Aken loach se le suele venerar como a ese viejo cascarrabias que hace tiempo que perdió el norte pero al que se sigue escuchando por respeto y algo de nostalgia. Nada más lejos de la realidad. El comunismo de Loach será más o menos discutible, pero lo que está fuera de todo debate es la cualidad que lo convierte en un gran artista, su sublime capacidad para conectar con el sufrimiento ajeno, especialmente el de las personas más débiles. Una cualidad que se deja notar con fuerza en esta espléndida película (justa ganadora el año pasado de la Palma de Oro en Cannes) que retrata la guerra de los irlandeses contra los ingleses por su independencia, en primer lugar, y la propia lucha fraticida que vivieron los propios irlandeses tras el primer tratado de paz. Una película extraordinaria.