El silencio de Julia
La escultura pública de Jaume Plensa en la plaza de Colón de Madrid no es el retrato de una espiritual niña, sino el monumento a un poderoso grupo empresarial
La instalación en la plaza de Colón de Julia fue seguida por las televisiones, los periódicos y toda clase de medios de comunicación, reproduciendo la información facilitada en la nota de prensa y en la visita inaugural con el artista, Jaume Plensa, quien proporcionó el titular al afirmar que su intención había sido inyectar “una chispita de ternura” en un espacio urbano que es más bien duro. La escultura ha complacido, sin duda, a madrileños y turistas; es tan fotogénica… En Instagram ha tenido el mayor éxito. ¿Importa qué es en realidad y por qué está allí? Sepamos lo que Julia calla, lo que no se ha dicho sobre este encargo de escultura pública que no es el retrato de una espiritual niña sino el monumento (efímero) a un poderoso grupo empresarial.
Tendemos, muy equivocadamente, a desligar la acción cultural de las empresas, sobre todo si se ejerce a través de fundaciones (que son entidades jurídicas independientes), de sus estrategias y sus intereses económicos, cuando éstos determinan tan a menudo las iniciativas de “responsabilidad social corporativa”. Pero en el caso que nos ocupa, bastante particular, ese deslinde es del todo imposible. La Fundación María Cristina Masaveu Peterson (en adelante FMCMP) es propietaria del 41,38% de la Corporación Masaveu, un emporio familiar asturiano con negocios muy variados: su buque insignia sigue siendo la cementera Tudela Veguín, pero tienen inversiones en banca, industria energética, bodegas, aparcamientos, inmobiliarias, clínicas privadas, centros de investigación médica, hoteles, sociedades portuarias de carga, recogida de residuos industriales… En 2017, Forbes estimaba que la familia, encabezada por Fernando Masaveu Herrero, ocupaba el undécimo puesto de las mayores fortunas españolas, con un patrimonio valorado en 2.500 millones de euros (aquí datos económicos actualizados del Grupo).
No es, desde luego, habitual que una fundación cultural sea un agente tan relevante en la esfera económica. Y es por ello necesario explicar las motivaciones y los procedimientos que condujeron a su creación, haciendo una mínima crónica de “la saga de los Masaveu”. Hay que tener en mente que esta familia siempre mantuvo la tradición de concentrar bienes y mando en el mayor de los herederos varones con el fin de que no se dispersara el patrimonio. El primero que nos interesa aquí es Pedro Masaveu Masaveu (1886-1968), que reunió el núcleo de la famosa colección de arte de la que luego hablaré. Le sucedió Pedro Masaveu Peterson (1938-1993), también coleccionista, que no tuvo hijos y murió relativamente joven; su hermana María Cristina (que da nombre a la fundación), soltera y también sin descendencia, confió la dirección de las empresas a su primo Elías Masaveu pero era la dueña de la mayor parte de la riqueza familiar, sumando a lo suyo lo heredado de su hermano. Antes de morir lo organizó todo para hacer hereu a Fernando Masaveu Herrero, el hijo mayor de Elías, fallecido en 2005. No solo para seguir la tradición sino también para aligerar en grandísima medida la imposición fiscal que sobrevendría a su muerte en caso de optar por una herencia convencional (y más tratándose de una transmisión tía-sobrino). Ya sabía ella lo que podía suponer para el patrimonio familiar el zarpazo de Hacienda, pues cuando murió su hermano tuvo que pagar 3.000 millones de pesetas y entregar en dación de impuestos 410 obras de arte valoradas en 11.000 millones que fueron motivo de un litigio judicial entre la Comunidad de Madrid y el Principado de Asturias (para dilucidar dónde había vivido el finado en los últimos años y, por tanto, a qué administración le correspondía cobrar el impuesto de sucesiones); tras la victoria de la segunda, fueron a parar al Museo de Bellas Artes de Asturias.
