Pedro Pascal en la segunda temporada de 'The Last of Us'.

Pedro Pascal en la segunda temporada de 'The Last of Us'.

Homo Ludens

'The Last of Us', la segunda temporada vuelve con un relato más violento, oscuro y trágico

La serie, protagonizada por Pedro Pascal y Bella Ramsey, adapta de manera parcial el videojuego con una fidelidad encomiable. Se estrena en España el lunes, 14 de abril. 

Más información: 'Grounded II', el making of de 'The Last of Us Part II'

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Los últimos meses de desarrollo de The Last of Us Part II (2020) fueron agónicos para Neil Druckmann, Haley Gross y todo el equipo de Naughty Dog. Primero sufrieron un retraso de última hora que les llevó a cambiar la fecha de lanzamiento de febrero que habían previsto con mucho cuidado en un evento impresionante para la prensa de todo el mundo meses antes.

Luego la pandemia y los confinamientos les obligaron a mandar a todo el estudio a casa durante la recta final y desbarataron todos los planes de PlayStation para desplegar una campaña de marketing colosal. El teletrabajo repentino descubrió algunas vulnerabilidades que un grupo de hackers utilizó para penetrar en sus sistemas y robar muchísimos materiales del juego que más tarde procedieron a colgar en las redes de la manera más torticera posible.

Esta presentación de los traumáticos eventos de la narrativa, completamente descontextualizada, incitó una oleada de odio tóxico que traspasó todas las líneas.  Durante semanas se convirtió en el epicentro de las guerras culturales. El juego no tuvo ninguna posibilidad de ser valorado por sí mismo.

Ahora, cinco años después, Neil Druckmann tiene una nueva oportunidad de la mano de Craig Mazin y HBO, esta vez en formato televisivo. Aunque nos han pedido a los críticos no revelar ninguno de los momentos más impactantes de la temporada, las restricciones no han sido esta vez tan draconianas como cuando se lanzó el juego, unas condiciones irracionales (probablemente fruto del trauma ocasionado por las filtraciones) que probablemente contribuyeron en última instancia a la enorme confusión al respecto y a que prosperaran los discursos más tóxicos y malintencionados.

Sin embargo, voy a ser muy estricto en cuanto a la trama para preservar la totalidad de la experiencia para quienes se acercan a ella sin ningún conocimiento previo. Es un viaje sin parangón que abraza con determinación su radical identidad como tragedia griega. En palabras de Druckmann, "si el primer juego gira en torno al amor, este lo hace en torno al odio". Bienvenidos al corazón de las tinieblas.

Han pasado cinco años desde que Joel salvara a Ellie de la mesa de operaciones donde le iban a extraer el cerebro para intentar una cura a la infección fúngica que destruyó la sociedad décadas atrás. Los dos se han instalado en Jackson, Wyoming con Tommy y su familia.

Ellie forma parte de las patrullas que mantienen a salvo la ciudad con Dina (Isabela Merced) y Jessie (Young Manzino), mientras que su relación con Joel parece haberse enfriado. En un chalet en la lejanía, un grupo de soldados comandado por Abby (Kaitlyn Dever) ha cruzado medio país, desde Seattle, para saldar cuentas pendientes.

Esta temporada cuenta con siete episodios de una hora como mucho (algunos son bastante menos), lo que implica dos menos que la primera, que adaptaba la totalidad del primer juego. Mi principal crítica entonces fue la forma tan apresurada con la que abordaron el recta final, circunstancia que, en mi opinión, restó algo de fuerza a la monumental decisión de Joel respecto a cómo enfrentaron el clímax en el videojuego. Aquí, Mazin y Druckmann han evitado repetir el mismo problema al tomárselo con más calma.

Kaitlyn Dever en la segunda temporada de 'The last of us'.

Kaitlyn Dever en la segunda temporada de 'The last of us'.

The Last of Us Part II es un juego gigantesco de 30 horas, prácticamente el doble de metraje que Part I y cuenta con una estructura narrativa muchísimo más compleja y ambiciosa. Estos siete episodios solo cuentan una parte de la historia, pero el punto en el que lo dejan es una separación natural, un cierre momentáneo que consigue mantener el difícil equilibrio entre morirse ganas de saber lo que sucede a continuación y tener cierta satisfacción por los hechos transcurridos.

Después de un primer episodio apropiadamente reposado, en el que retomamos el contacto con los protagonistas después de un salto temporal notable, las cosas se tuercen de una manera dramática en el segundo, con una batalla que probablemente pasará a los anales de la televisión.

Las referencias a Hardhome (el octavo episodio de la quinta temporada de Juego de Tronos, donde Jon Snow se topa con el Rey de la Noche por primera vez) son evidentes, pero la contienda resulta incluso más espectacular gracias al generosísimo presupuesto con el que la producción ha contado y que se evidencia en cada plano.

