Crítica de 'Anatomía de una caída', la última Palma de Oro: una ambigua relectura del falso culpable
Tras su fachada de riguroso drama judicial, la película esconde una encendida denuncia del sesgo heteropatriarcal que opera en la sala de máquinas de la vida en sociedad.
6 diciembre, 2023 01:43En los últimos lustros y de la mano de un grupo de directoras, la gran pantalla se ha encargado de destapar el simulacro de certidumbre sobre el que se asientan los sistemas judiciales europeos. En 2012, en un enigmático documental titulado El jurado, la barcelonesa Virginia García del Pino diseccionó un intrincado proceso legal fijando su cámara únicamente en los rostros de un jurado popular.
La francesa Alice Diop, en la deslumbrante Saint Omer (2022), puso el foco en la empatía que surgía entre dos mujeres de origen africano que se cruzaban en una sala de justicia, una joven escritora y una mujer acusada de un terrible infanticidio. Señalando los interrogantes que el proceso judicial era incapaz de esclarecer, Diop ponía en cuestión la búsqueda de la verdad que debería sustentar todo contencioso legal.
Por su parte, Anatomía de una caída, la nueva película de Justine Triet (Fécamp, Francia, 1978), ganadora de la Palma de Oro del pasado Festival de Cannes, expone su punto de vista sobre el sistema jurídico a través de una inquietante máxima pronunciada por un abogado: “Un juicio no trata sobre la verdad”.
Con estas palabras, el letrado advierte a su cliente, Sandra (interpretada por la alemana Sandra Hüller), quien ha sido acusada de asesinar a su marido, sobre la dimensión representacional del proceso judicial. En este territorio pantanoso, Sandra se verá atrapada debido a su carácter hermético y a su negativa a asumir el rol de damisela en apuros.
Exigencias extrafamiliares
En este sentido, tras su fachada de riguroso drama judicial, Anatomía de una caída esconde una encendida denuncia del sesgo heteropatriarcal que opera en la sala de máquinas de la vida en sociedad.
Para desacreditar a la acusada, el insidioso fiscal (ácidamente interpretado por un pletórico Antoine Reinartz) describe con recelo las exigencias extrafamiliares impuestas por la exitosa carrera como escritora de Sandra, así como su pasado bisexual. Pero la cuestión de género (sexual) es solo una de las caras que conforman el poliédrico discurrir de Anatomía…, un filme que se maneja con soltura en la frontera entre varios géneros (cinematográficos), del thriller al drama familiar, pasando por el relato de iniciación.
Del lado judicial, Triet no esconde su afinidad con el personaje de Sandra –una mujer que ha sabido conciliar la maternidad con su carrera profesional–, pero al mismo tiempo la película se resiste a clarificar los detalles de la muerte del marido, extendiendo un halo de incertidumbre sobre el relato. Así emergerá una relectura cargada de ambigüedad de la figura hitchcockiana del falso culpable, en cuanto que la protagonista se enfrentará con gran impotencia a las codificadas garras del sistema legal.
Adoptando un proceder caleidoscópico, Triet va pelando con premura las capas que conforman la intricada estructura de Anatomía de una caída. Por momentos, el abismo que se abre entre la frialdad germana de Sandra y el chovinismo francés toma las riendas del relato.
En otros pasajes, es el circo mediático que rodea al proceso el que capitaliza el interés de la cineasta, que luego asiste con alarmante incredulidad al modo en que los peritos judiciales presentan como verdades absolutas sus hipótesis de trabajo, centradas en esclarecer el origen de la caída que mató al marido de Sandra, y que da título al filme.
En términos formales, Anatomía… presenta una fuerte coherencia entre fondo y forma, en cuanto que Triet, para dar cabida a sus numerosos intereses, emplea una estrategia escénica tan sorprendente como eficaz, consistente en atacar cada situación desde las perspectivas posibles.
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Esto se hace patente durante el juicio, cuando la cámara deambula alrededor de la jueza y los abogados, llegando a asfixiar a la protagonista, una Sandra Hüller que ofrece un recital de opacidad actoral en la piel de una mujer que se resiste a dar más explicaciones de las debidas.
La labor de la intérprete alemana, a quien los cinéfilos recordarán en Toni Erdmann (2016), trae a la memoria el prodigioso trabajo de Jeremy Irons como el indolente marido acusado de asesinar a su esposa en El misterio Von Bülow (1990), otra película que abrazaba el true crime para explorar la naturaleza impenetrable de la verdad.
A la postre, después de abordar todos sus temas y trazar numerosos desvíos, Anatomía de una caída encuentra en su núcleo una vibrante reflexión sobre las luces y las sombras de la vida familiar. Por un lado, la incontenible Triet, siempre ávida de más imágenes y diálogos, emplea el elemental recurso del flashback para explorar, a la manera de Ingmar Bergman, una pirotécnica discusión matrimonial.
Mientras que, en un registro más atemperado, la película también explora el drama del hijo ciego de la protagonista, interpretado con una madurez asombrosa por el pequeño Milo Machado Graner. Es en torno a la figura de este niño sensible, obligado a decantarse por la culpabilidad o inocencia de su madre, donde Anatomía… anuda su crítica a la reticencia del sistema legal, y de la sociedad en su conjunto, a tolerar cualquier atisbo de duda o incertidumbre, ingredientes consustanciales a la experiencia humana.
Anatomía de una caída
Dirección: Justine Triet.
Guion: Arthur Harari, Justine Triet.
Intérpretes: Sandra Hüller, Samuel Theis, Swann Arlaud, Antoine Reinarta, Jehnny Beth, Milo Machado Graner.
Año: 2023.
Estreno: 6 de diciembre