Al crear, siete meses antes de su muerte, una fundación, donando a esta sus bienes y poniendo a su frente, como presidente, al sobrino Fernando, le estaba dando el control de la Corporación. La maniobra supuso un enfrentamiento con sus hermanos, perjudicados por ella: se enfrentaron a él en los juzgados pero perdieron. La inscripción de la FMCMP, que hizo Fernando por poderes y que fue publicada en el BOE, nos informa de que sus fines están relacionados con el patrimonio, la formación y la investigación científica. Su domicilio se fijó ya en Madrid, en Almagro nº11 —¿por qué no en Asturias?—, y su mínimo patronato quedó compuesto por Fernando Masaveu Herrero (presidente), Pedro Ángel González Esteban (en representación de la empresa Flicka Forestal S.L.) y Carolina Compostizo, esposa de del primero (en representación de la empresa Peña María S.L.). Atención a su dotación inicial: 129.796.000 euros. La mayor parte correspondía al valor de las 1.400.000 acciones de Tudela Veguín que aportaba María Cristina Masaveu, a las que sumaba el Palacio de Hevia, en Siero, del que “la fundadora se reserva el derecho del usufructo vitalicio sobre dicha finca” (20% de su valor).
El Palacio de Hevia, que no es, como habría sido lógico, sede de la FMCMP aunque sí alberga una parte de la Colección Masaveu, ha sido, por su parte, motivo de polémica. Al tratarse de una “relevante pieza de la arquitectura palaciega asturiana del siglo XVII” debería estar incluido en el Inventario del Patrimonio Cultural de Asturias y ser declarado Bien de Interés Cultural. Pero, según denunciaba la revista Atlántica en 2015, esas medidas de protección no interesaban a la familia Masaveu, pues habrían obligado a facilitar el acceso a los visitantes. “Y eso, indudablemente, supondría incomodar seriamente la privacidad y tranquilidad de la honorable familia y el íntimo disfrute de su magna colección de arte”.
Como pueden contrastar en las siguientes tablas, extraídas de las Memorias de los ejercicios más recientes publicadas en su página web, el patrimonio de la FMCMP ha aumentado considerablemente con los años y es muy posible que supere ya los 200 millones de euros.
Y ¿qué ha hecho con esa fortuna, aparte de incrementarla incluso en tiempos de crisis económica? Entre 2006 y 2017 ha destinado 75 millones de euros a sus fines fundacionales.
Me chocan los 59,8 millones que dicen haber invertido en cultura tras repasar su actividad en ese ámbito, que no ha sido lo que se dice frenética. La FMCMP cuenta con un comité de arte integrado por Javier Barón (Jefe de Conservación de Pintura del Siglo XIX en el Museo del Prado), Francisco Calvo Serraller (historiador y crítico fallecido hace poco), Rafael Mateu de Ros (abogado y coleccionista), Ángel Antonio Rodríguez (crítico y galerista), Juan Várez (coleccionista) y el propio Fernando Masaveu, siendo su secretario Álvaro Sánchez Rodríguez (Área Jurídica de la Fundación). Desde 2013 gestiona la Colección Masaveu, que es propiedad de la Corporación homónima, integrada por unas 300 obras de pintura de la Edad Media y la Edad Moderna, con muchos grandes maestros, y el fondo de pintura española del siglo XIX, afirman, más importante de España, con unas 400 piezas. Este último es en gran parte fruto de la afición de Pedro Masaveu Peterson por la pintura catalana y valenciana de fines del XIX: compró gran número de cuadros de Cecilio Pla, Joaquim Mir, Ramón Casas o Santiago Rusiñol, entre otros, y todo lo que pudo encontrar de Joaquín Sorolla, cuyas 46 obras aún en la colección (13 pasaron, en pago de impuestos, al Principado de Asturias) han sido expuestas con gran éxito hasta hace solo unos días en el Centro Niemeyer de Avilés, del que la FMCMP fue en principio “socia”, hasta que Fernando Masaveu empezó a verle la patita a Natalio Grueso y, en 2011, puso pies en polvorosa.
Además, la colección se actualizó con un grupo más pequeño de autores de las vanguardias históricas (Picasso, Juan Gris, María Blanchard, Salvador Dalí, Francisco Bores, Oscar Domínguez, Benjamín Palencia o Joan Miró) y de la segunda mitad del siglo XX (Antoni Tápies, Lucio Muñoz, el grupo “El Paso” y la escuela de Cuenca), llegando a Juan Uslé o Miquel Barceló, que tiene en ella una “importante presencia”. Todo ello, como decía, es propiedad del grupo empresarial. Lo cual es algo chocante, pues si hubiese primado la protección del conjunto artístico, se podría haber dado en herencia o donación a la FMCMP. Ésta ha ido formando su propia colección, que es sobre todo fotográfica, comprando en ferias de arte españolas o a través de becas y de su programa Miradas de Asturias, ya clausurado, mediante el que ha encargado a fotógrafos bien conocidos reportajes sobre la tierra de origen (Alberto García-Alix, José Manuel Ballester, Ouka Leele, Joan Fontcuberta y Chema Madoz).
