Caetano Veloso: "Los brasileños aman el fútbol aunque protesten contra la construcción de grandes estadios"
El músico brasileño acaba de lanzar su último disco, Abraçaço, que presentará en el Circo Price y en el Primavera Sound
20 mayo, 2014 02:00Caetano Veloso. Foto: Carlos Barajas.
Casi medio centenar de discos y 71 años. Caetano Veloso (Santo Amaro de Purificação, 1942) ha atravesado las últimas décadas de la música popular brasileña dejando a su paso un rastro esencial para comprender la exuberancia y fertilidad de este universo sonoro. Desde los tiempos del tropicalismo, a finales de los 60, con compañeros de trinchera como Gilberto Gil y su hermana Maria Bethânia, ha dado realce internacional y rigor musicológico a los ritmos bahianos, tan mestizos y entrecruzados. Veloso es un hombre de poliédricas inquietudes, que oscilan entre la poesía y el cine, sin renunciar a la primera línea de la protesta política. Pero es a la música a la que se consagra con mayor dedicación. Ahora lanza un nuevo disco Abraçaço (Universal), el tercero que manufactura respaldado por el trío BandaCê (guitarra, bajo y batería), que se encarga de poner el acento del rock sobre la samba. Una fusión que Veloso no ha dejado nunca de explorar. Y que el público español tendrá la oportunidad de degustar en dos citas: en el Circo Price (viernes 29) y en el Primavera Sound (sábado 31). Antes de subirse al escenario, el músico brasileño repasa en esta entrevista con El Cultural la evolución estilística de su carrera, la transformación socioeconómica experimentada por Brasil de la mano de Lula, las revueltas de las últimas semanas y sus perspectivas frente a un Mundial a las puertas.Pregunta.- Dice que Abraçaço ha despertado una intimidad especial en los lugares que ha tocado en Brasil. ¿Más incluso que otros discos suyos?
Respuesta - No sé. Está muy claro para mí que a la gente de todas partes de Brasil le gustan más naturalmente las canciones de Abraçaço que las de los discos inmediatamente anteriores, los dos otros que he hecho con la BandaCê. A mí me gustan más las canciones de Cê, el primero de la serie. Pero las canciones de Abraçaço son cantadas por el público que viene a los conciertos en todas las ciudades. Creo que influye el hecho de que el trabajo con la BandaCê esté ahora asimilado por el público, su sonido ya reconocido, la gente acostumbrada. La verdad es que las canciones de los discos anteriores que introduzco en el show de Abraçaço también son ahora más cantadas por el público que cuando salieron.
P.- ¿Cree que esa intimidad es exportable fuera? ¿Teme cuando sale de su país que sus canciones no conecten con el público tan profundamente como en Brasil?
R - Sí. Siempre. Ahora más que nunca. Sin embargo, mi experiencia ha sido siempre ir de sorpresa en sorpresa. Nunca preparo un concierto para el público extranjero: viajo con el show que hago en Brasil, siempre. Fue así desde Uns, a comienzos de los años 1980; con Circuladô; con Estrangeiro; con Livro; con Fina Estampa o A Foreign Sound. Y la gente de Europa, Américas, África y Asia siempre recibió con paciencia e interés lo que presentamos.
P.-¿Qué significa este disco dentro de su discografía completa? ¿Cómo lo ubica?
R - Hubo un cambio de sonido cuando grabé Cê, el álbum que inauguró mi colaboración con esa banda. En realidad, la banda fue creada para que tocara el repertorio de Cê. Hace como unos seis, siete años. Después grabamos Zii e Zie y, finalmente, Abraçaço. Para quien me conoce, debe parecer natural que lo que hago ahora mismo sea distinto de lo que hacía hace diez u ocho años: hay siempre cambios en mi trabajo. Pero a mí mismo -y quizá les parezca a quienes de hecho conocen mi trabajo- me parece que estoy siempre buscando hacer lo mismo. Antes de juntar los músicos de la BandaCê yo hice trabajos con percusión de Bahía y un cuarteto de viento-metal. Años antes, con una banda pop-rock típica de los años 1980. Antes aún, solo con mi guitarra acústica. Más atrás, con cuerdas. En los 1960, con una banda de rock psicodélico brasileña. He grabado con percusión de samba de Río, con acordeón del noreste, a capella. Canciones mías, canciones de otros, canciones hispanoamericanas, norteamericanas y portuguesas. Hay cambios de mil naturalezas. Pero hay siempre mis limitaciones y mis sueños personales. Abraçaço, aunque sea muy diferente de Livro o Velô, Fina Estampa o Transa, se incluye en ese caos.
