Alice Diop, directora de 'Saint Omer': "La gente proyecta sus miedos en las mujeres negras"
La cineasta francesa conmociona con su premiado debut, la historia de una mujer que mata a su hija abandonándola en la playa
3 marzo, 2023 02:13Afrontar la “ambigüedad” de la maternidad sin tabúes ni apriorismos. Eso es lo que se propone Alice Diop (París, 1969) en su primer largometraje de ficción, Saint Omer, un gran éxito en toda Europa. Partiendo de un caso real, la directora asistió al juicio contra Fabienne Cabou en 2016, una mujer que mató a su bebé dejándolo en la orilla del mar para que “se lo llevaran las olas”.
El filme ganó el Giraldillo de Oro a la mejor película en Sevilla, en Venecia se alzó con el Gran Premio del Jurado y el premio a la mejor ópera prima, acaba de ganar un César en la misma categoría y fue seleccionada por Francia para competir en los Óscar.
La historia se cuenta desde el punto de vista de Rama (Kayije Kagame), una novelista treintañera que recuerda mucho a la propia cineasta. A punto de ser madre, asiste al juicio de Laurence Coly (Guslagie Malanda), trasunto de Cabou. En el momento más significativo del filme, la culpable confesa que no sabe por qué cometió tal acto bárbaro y que espera que el propio juicio le sirva para resolver la cuestión.
Documentalista de éxito antes que directora de ficción, en Filmin se puede ver Nosotros (2021) sobre una línea de metro que atraviesa los suburbios de París, Diop presenta una película muy diferente al habitual drama judicial en el que no se trata de dirimir si la acusada es culpable o no, ya sabemos que lo es, sino de comprenderla. Citando a Malraux, la directora dice que “para comprender no hay que juzgar”.
A la vez que la novelista se interesa por el caso, también vemos cómo indaga en su propia historia familiar, marcada por una madre deprimida y ausente. La maternidad, con su alta carga “culpabilizadora” se impone como tema de un filme en el que la directora ha querido indagar en “las partes más oscuras de mí misma”. Las cuestiones sociales, políticas y raciales, por supuesto, también cobran protagonismo con ese “dolor del exilio”.
Pregunta. ¿Vivimos en un momento en el que se están derribando los mitos asociados a la maternidad?
Respuesta. Esta película se imbrica de una manera muy profunda en cuestiones personales que me he planteado y al mismo tiempo tengo la convicción de que afectan a todas las mujeres cuando se enfrentan a la maternidad. A los hombres también, porque para todos ellos esa relación con su madre es muy importante.
Frente a esa maternidad perfecta de la publicidad, exhibiendo esta película he tenido la impresión de que hay una necesidad de hablar sobre este asunto de una manera más realista. Me gustaría que ayudara a desculpabilizar a la mujer.
Hay una ambigüedad en la relación entre una madre y su hijo porque puede haber un amor enorme, espectacular, pero también una parte monstruosa en el interior de una misma persona. Todos esos vínculos están atravesados por un mismo sentimiento culpabilizador formado por cosas que no se dicen.
P. ¿Por qué comenzó a ir a las sesiones del juicio de esa mujer que había matado a su bebé?
R. Asistir al juicio de Cabou me ayudó a quitarme esa culpa. Por supuesto, nunca he tenido la menor intención de matar a mi hijo, pero me ayudó a reparar ese vínculo, me permitió el derecho a ser madre a mi manera, con todo el amor pero también la complejidad y la locura que puedes transmitirle. Me ayudó a reparar no solo la relación con mi hijo, también con mi propia madre. Al comprender las cosas que no se han formulado, que no se han dicho ni hecho, me vi de una forma más clara a mí misma.
P. ¿Considera la película autobiográfica en lo que respecta al viaje emocional de Rama, la novelista?
R. La madre de Rama es una versión extrema de mi propia madre. Lo reflejo de una manera más sugestiva que realista quizás porque trato más un sentimiento de desconexión que un recuerdo concreto. No quería que la película fuera autobiográfica, sino mostrar esa relación entre Rama y su madre y también entre Laurence y la suya. No quería que fuera específico, sino que mediante ese vínculo podamos comprender una esencia de la maternidad en la que mucha gente pueda reconocerse. Creo que todas las mujeres del mundo pueden identificarse con lo que trato de contar. Esos lazos son universales.
P. Una madre que mata a su hijo es uno de los mayores tabúes de la sociedad, pero la película muestra empatía con la homicida. ¿Quería ponerse en la piel del monstruo?
R. Hay una frase de André Malraux que dice que juzgar no es comprender y que para comprender no hay que juzgar. En la película no vemos el veredicto al final. No me interesa juzgar a este personaje, sino comprenderlo. Cuando la fiscal le pregunta “por qué ha matado a su hija” y ella contesta “espero que este juicio me dé la respuesta de por qué lo hice”, sucede un momento que lo cambia todo. Ya no se trata de juzgarla y condenarla. Al revés, tenemos que ayudar a Laurence a entender, a reparar lo que ha hecho. Y escucharla es la única manera posible de reparar lo que es obvio que tampoco tiene reparación.