Supongo que un buen pellizco de los casi 60 millones que la fundación ha dedicado a la cultura han costeado esta colección. Lo que no sé es si en esa cuenta entra el gasto considerable de transformación del edificio que se ha convertido en su nueva sede en Madrid, en la calle Alcalá Galiano nº6, el cual abrirá pronto sus puertas al público (el Departamento de Comunicación de la FMCMP, al que he consultado sobre varios asuntos, ni confirma ni desmiente: “Nos remitimos a la información económica que consta en nuestras memorias anuales”, en las que no encuentro nada sobre el particular). Lo que nos lleva a las dulces relaciones de la Fundación con el Ayuntamiento de Madrid. El proyecto escultórico en Colón no fue iniciativa, como se ha reconocido, del gobierno de Manuela Carmena sino del de Ana Botella, que forjó una auténtica alianza con la FMCMP. Como evento más visible de esa entente, se presentó allí a finales de 2013, siendo Delegado de las Artes Pedro Corral y director de CentroCentro José Tono Martínez, una selección de 63 obras de la colección de la Corporación, como tercera entrega de la serie de exposiciones “El mecenazgo al servicio del arte”: Colección Masaveu: Del Románico a la Ilustración. Imagen y Materia.
Antes, en febrero, mientras se preparaba ya seguramente esta muestra, que no fue exactamente un regalo a los madrileños pues la entrada costó 6 euros y el Ayuntamiento hizo frente a gastos por valor de 100.000 euros —según declaró Martínez, los beneficios se repartieron “equitativamente” con la Fundación, que invirtió otro tanto—, se abrió en Conde Duque la primera de las cinco exposiciones que entre ese año y 2017 fueron dando a conocer los resultados del mencionado programa Miradas de Asturias. Las sucesivas entregas se exhibirían también en el Museo de Bellas Artes de Asturias, donde tendrían bastante más sentido que en una sala municipal madrileña.
En enero de 2014, con la colección todavía expuesta en CentroCentro, se anunciaba que la FMCMP abriría sede nueva en Madrid, en un edificio de la calle Alcalá Galiano que había sido hostal y viviendas. Antes había sido necesario que la Junta de Gobierno del Ayuntamiento aprobase un Plan Especial para establecer el régimen de usos y obras permitidas en el inmueble, adquirido hacía ya varios años. Al estar catalogado con el nivel 3 de protección en grado parcial tuvo que autorizarse la modificación de la fachada exterior, la prolongación de la escalera principal y la excavación de tres sótanos para garaje. El edificio ya está terminado y se ve que dentro hay actividad.
No es solamente un espacio cultural para el público: por encima del auditorio y las salas de exposiciones hay dos plantas dedicadas a “representación y administración” (recordemos que la Fundación está inextricablemente unida al grupo empresarial). La primera exposición, aún sin fecha de inauguración (“Próximamente”, dice la página web), se armará con obras del siglo XIX de la Colección Masaveu, y la segunda, ya en ¡2021!, con las del siglo XX. Será interesante, sin duda, conocer mejor una colección que se ha visto poco, pero no parece que la programación expositiva vaya a ser ambiciosa, que vaya a dinamizar la escena artística madrileña, a pesar de tener la fundación medios económicos de sobra para hacerlo. Su Departamento de Comunicación no permite suponer otra cosa: “La programación prevista son esas exposiciones, y continuar con exposiciones temporales de la Colección Masaveu y de la Colección de la Fundación, así como programas y talleres de formación y culturales”.