P.- Dice que ninguno de sus discos le ha dejado plenamente satisfecho. ¿Es por un exceso de perfeccionismo?
R - No creo que sea un perfeccionista. Ni siquiera moderado. Admito que una canción o un disco esté listo siempre antes de considerarlos realmente aceptables. La verdad es que tardé en asumir responsabilidades. Cuando era joven, pensaba que iba a dejar de trabajar en la música: no me consideraba un músico de verdad. Me comparaba a Gil, Milton Nascimento, Djavan, Edu Lobo, y no me sentía merecedor de pertenecer a la misma categoría. Así, hacía discos que pudieran ser mínimamente relevantes desde el punto de vista de las ideas y tendencias en la creación y comercialización de música popular en Brasil, sin trabajar bien los sonidos y sin imaginar reconocimiento fuera de mi país. Empecé a tener más rigor a fines de los años 1980: ya era reconocido en Brasil hacía décadas y en algunos países extranjeros algunas personas (incluso músicos muy buenos) empezaron a interesarse por mi música, mi voz, no sé exactamente por qué.
Entonces, para no dañar la imagen de la música de Brasil, traté de trabajar mejor mis productos. El interés de Bob Hurwitz, que comanda el sello Nonesuch Records en New York, algunas palabras de David Byrne, David Lynx, Beck, Jorge Drexler y Devendra Banhardt me exigieron más atención con el resultado final de mis discos. Hice una colaboración con Arto Lindsay y Peter Schere que fue importante para mí. Cuando llamé a Jaques Morelenbaum para tocar conmigo y escribir arreglos para mí (aunque al principio pensé que él no se interesaría por alguien como yo: él, que trabajó con Tom Jobim y Egberto Gismonti) vi que era posible planear mejor mis producciones. La verdad es que con la banda de Transa, en el Londres de 1970, compuesta por Jards Macalé, Tutti Moreno, Moacyr Albuquerque y Áureo de Souza, yo hice un trabajo con cierta plenitud. Pero todavía sin buscar controlar mínimamente los resultados. En las tres últimas décadas empecé a tener más cuidado. Aún así, no hice nada que me resultase satisfactorio. Me gusta oír a Dori Caymmi, Tim Maia, Jorge Benjor. Cantantes americanos del tiempo del jazz, como Ella Fitzgerald, Sarah Vaughan, Billy Holiday, Betty Carter, Mel Tormé, Billy Ecksteine, Chet Baker. Paul McCartney en el disco blanco. Negros de todos los tiempos, como Al Green, Marvin Gaye, Michael Jackson. Amália Rodriges y Camarón de la Isla. Pero mis propios discos, no.
P.- ¿Esa insatisfacción también abarca Abraçaço?
R - Igual.
P.- En sus dos conciertos en España presentará Abraçaço. Aparte de ello, ¿cuál será el repertorio en esas dos citas? ¿Cambiará en Madrid respecto a Barcelona?
R - En Madrid haremos el show entero. En Barcelona, para el festival, debe ser más corto (no más que una hora en el escenario del Primavera Sound). Pero no habrá cambios notables para los conciertos europeos. Haremos básicamente lo que hicimos en Brasil. Hay canciones viejas también, aunque no siempre las más conocidas.
P.- ¿Cómo está el pulso de la música popular brasileña? ¿Vienen generaciones con personalidad y originalidad para relevar a emblemas como usted, Gilberto Gil, Toquinho, Chico Buarque...?
