Fernando Pessoa, sociedad ilimitada
Eurípides es el más actual de los poetas dramáticos antiguos, y Pessoa, el más dramático de los líricos modernos. En eso reside su modernidad: en hacer del yo lírico un yo dramático.
Pessoa hace de la persona poemática un ilimitado yo que es una instancia de discurso. Va más lejos que Shakespeare y que Browning, al crear personalidades para cada uno de los tres estilos en que su yo literario se expresa. Elabora una teoría de la máscara, tanto psíquica como gramatical, acorde con la crisis del sujeto, característica de la modernidad. De todo eso trata el libro de García Martín, que actualiza y amplía -aunque sin traducciones- el que él mismo escribió en 1982: es un Pessoa revisitado, que pasa revista a la vida y la obra del máximo poeta portugués (y acaso no sólo portugués) de todos los tiempos. Parte de “Dactilografía”, en el que Álvaro de Campos expone su teoría de las dos vidas; explica su “horror metafísico de otro”; y traza la ruta de su afición a lo que la Poética de Aristóteles llama mímesis y Pessoa fingimiento y mixtificación.
Fernando Pessoa... es una guía de lectura más que un trabajo de investigación: sintetiza lo que otros han analizado, y propone una imagen, documentada y operativa, de lo que la vida de Pessoa pudo ser. Rompe con los tópicos creados por Gaspar Simões sobre su figura. Se ocupa, con acierto, del Pessoa anterior a “la explosión heteronímica” y del Pessoa múltiple que ésta generó. Reproduce la distinción que el propio Pessoa establece entre obras ortónimas, pseudónimas y heterónimas e incluye fragmentos de la carta a Casais Monteiro en que Pessoa relaciona el origen de los heterónimos con su histeria mental. García Martín indica que “la persona que nos habla en un poema es siempre un personaje imaginario”, y focaliza distintos aspectos que resultan convergentes; expone la relación con Aleister Crowley y la teosofía; cita el ensayo político O Interregno, que es consecuencia de su nacionalismo místico y de su sebastianismo racional y ofrece un completo panorama de la historia del texto pessoano y de los problemas de su crítica textual.
Ve Mensagem “como una nueva epopeya patria”; reconoce la tradición epigramática de Inscriptions; alude a la concepción de Dios; advierte la más que posible influencia de Campoamor en el primer Pessoa y subraya el manuelmachadismo de algunas de sus coplas. Sigue la poesía inglesa de Pessoa de la mano de Lind, y, en lo relativo a las Ficciones de interludio está lo más original e interesante de este libro: su interpretación de Caeiro; su afirmación de que la verdad del poema se engendra en la mentira del personaje; la progresiva desaparición de la mitología en Reis y las líneas que se suceden o conviven en éste; lo que Borges le debe; la teoría de la sensación en la escritura de Campos, que recuerda a la de Valle y la constatación de que lo imposible es tan estúpido como lo real. Además, García Martín presta especial atención a Pessoa como teórico de la literatura.
Pero Pessoa opone, a “la mentira de una teoría”, “la verdad de una metáfora”: de la metáfora de la teoría que lo constituyó. Los diferentes movimientos que Pessoa genera y encarna son bien descritos aquí. Y lo mismo puede decirse de las relaciones de Pessoa con España: no sólo de las que mantiene con Adriano del Valle, del Vando Villar y Rogelio Buendía, excelentemente analizadas por Antonio Sáez Delgado en una reciente monografía (Adriano del Valle y Fernando Pessoa: apuntes de una amistad, Llibros del Pexe), sino la que representa Unamuno como contrafigura y cuya similutd -bastante mejor que si casi continua diferencia- podría explicarse por la influencia de Pirandello en ambos, o por un aire de época, extensible a Antonio Machado, y que hace aflorar en ellos la idea y vivencia de la heterogeneidad. También se ocupa García Martín del Libro del desasosiego -brillantísimamente traducido por Perfecto Cuadrado- y de Bernardo Soares como personalidad literaria. La conclusión de García Martín es que Pessoa “fingió ser muchos para ocultar su incapacidad de salir de sí mismo”; sería, pues, un solipsista, y la suya, una “historia sin vida”, una “biografía sin hechos”.
Sobre el fado
Toda poesía -y la canción no es otra cosa que una poesía socorrida- refleja lo que el alma no tiene. Por eso la canción de los pueblos tristes es alegre, y la canción de los pueblos alegres es triste. Sin embargo, el fado no es alegre ni triste. Es un episodio de intervalo. El alma portuguesa lo creó cuando no existía y lo deseaba todo sin tener fuerza para desearlo.Las almas fuertes lo atribuyen todo al destino; sólo los débiles confían en la voluntad propia, porque ésta no existe.El fado expresa, o es, el cansancio del alma fuerte, la mirada de desprecio de Portugal al Dios en que creía y que también lo abandonó. En el fado, los Dioses regresan, legítimos y distantes. ése es el segundo sentido de la figura del rey Sebastião.
Fernando PESSOA
(Este texto inédito de Pessoa se publicará en el libro Crítica, ensayos, artículos y entrevistas, en Acantilado).