En febrero de 2015, un año después de que se comunicase la aprobación de aquel Plan Especial, la alcaldesa Ana Botella firmó el acuerdo con la FMCMP para “el patrocinio de un nuevo espacio expositivo al aire libre en los Jardines del Descubrimiento de la plaza de Colón, que será dirigido desde el Fernán Gómez. Centro Cultural de la Villa” (o sea, por José Tono Martínez, que era su director). Madrid Destino, la empresa municipal, gestionaría ese “programa de escultura pública de gran formato, de carácter temporal” y la fundación costearía las obras de adecuación del pedestal y su entorno así como las tres primeras ediciones del programa, que iba a arrancar ese mismo año. Se precisaba que cada pieza sería “elegida por una Comisión de Selección creada a tal fin. La Comisión estará compuesta por un Comité Institucional, en la que estarán representados tanto el Ayuntamiento de Madrid como la Fundación María Cristina Masaveu Peterson, y un Comité de Expertos de reconocido prestigio en el sector artístico y cultural, seleccionados por ambas partes”.
En esos momentos, el Ayuntamiento apostaba, para el Fernán Gómez, por las “grandes exposiciones populares” como Terracotta Army. Guerreros de Xi´an o A Su Imagen. Arte, cultura y religión, y el pedestal vacío de la estatua de Colón aspiraba a convertirse en algo similar al Fourth Plinth de Trafalgar Square. Solo que los proyectos del Fourth Plinth los paga la Greater London Authority, a no ser que el artista necesite gastar en su producción más de las 140.000 libras que se ofrecen, en cuyo caso debe buscar financiación adicional.
Para acabar de sellar la alianza, el 15 de mayo de 2015, en uno de sus últimos actos como alcaldesa antes de la victoria de Manuela Carmena en las elecciones de ese mes, Ana Botella entregó la Medalla de Oro de Madrid a a la FMCMP y a sus otros “mecenas”: Casa de Alba, Juan Abelló y Helga de Alvear. “Por su labor de conservación, recuperación y difusión del patrimonio histórico y su aportación a la vitalidad cultural de la capital de España”.
No importó al Ayuntamiento que, dos meses antes, en febrero, El Confidencial hubiera publicado que el jefe de la familia (que en algún momento había fijado su residencia en Lausana) figuraba en la “lista Falciani”, por estar detrás de ocho cuentas bancarias a nombre de las sociedades Marianas Limited y Forum System Corp, registradas en el paraíso fiscal de Isla Mauricio, en las que llegó a tener, entre 2006 y 2007, 5,7 millones de dólares.
Poco después, en mayo de 2016, se publicó en ese mismo medio que Fernando Masaveu aparecía también en los “papeles de Panamá”, donde tuvo una sociedad llamada Shimrod Finance que había liquidado en cuanto la lista Falciani llegó las autoridades españolas en 2010. Se ha supuesto (extremo sin confirmar) que Masaveu se acogió a la “amnistía fiscal” del ministro Cristóbal Montoro, regularizando su situación. Al conocerse estas nuevas informaciones sobre la actividad de Fernando Masaveu en paraísos fiscales, Podemos pidió en el Parlamento asturiano que se le retirara la Medalla de Oro de Asturias que el gobierno del Principado había concedió a la Corporación Masaveu en septiembre de 2015 (fue el año de las condecoraciones).
Esas prácticas financieras, no por extendidas entre los grandes capitales menos cuestionables, tampoco importaron a Manuela Carmena cuando su gobierno retomó el acuerdo con la FMCMP para el pedestal de Colón. Ni la presunta implicación de la Corporación Masaveu (a través de Tudela Veguín) en el fraude de la ampliación del puerto del Musel en Gijón, en el no me voy a detener (lean aquí y aquí) cometiendo supuestamente un delito fiscal (habría dejado de declarar 80 millones de euros en IVA e Impuesto de Sociedades) por el que fue imputada por la Audiencia Nacional pero del que no ha tenido que responder por haber prescrito, a pesar de las protestas del Observatorio Ciudadano Anticorrupción (OCAN).
La llegada de Carmena a la Alcaldía de Madrid no supuso la cancelación del proyecto pero es evidente que ralentizó muchísimo (tres años) su puesta en marcha. Sin embargo, la FMCMP afirma que no ha habido retraso: “No nos consta que haya existido otra causa que el tiempo necesario para la propia tramitación administrativa y ejecución de la adecuación del plinto y la gestión del proyecto”. La información referente a las “Agendas públicas” que aparece en la página de Transparencia del Consistorio nos permite saber que las conversaciones se reactivaron al menos en marzo de 2016, con Belén Llera (Directora General de Bibliotecas, Archivos y Museos) como principal interlocutora pero con reuniones al más alto nivel a las que asistieron Luis Cueto (Coordinador General) y la alcaldesa.