Al mismo tiempo, escuchándola cobra vida esa niña que de alguna manera siempre vivió oculta. Laurence no avisó de su nacimiento en el registro civil, nadie está al corriente de su existencia, nadie la ha visto. Escuchando a esta mujer contar la historia de su vida, esa niña puede existir. Así podemos afrontar la parte más oscura que habita dentro de cada uno de nosotros. Todas las mujeres del mundo han tenido esos sentimientos ambiguos respecto a sus hijos, incluso monstruosos. Fue Duras la que dijo que “todas las madres están locas” y todos como hijos debemos sobrevivir a esa locura. Por eso es importante “desculpabilizar” esa relación que ha sido santificada.
P. ¿Podemos, por tanto, llegar a empatizar con una mujer que mata a su bebé?
R. Para mí ha sido como un viaje a lo subterráneo. Yo no lo veo como un asesinato frío, la homicida quería a su hija, se ocupó de ella, hay una ambigüedad en lo que sucede. Es casi un acto de sacrificio. Me interesó esta historia después de leer en un artículo de Le Monde en el que el periodista escribía que “abandonó a su bebé en la playa con la idea de que el mar se la llevaría”. Parecía el principio de un poema lírico, de una historia mitológica.
Desde un punto de vista psicológico, entendí que ella había ofrecido a su hija al mar como un sacrificio para resguardarla. Es una sublimación formal que nos permite hablar de temas que no son cómodos en nuestra sociedad. El crimen es horrible pero nos permite entender algo muy profundo y tan universal como ese vínculo entre madres e hijos.
La gente sale pulverizada de las proyecciones porque libera cosas muy íntimas, se sienten libres de hablar de sentimientos que nunca se han atrevido a expresar. Es una cuestión que afecta a emociones muy primitivas, arcaicas, y la visión del filme crea unas catarsis liberadora y profunda. Muchas mujeres salen llorando. Una mujer me contó al terminar la película que ella era esa pequeña niña a la que su madre abandonó en la playa pero ha sobrevivido. Ella sentía que había sobrevivido a ese asesinato.
P. Surge también la cuestión racial y política. Como inmigrante senegalesa en Francia, Laurence se siente “invisible” para los demás. ¿Ese desprecio de la sociedad es un factor de su desesperación?
R. Hay muchas cuestiones sociales. Hay un desprecio por las personas pobres pero también discriminación racial. Un realizador africano, un hombre que tiene un buen tren de vida, hablaba hace poco de la dificultad de hacer cine siendo negro en Francia, de todo los prejuicios que debe afrontar. Lo que me interesaba también de esta historia es mostrar a mujeres negras como personajes complejos porque jamás las veo en las películas francesas. Quiero atravesar la complejidad de la psique de una mujer negra.
Por supuesto, hay una invisibilización. En este sentido, el conflicto de Laurence surge sobre todo porque ella sobre todo quiere existir en una sociedad que no la mira. Hay algo en lo que me siento muy reconocida en ella y es que la gente proyecta sus miedos en las mujeres negras. Hay un conflicto entre la forma en que la gente te mira y lo que sucede en tu interior. Las mujeres negras hemos sido muy poco observadas, muy poco representadas, muy poco tenidas en cuenta. Con frecuencia también somos miradas con un prisma que refleja los prejuicios coloniales, somos objetivizadas y reducidas a un mero cuerpo, ya sea fantasmal o carnal. Por supuesto, somos seres mucho más complejos y esa huella colonial nos afecta de una manera profunda.
P. La homicida causa desconcierto porque cita a Wittgenstein y es una mujer culta, cosa que casi parece que la sociedad le reprocha. ¿Existe una reacción cuando las personas no se ajustan a los estereotipos?
R. A mí misma con frecuencia me reprochan que cite a Duras, como si una mujer negra no pudiera inspirarse en alguien así. Muchos periodistas franceses han criticado que comience con una cita a Duras, parece que les molesta que no me corresponda con el estereotipo que esperan. Una mujer negra como yo, intelectual, universitaria, es algo que no vemos nunca en una película.
P. ¿Surge un conflicto de identidad?
R. Hay un dolor que surge de la emigración. Lo vemos de una manera muy clara en la madre de Rama, es una mujer que sufre porque no ha tenido más remedio que marcharse de su país. Ese dolor de alguna manera se transmite de madre a hija. Yo misma soy la hija de una mujer que ha arrastrado toda su vida el sufrimiento por este exilio.
Es una cadena de violencia que se transmite de generación en generación. Las mujeres negras emigrantes que ven la película reconocen una parte de su propia historia que nunca se cuenta. Hay historias de gente a la que no hemos querido ver, a la que hemos querido silenciar, y ese silencio por supuesto aumenta el dolor. El cine es una forma de reparación, para quienes no pueden ver historias que las representen, tiene un efecto sanador porque les permite existir.
P. Fabienne Cabou está en prisión cumpliendo una sentencia de 20 años. ¿Existe una verdad judicial y otra moral que pueden ser compatibles?
R. El mayor elogio que he recibido con esta película fue de la abogada de Cabou porque me dijo que había podido ver toda su humanidad, a la verdadera mujer. La mayoría de espectadores sale de la película con ganas de perdonarla. Eso es mi gran triunfo y demuestra que el cine tiene la capacidad de la empatía, de abrir la posibilidad de escuchar, de identificarse con personas que en la vida no nos fijamos. Cuando vemos la película, estas mujeres que ignoramos comienzan a existir.