrucción que acarrean. Romen, un joven inseguro, es incapaz de consumar una violación, pero su relación con Junior le descubre la afinidad entre placer y dolor. La impersonal L., que abre y cierra la novela, sólo es una voz que poetiza, medita y especula, pero su visión del exterior no le ayuda a reconocerse en sus palabras, tan herméticas como los actos ajenos.
Morrison se ocupa de la discriminación racial, pero sus personajes reflejan algo más que la experiencia de la exclusión. Son criaturas que nos hablan de nosotros mismos, revelándonos la cercanía de lo hermoso y lo terrible. Amor es una excelente novela que combina magistralmente diálogo, introspección, denuncia social y lirismo. Su desolación sólo corrobora el fracaso del hombre para realizar ese ideal de felicidad que invocaban los clásicos para justificar la fatiga de vivir.