
Marina Otero en un momento de 'Kill me'. Foto: Marina Caputo ( @anima__marina )
Marina Otero sobre 'Kill me': "Es importante hablar sobre la salud mental porque el mundo está enfermo"
La coréografra y bailarina argentina presenta en el Teatre Lliure, dentro del marco del festival Dansa Metropolitana, esta obra que trata sobre el amor romántico y la locura pasional.
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Cuando en 2012, Marina Otero (Buenos Aires, 1984) estrenó su primera obra Andrea, algo le falló. “Se me mezcló demasiado la ficción con la realidad y me angustió tanto que la tuve que dejar en la décima función”. De ahí surgió Recordar para vivir. Un proyecto que buscaba comprender aquella situación y reconstruir una obra inacabable, donde la pieza se transforma, a medida que pasa la vida, en diferentes bocetos. Una especie de “proyecto eterno” que afianzara un “compromiso” con ella misma para evitar su propio suicidio. “Lo único que me salvaba era pensar en transformar todo ese dolor en una puesta en escena”, explica a El Cultural la coreógrafa y bailarina argentina que, desde hace algunos años, vive afincada en Madrid.
Dentro de este proyecto inacabable, y tras estrenarse el pasado verano en Canal, su última propuesta, Kill me, desemboca en el Teatre Lliure, del 19 al 23 de marzo, en el marco del festival Dansa Metropolitana.
Este título continúa la línea iniciada con Fuck me (2020) y Love me (2022), y surge, como todas sus obras, de la mezcla entre su experiencia personal y la ficción, de la danza y el texto. En concreto, fue a partir de atravesar una crisis personal y recibir un diagnóstico psiquiátrico de trastorno límite de la personalidad, cuando Otero decidió convocar a cuatro bailarinas con trastornos mentales –Ana Cotoré, Josefina Gorostiza, Natalia Lopéz Godoy y Myriam Henne-Adda–.
“Todos los cuerpos cuerpos cuentan lo emocional. Mi interés tenía que ver con cómo esos cuerpos se movían en relación a su experiencia vivida y a sus cuestiones emocionales, por eso era importante que fueran bailarinas y no actrices. Trabajo con cada intérprete a partir de sus historias reales, pero cuando empiezo a armar la dramaturgia genero también la ficción”, explica.
De esta relación de las bailarinas con la locura –se detiene en la última palabra un segundo, “así me gusta decirlo, porque es casi incorrecto llamarlo así hoy”–, surge también el personaje de Vaslav Nijinsky “resucitado” e interpretado por Tomás Pozzi. “Era muy chica cuando leí sus diarios y me fascinaron”, comenta sobre esta decisión de incluir al bailarín que también sufría esquizofrenia. “Él estaba obsesionado con el sexo y con la danza, era megalómano con su yo y con el amor. Así que su personalidad también tenía que ver con todo esto del amor romántico”.
Kill me, como señala Otero, habla sobre ese amor romántico, pasional, y la locura que despierta. “Todas mis obras están atravesadas por la idea específica del amor. En el mundo artístico, donde se supone que las mujeres estamos ya más evolucionadas, lo cuestionamos desde los feminismos. Lo que me interesaba es mostrar que hay algo que no está superado, más allá de todas estas evoluciones, porque el mundo está atravesado por el machismo y cada vez más con las políticas de ultraderecha todo va hacia otro lado. La obra lo pone en evidencia y también lo complejiza, se hace cargo de este amor romántico, pero también de esa búsqueda del sufrimiento”, explica la directora.
“Y en la pérdida de lo personal aparece, en la decadencia o en la zona más oscura, la idea de un amor más real que no tiene que ver con el romántico, sino quizás con la búsqueda, la ficción”.
"El arte tiene que exponer la oscuridad y la luz, no generar corrección política sino crear preguntas". Marina Otero
Pero vamos a decir que el tema es sobre salud mental "para que entre en la agenda inclusiva del mercado del arte", ironiza en la obra. “Hago una burla con esta idea de lo que vende, que son los temas inclusivos de lo que está políticamente correcto. Es importante tocar los temas que uno quiera y no hacer nada por especular. En ese sentido, no importa qué, sino desde dónde se aborde. Y a veces ocurre que estás en un momento en el que las cosas que te atraviesan son las cosas que le atraviesan a la mayoría de las personas, probablemente. Lo que banaliza los temas es la globalización, que todo esté circulando en una pantalla y todos obtengan casi la misma información al respecto”.
El tema de la salud mental, continúa, “me parece que es necesario tocarlo porque evidentemente el mundo está enfermo. En el capitalismo feroz en el que vivimos, los mismos que provocan la enfermedad, provocan la cura. Es un poco lo que pasa con la medicación psiquiátrica, el mismo sistema que se encarga de enfermarnos, es el que nos cura. A mí no me interesaba abordarlo desde un lugar correcto porque estoy en contra de esa idea. El arte tiene que exponer la oscuridad y la luz, no generar corrección política, sino preguntas para que la gente se haga. Y la pieza está enfocada desde ahí, desde una zona, también, banal y profunda”.

Una escena de 'Kill me'. Foto: Mariano Barrientos ( @marianobarrientos.ph)
Sobre un escenario vacío, con un piso blanco y un piano, Kill me juega con la luz para cubrir el espacio. “Me gusta armar el show y desarmarlo. Por eso también estamos desnudas literalmente. El hecho de estarlo nos da vulnerabilidad, nos expone, pero también aparece la belleza”. El movimiento de los cuerpos, la música entre pop y clásica –en este caso, barroca–, contribuyen a llenar el escenario. La obra pasa de las composiciones de Monteverdi o Bach a las canciones pegadizas de la radio. “Me gusta esta conversación entre lo banal y lo divino, que tiene que ver con separarse de la tierra e ir hacia lo elevado, pero también volver a la tierra, a algo más simple. Me interesa ese tránsito”.
Comienzo y final, Kill me es un boceto más de su obra. “El título dice ‘mátame’ y en ese morir hay vida. Quizás detrás de todo eso, haya otra historia de locura por amor y otra y otra hasta descubrir cuál es el amor de verdad, no lo sé. Pero para mí las obras son fragmentos siempre. Y esta es uno importante sobre la idea de colapso, una crisis que provoca un derrame y ese derrame produce un nuevo orden”, reflexiona Otero. “En la manera en la que se presenta, no está cerrada, sino que plantea emociones, direcciones para que el público pueda partir hacia donde quiera, a partir de su propio imaginario , con lo que se les da en ese hecho artístico, que es el teatro, la escena y el cuerpo”. marta ailouti