R - Hay mucha gente haciendo cosas. Y hay cosas muy buenas. A mí me gustan algunos fenómenos de masa, como en funk carioca (baile funk) y el carnaval de Bahía. Hay grupos nuevos y mucho trabajo original, como es el caso de Thiago Amud, de Rodrigo Amarante, de Criolo, de Emicida. La generación de mi hijo, Moreno, que ahora tiene 40 años, es una generación muy inteligente e inventiva. Pedro Sá, que toca conmigo en la banda ahora, es un ejemplo. Moreno mismo hace un trabajo muy refinado. Kassin es un autor, arreglador y productor increíble. Domenico Lancelotti. La música popular es algo siempre muy vivo en Brasil.
P.- ¿Hay tendencias definidas y mayoritarias? ¿O la creatividad desborda posibles etiquetas o taxonomías?
R - Sin duda la creatividad las desborda.
P.- ¿Cuánto ha cambiado el país desde que Lula llegó al poder hasta hoy, tiempo en el que lo gobierna Rousseff, una correligionaria suya?
R - Brasil cambió mucho -y para mejor- con Fernando Henrique Cardoso y Lula. El primero frenó la inflación y creó la ley de responsabilidad fiscal. Lula tuvo el coraje de subir el salario mínimo y, quizá más importante, creó la Bolsa Familia. Cardoso y Lula eran dos luchadores de la democracia, contra la dictadura militar. Si alguien dijera en los 80 que los dos serían presidentes sucesivos, nadie lo hubiera podido creer: demasiado bueno para ser verdad. Pero los dos lo fueron. Lula es adorado por la población, razón por la cual pudo elegir Dilma, que sigue siendo amada por el pueblo como representante de las políticas públicas de Lula. Ella afronta dificultades, pero si las elecciones fueran hoy mismo, ella saldría victoriosa en el primer turno.
P.- ¿El desarrollo alcanzado en este tiempo en qué medida se debe a su gestión (teóricamente de izquierdas) y en qué medida a ciclos económicos en los que los políticos apenas tienen capacidad de intervenir?
R - Bueno, todos estamos a la merced de los ciclos internacionales. Las economía mundial era favorable cuando Lula era presidente. Dilma encuentra un mundo mil veces más difícil. Pero el Brasil que salió de los gobiernos Cardoso y Lula es un Brasil menos vulnerable. Vivimos ahora mismo, todo el mundo, un periodo de inestabilidad muy profunda. Sin embargo, Brasil, que afronta sus viejas dificultades con colores nuevos, es hoy más capaz de resolverla.
P.- ¿Las revueltas son síntoma de que la enorme corriente de ilusión despertada por Lula en su día ha tocado a su fin?
R - Lula no despertó apenas una corriente de ilusión: él trajo cambios reales a la vida de los brasileños. Quizá el tiempo del PT en el poder esté terminando. Pero lo que más quiere el pueblo es un cambio de actitudes sin cambio de personas: con razón, la gente quiere a Lula, y a Dilma, que lo representa.
P.- Fuera cuesta comprender que tantos brasileños rechacen que el mundial se celebre allí. Brasil ama el fútbol y enloquece con los mundiales...
R - Brasil sigue amando el fútbol. En medio a las más grandes manifestaciones en las calles de las ciudades brasileñas, tuvimos la final de la Copa de las Confederaciones. Hubo protestas pero Maracanã estaba lleno. Tengo amigos que fueron a las manifestaciones contra la construcción de estadios inmensos (muchos de los cuales no tendrán utilidad después de la Copa), contra los negocios entre el Gobierno y empresas de construcción, y, sin embargo, fueron ver el Brasil-España en el Maracanã. Sin duda habrá protestas. Y los aeropuertos no tienen pinta de que estén listos para el Mundial: Brasil tal vez no parezca muy bonito a la gente que venga. Pero el amor por el fútbol no muere así.
P.- Si no gana Brasil el mundial, ¿tiene plan b? ¿España?
R - Mi hijo menor, que es quien más ama al fútbol en mi familia, adora el fútbol español. Todos los amantes del deporte en Brasil siguen con pasión al Barça y al Real Madrid. A mí me pareció increíble que Brasil ganara a España en la Copa de las Confederaciones. España parecía invencible: más estable, con todos los jugadores pasando perfectamente la pelota. Creo que mi hijo tiene más entusiasmo por Messi que por el equipo brasileño. Si gana España, estaré feliz.