A pesar de que se dejado entender, tanto por parte de la FMCMP como del Ayuntamiento, y así lo han recogido muchos medios de comunicación, que la intervención de Jaume Plensa es el resultado de un concurso, se trata de una elección unilateral. Rezaba la nota de prensa oficial: “Con esta exposición se inaugura un novedoso programa artístico organizado por el Ayuntamiento de Madrid, que consiste en mostrar, durante un periodo aproximado de un año, una obra artística seleccionada por concurso público en dicho pedestal de la Plaza de Colón”. Lo que no se decía es que desde el primer momento la fundación había decidido que Plensa inauguraría ese programa. Así me lo confirma el Departamento de Comunicación: “Con el fin de contribuir al lanzamiento del pedestal como espacio expositivo, la Fundación acordó con al anterior equipo de gobierno en el convenio que la primera pieza a exhibir podía ser elegida directamente por la Fundación, asumiendo el coste íntegro de la obra, siempre que el artista fue un autor de reconocido prestigio. El actual equipo de gobierno ha respetado los términos convenidos, y ha sido la Fundación quien ha seleccionado al artista, a quien se le ha confiado la máxima libertad creativa en el encargo. Lógicamente, la Fundación presentó al Ayuntamiento su propuesta con carácter previo para su aprobación. El encargo al artista se realizó finalmente a principios de 2018. La primera pieza es la única que podía ser seleccionada por la Fundación, y las dos piezas siguientes de las tres que conforman el proyecto, su selección será gestionada por Madrid Destino, conforme a lo acordado, y por convocatoria pública”.
Los conductores y paseantes que admiran a Julia solo ven una inocente niña. Tierna, dice Jaume Plensa. Todos muy agradecidos a la FMCMP por su préstamo, que no regalo, pues dentro de un año la escultura, que forma parte ya de su colección, iniciará una itinerancia (apuesto a que comenzará en Asturias) por varias ciudades. ¿Se han preguntado por qué se ha colocado en los Jardines del Descubrimiento? Había allí un estupendo pedestal disponible, desde luego, pero imagino que habrá pesado en la decisión el hecho de que la nueva sede de la FMCMP está a un tiro de piedra de Colón y, cuando se inaugure dentro de unos meses podremos comprobar que Plensa ha forjado en buena medida la imagen pública de la fundación-empresaria —le ha puesto "cara"—, que no solo se proyecta hacia el espacio urbano próximo a través de Julia sino que humaniza el corazón del edificio: ha instalado en el “Patio Jaume Plensa” otro enorme retrato escultórico alargado de una niña, que se tapa la boca. Más silencio. Y quizá podamos ver otra más, en madera: una Paula (177 cm de altura) comprada en ARCO de 2014 (Galería Lelong) que ha vivido hasta ahora en las oficinas.
Hay un factor seguramente menor que, no obstante, no deberíamos despreciar en el análisis de la ubicación de la obra. En Madrid decimos habitualmente “Colón” para referirnos a la plaza, pero como ya he mencionado su nombre oficial es “Jardines del Descubrimiento”, en referencia a la hazaña transoceánica del navegante y empleando un término que molesta lógicamente mucho en Latinoamérica. En esa plaza ("jardín" es mucho decir), por iniciativa de José María Aznar, ondea la bandera española más grande que se puedan imaginar, la cual entra casi siempre en el campo de visión y en el encuadre fotográfico cuando se dirige la mirada a la escultura de Plensa. He visto, en perfiles de catalanes en redes sociales y en algún artículo periodístico (vean La Vanguardia), cómo ese emparejamiento visual era subrayado y a veces lamentado.
No voy a suponerle a la FMCMP simpatías o antipatías por uno u otro modelo de Estado, aunque Alicia Castro Masaveu, prima hermana de Fernando y uno de sus mayores apoyos en la gestión de la Corporación (en ella, es Consejera y además Directora General de Relaciones Institucionales y Comunicación), fue diputada del PP hasta 2007 y recientemente se ha dejado ver junto a Santiago Abascal, líder de VOX, o aunque se sabe (El País, 24-11-2015) que Tudela Veguín entregó en 2002 al PP 36.000 euros después de haber recibido 5,7 millones en subvenciones del ejecutivo de Aznar, incumpliendo la legislación sobre financiación de partidos. Todo eso fue hace demasiado tiempo. Quienes vean aquí una afirmación españolista deben saber —esto lo ha dicho Plensa solo en Estados Unidos, en una entrevista concedida el año pasado en Chicago— que Julia es vasca. Quizá, tras sus párpados cerrados, sueña en euskera.
