
Léa Seydoux y Vincent Lindon protagonizan la nueva película de Quentin Dupieux
'El segundo acto': ¿puede existir el cine sin personajes, sin historias e incluso sin espectadores?
Quentin Dupieux, el cineasta deconstructivo y patafísico por excelencia, nos dice que el cine mismo solo tiene ya un segundo acto. Eterno, onanista y autorreflexivo.
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Decía Scott Fitzgerald que las vidas americanas no tienen segundo acto. Por el contrario, llevando hasta el paroxismo su metacine, Quentin Dupieux (París, 1974) nos viene a decir ahora que el cine mismo solo tiene ya un segundo acto. Eterno, onanista y autorreflexivo.
Con El segundo acto, el cineasta deconstructivo y patafísico por excelencia lleva hasta sus últimas consecuencias el proceso creativo que rige la mayor parte de su obra, si no toda. El cine de Dupieux no puede ni quiere tratar ya de otra cosa que no sea el propio cine, haciendo hincapié en su naturaleza elegíaca y crepuscular.
El segundo acto es un divertido ejercicio absurdista de mise en abyme que presenta a cuatro actores (cinco si contamos, y hay que contar, con el desopilante Manuel Guillot) en una perpetua pirueta pirandelliana, donde el derribo de la cuarta pared es apenas el aperitivo para un constante juego de cajas chinas donde nada es lo que parece –o, mejor dicho, todo es apariencia–.
Una revelación conspicua de la naturaleza ficticia de la narración cinematográfica, que agrede constantemente lo que es su razón de ser de cara al espectador: la suspensión de la incredulidad. Pero El segundo acto es también un agudo comentario sobre la esencia misma del cine en un momento histórico en el que este ha dejado de ser lo que una vez fuera.
Dupieux llava a cabo una reductio ad absurdum de la narración cinematográfica, al hacer entrar y salir constantemente a sus personajes de una ficción a otra, utilizando mecanismos formales como la música o el travelling. Parece anunciar así un futuro inmediato, si no un presente, donde el único objeto posible de esta narración cinematográfica ha de ser, por fuerza, el propio cine.
Poco o nada pueden importar las historias, cuando es obvio que son intercambiables, repetitivas y ridículas. Poco o nada puede importar ya el cine como vehículo artístico, cuando este puede ser perfectamente generado por una IA, sobradamente capacitada para ofrecer al espectador el producto estándar.
Lo mejor de El segundo acto es que estas reflexiones surgen al hilo de un continuo e ingenioso juego verbal múltiple e imparable. Un grupo de actores en estado de gracia desgranan diálogos ingeniosos que disparan en todas las direcciones (los celos y mezquindades de la profesión, la corrección política, la cancelación...) haciendo que lo que vendría a ser autopsia de un cadáver exquisito –el propio cine–, se disfrute a ratos con la ligereza de una genuina comedia de enredo.

Louis Garrel en 'El segundo acto'
Y no es la primera vez que alguien propone una comedia de cine dentro del cine y sobre el cine. Pero sí, quizás, la primera vez que se llega tan lejos. Ese ya mítico final en el que Dupieux repite el travelling inicial mostrando sus raíles, con completa ausencia de los actores, no obedece quizás tan solo a un desvelamiento último de los mecanismos cinematográficos, sino que invita a una reflexión todavía más abstrusa y deleuziana: ¿puede existir el cine sin personajes, sin historias e incluso sin espectadores?
Cuando pronto no harán falta directores ni guionistas, sustituidos por IAs; ni actores, reproducidos digitalmente; ni salas, sustituidas por las plataformas... ¿Seguirán haciendo falta espectadores?
El segundo acto
Dirección y guion: Quentin Dupieux.
Intérpretes: Léa Seydoux, Vincent Lindon, Louis Garrel, Raphaël Quenard, Manuel Guillot.
Año: 2024.
Estreno: 11 de abril