Profecías de Boadella sobre Els Joglars
Los integrantes de la compañía en 2036, Omega G
El día 4 llega a Madrid (Teatros del Canal), 2036 Omena-G, obra con la que Els Joglars celebra sus 50 años de existencia. Sarcasmo a costa de ellos mismos.
Desde que leí El rapto de Talía, de Boadella, no me atrevo a pronunciar en su presencia la palabra espectáculo. El rapto de Talía es un panfleto agilísimo, inmisericorde y brillante, sobre el exhibicionismo y la sociedad del espectáculo, usurpadora de las funciones teatrales. La idea básica es que hay en la sociedad una exhibición obscena propia de malos cómicos. Por eso reclama para el teatro su substancia, su esencialidad: la realidad transformada en rito por el arte escénico. La transgresión se ha convertido en rebeldía ornamental y la provocación en eufemismo deshuesado. Por eso, creo yo, se impone, por encima de una imbécil y tópica provocación, el concepto de agitación, más corrosivo y denso.
Con ese espíritu han montado Els Joglars la exégesis de sí mismos, su propia sátira adelantándose a la historia; ¿cómo serán, viviendo de beneficencia en La Casa del Artista, estos cómicos en el año 2036, a los 75 años de su procelosa e insumisa existencia? A la autocrítica en 2036 Omena.G, se añade cierta tristeza por algunos esperpentos de la vejez. Pero, a la vez, hay una mirada compasiva sobre la dignidad o la indignidad de la decadencia irreversible. Y algunos interrogantes dolorosos: ¿qué lugar inhóspito reserva a los viejos la sociedad en que vivimos? ¿Merece la pena morir con las botas puestas en un escenario, como Molière?
Esperpentos de la vejez.
2036 Omena.G es un ejercicio de crueldad sobre la edad, resuelta con humor y sarcasmo. Conciliar humor con patetismo, crueldad con ternura, es una difícil síntesis. Un juego perverso porque Boadella no puede renunciar a su condición satírica ni tratándose de sí mismo. Y esta vez toca satirizar a Els Joglars, y apiadarse de la vejez.
Quienes se engancharon a Joglars por los años sesenta y enganchados siguen, reconocen su trayectoria: un teatro de agitación, de humor, de libertad. Roto y recompuesto, con un cierto malditismo de la revuelta y las guerras internas, del grupo inicial sólo queda Albert, lo que quiere decir una cosa: que el alma de Joglars es su alma ; en el supuesto de que tenga alma, cosa que sus inquisidores dudan al tacharlo de desalmado y réprobo. Curas, militares, nacionalistas y catequistas han sido sus enemigos, que no contradictores, pues estos poseen una dialéctica argumental, y no es el caso.
Es una persona rara este Boadella vilipendiado, sobre todo en su Cataluña natal de la que ha hecho apostasía. Su teatro es la palabra reforzada por el mimo, el dominio del espacio escénico, la ironía y la negación doctrinal y partidarista. Ha marcado una época.
La contumelia con la que ha persistido en la burla y el desafío ha sido muy higiénico para la escena y la sociedad españolas. Nunca quiso hacer teatro político, sino librepensador; aunque lo suyo ha tenido siempre virulentas repercusiones políticas: de un lado, de otro o de todos a la vez. El librepensador es un demonio infame para toda clase de autoritarismos. A mí me gustaría ver la reacción de estos juglares dentro de veinticinco años, cuando vean cómo auguraban su futuro en 2010. Eso es futurología y Boadella admite carecer del don profético. Al propio Albert se le da por difunto en 2036, Omena-G cuando uno de sus juglares dice: "Antes de palmarla, Boadella quiso que le hicieran diplomático".