Pero sí me atrevo a imaginar que hay cierta intención simbólica en la elección de esa plaza y de ese pedestal, relacionada con los negocios de la Corporación Masaveu que, como la estatua de Colón, ha puesto los ojos en América y está realizando grandes inversiones inmobiliarias en Estados Unidos: 580 millones de euros en dos años.
Y aprovecho para comentar que el Colón que cedió la silla a Julia, y que la saluda desde el centro de la Castellana —donde estuvo al principio de todo— nació como regalo de la nobleza española a Alfonso XII con motivo de su matrimonio con María de las Mercedes, aquella vez sí mediante un concurso de verdad, que ganó otro escultor catalán, Jerónimo Suñol Pujol (el pedestal neogótico es de Arturo Mélida Alinari). El rey murió mucho antes de la cuenta pero los nobles entregaron igual el encargo a la Villa de Madrid, en la simbólica fecha del 12 de octubre (de 1892).
La FMCMP y el Ayuntamiento comunicaron que Julia es una pieza “creada ex profeso” por Plensa para este lugar. Bueno, quizá esta sí (su tamaño, sus materiales, su colocación), pero ya antes había colocado unas cuantas Julias en espacios públicos y privados. Las cabezas alargadas del artista son legión en el mundo entero y este no es el único modelo que ha repetido en diversos formatos. Aquí tienen a los clones de Julia (y quizá falte alguno).
Julia gusta al público pero ha desencadenado un debate entre críticos y artistas, algunos de los cuales han sido muy duros con Plensa. No voy a entrar en él (debo recordar aquí que formé parte del jurado que le concedió el Premio Velázquez) pero sí voy a hacer una sucinta caracterización de la obra en su condición de monumento escultórico, basándome en el excelente libro que acaba de publicar J. Pedro Lorente, Arte público y museos en distritos culturales (Trea, 2018). En el apartado “El retorno posmoderno de la estatuaria monumental como reclamo popular” encontramos algunas claves para interpretarla. El espacio público, dice Lorente, se ha convertido en escenario para el cultural branding, mediante el cual instituciones públicas o privadas se promocionan ante la ciudadanía mediante piezas escultóricas de especial atractivo. El formato preferido es la estatua figurativa monumental, que favorece la identificación emocional del viandante, con sus “plusvalías afectivas” y sus “simbolismos añadidos por el entorno urbano e institucional que sirve como telón de fondo”. Esa escultura de gran popularidad puede acabar convirtiéndose en, o funcionando como, el “logo” del museo o institución, o en su “imagen corporativa”. ¿No hemos estado observando estas características en el proyecto de la FMCMP en Colón? Efectivamente, la dulce Julia desata la simpatía y la identificación, suavizando las posibles percepciones críticas sobre la fundación y el grupo empresarial, y proyectando desde Alcalá Galiano, gracias a Plensa, una muy positiva imagen corporativa. Es una jugada perfecta. Lorente apunta que la negociación entre la institución que saca la escultura a la calle y la autoridad municipal que debe consentirlo puede ser “más delicada (…) en el caso de fundaciones privadas, a las que algunos pueden acusar de invadir el espacio público con obras artísticas que respondan a gustos o intereses personales”. Este sería el caso pero, como hemos visto, a pesar de los retrasos, el Ayuntamiento de Madrid ha dado en todo momento a la FMCMP las mayores facilidades.
Pronto volveremos a ver a Fernando Masaveu como héroe de las artes. La Fundación Callia, que no es más que el departamento de relaciones públicas de Wealth Advisory Services, la asesoría artística para grandes fortunas de Carmen Reviriego —muy cercana, por cierto, a Plensa, a quien llevó al Museo del Prado para promocionar estos galardones— le ha concedido al empresario uno de sus Premios Iberoamericanos de Mecenazgo a través de un jurado en el que han participado Miguel Falomir, director del Museo del Prado —al que la FMCMP ha financiado un par de publicaciones y una beca de formación (18.000 euros brutos)— o Guillermo Solana, director del Museo Thyssen. Y la apertura al público de la FMCMP promete una gran celebración.