
Sofia Gubaidulina durante la ceremonia de entrega de un premio. Fundación BBVA
Muere Sofia Gubaidulina, la compositora que mostró a la URSS el poder transformador de la música, a los 93 años
Sabia combinadora de la vanguardia y la mística, su vida y obra estuvieron gobernadas por la pulsión de comprender y reunificar el universo.
Más información: Sofia Gubaidulina: "Más que componer me dedico a escuchar lo que llevo dentro"
Sofia Gubaidulina, una de las compositoras rusas más importantes de la nueva música, sabia combinadora de la vanguardia y la mística, falleció este jueves a los 93 años, informaron en redes sociales sus familiares.
En las redes, sus seguidores señalaron que su obra se nutrió de su profunda espiritualidad y su convicción en el poder transformador de la música. Con su voz audaz y original, escribió para algunos de los mejores intérpretes de los siglos XX y XXI, como Gidon Kremer, Mstislav Rostropovich y Sir Simon Rattle. Gubaidulina deja un legado de más de un centenar de obras que han marcado el panorama musical del último siglo.
Tras su muerte, intérpretes y directores de todo el mundo han expresado sus condolencias: "La mágica sonoridad que nos regaló continuará enriqueciendo a todos los que la escuchen", escribió el violinista Gidon Kremer, destacando con admiración y cariño la profunda influencia de la compositora en su carrera. Por su parte, el director Mikhail Agrest la ha recordado como "una de las personas más inspiradoras y de otro mundo que he conocido".
Sofia Gubaidulina nació en Chístopol, en la República Tártara de la antigua Unión Soviética, en 1931. Estudió composición en Moscú, donde recibió la influencia de Shostakovich, quien la animó a seguir su "propio camino" pese a los límites impuestos por el régimen soviético.
En 1975, fundó el Ensemble Astreia, explorando el folclore de Asia Central. Su reconocimiento internacional llegó en la década de 1980 gracias al apoyo de Kremer y al impacto de Offertorium (1980, revisado en 1986), obra que proyectó su nombre a nivel mundial.
La fuerte impronta espiritual y religiosa de la obra de Gubaidulina le acarreó más de un contratiempo con las autoridades soviéticas, hasta el punto de ser incluida en 1979 en una lista negra de compositores sospechosos para el régimen. En 1985 salió por primera vez de la URSS y su aceptación fue inmediata, también en Estados Unidos, país que visitó por primera vez en 1987 y donde obtuvo el encargo y estreno mundial de un buen número de obras.
"Porque más que componer mi verdadera vocación ha sido la de escuchar lo que llevo dentro, ajena a las modas, a los preceptos académicos y a la situación política de cada momento", expresba en una entrevista con El Cultural en 2013.
A lo largo de su trayectoria, su música se ha caracterizado por una profunda espiritualidad y una experimentación constante, utilizando elementos matemáticos como la sucesión de Fibonacci, así como recursos tímbricos innovadores. Entre sus obras destacadas se encuentran Stimmen… verstummen… (1986), In tempus praesens (2007) y The Light of the End (2003).
Entre numerosos premios y reconocimientos recibidos a lo largo de su vida figura el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en 2017. "Desde que era niña, mi objetivo ha sido ampliar el conocimiento, universalizarme, abarcar todo el mundo en su integridad", confesó al recibir el galardón.
La vida y la obra de Gubaidulina estuvieron gobernadas por esta pulsión de comprender y reunificar el universo. Concebía la música (y el arte en general) como una escalera de Jacob que apoya uno de sus extremos en la tierra y el otro en el cielo. Su estética era neutra: los procedimientos compositivos le eran irrelevantes salvo por su efectividad como vehículo místico.
Gubaidulina permaneció en Rusia hasta 1992, y desde entonces residió en Appen, un pequeño pueblo cerca de Hamburgo, en Alemania. En los últimos años, sus obras se interpretaron con asiduidad en el Festival de Salzburgo, el Neue-Musik-Festival Wien Modern, el Wiener Festwochen y el Osterfestspiele Salzburg.