Muchas secuencias están sacadas directamente del videojuego, como el agónico reptar por una verja cediendo ante el peso de cientos de infectados, lo que ha permitido depurar hasta el último detalle de una planificación cinematográfica estelar. Pero la serie va mucho más allá, siguiendo de cerca a otros personajes durante el asalto, ampliando los puntos de vista de una lucha desesperada por resistir el acoso de lo que parece una horda infinita y elevando la tensión hasta el paroxismo.

Es  un compendio de situaciones dramáticas que lleva al límite las capacidades actorales de un elenco al límite y culmina en un ejercicio de crueldad extrema absolutamente desgarrador. Un episodio brillante, traumático y sobrecogedor que establece el tono oscuro del resto de esta historia.

Isabela Merced y Bella Ramsey en la segunda temporada de 'The last of us'.

Isabela Merced y Bella Ramsey en la segunda temporada de 'The last of us'.

Más adelante, la acción se traslada a Seattle, una ciudad atravesada por un conflicto enconado entre una milicia fascistoide (el frente de liberación de Washinton) y una legión de fanáticos religiosos (los serafitas). Neil Druckmann, oriundo él mismo de Tel Aviv, establece un paralelismo obvio con el conflicto entre isralíes y palestinos.

Sin embargo, cuando publicó el juego todavía no se habían sucedido los hechos del 7 de octubre y la posterior invasión terrestre a la Franja, por lo que la trama en esta ocasión muerde incluso con más ahínco. La serie no ha hecho concesiones, trasladando la violencia descarnada del juego sin filtros de ningún tipo.

Es un descenso a los infiernos, un viaje a las entrañas de la bestia, una inmersión en la sinrazón de la crueldad humana. En ocasiones, Mazin incluso llega a alterar levemente los hechos para hundir el puñal más adentro. No es un visionado apacible, ni mucho menos, de la misma manera que el juego llegó a convertir en un oxímoron el término que usamos para referirnos al medio interactivo.

De hecho, si la oscuridad inherente al material no termina por hacerlo insoportable es sobre todo por el vibrante trabajo de los actores, en especial Isabela Merced, cuya calculada sensualidad y su rostro amable mantienen un rayo de esperanza y levedad durante toda la temporada.

The Last of Us, en esta segunda temporada, continúa manteniendo alto el estandarte de las adaptaciones de videojuegos gracias a su reverencia por el material original y a la excelencia técnica y artística que exhibe en todos los apartados. Las adiciones son tan puntuales y se engarzan con la trama de manera tan natural que en algunos casos incluso llegué a dudar de su origen.

Quizá la principal discrepancia se encuentra en cómo Bella Ramsey y Kaitlyn Dever encarnan a Ellie y Abby respectivamente. Ni Ramsey es tan inhumana y letal como la Ellie de Ashley Johnson (la actriz del juego que encarnaba a su madre en la primera temporada de la serie) ni Dever tiene el imponente físico de Abby en el juego, un aspecto capital de su personaje que aquí se ha perdido al priorizar el casting de una joven con las capacidades expresivas requeridas, con escenas donde se las apaña para transmitir emociones desgarradoras sin apenas tener que pronunciar palabra.

Sin embargo, si alguien se lleva la palma ese es Pedro Pascal, el actor del momento, que tiene muchas de las escenas más poderosas de toda la serie en esta tanda de episodios.

Este es un Joel mucho más avejentado que la última vez que lo vimos, y tanto Ellie como el curso de los acontecimientos le llevan a un espacio de vulnerabilidad extrema donde el chileno demuestra un control absoluto sobre cada línea de su rostro a pesar del maquillaje voluminoso que exhibe. Es una interpretación magistral, un tour de force que convencerá incluso a los más escépticos y que volverá a granjearle nominaciones a todos los premios en liza.

En definitiva, Craig Mazin, Neil Druckmann y un elenco portentoso se las han ingeniado para crear una temporada más redonda que la primera. La decisión de adaptar solo una parte del juego se demuestra totalmente adecuada. El ritmo de los acontecimientos está mucho mejor acompasado a la odisea interior de los personajes, concediéndoles el tiempo necesario para expresar un rango de emociones contradictorias y cuando llega el momento, la acción se desata con una furiosa intensidad. No es un visionado fácil.

Es un bautismo por inmersión en lo peor de la condición humana, el odio más atávico, cruel y desmedido. Una tortuosa reflexión sobre las consecuencias últimas de los códigos de retribución que mantenemos vigentes desde los sumerios, por mucho que hayamos inventado religiones para intentar trascenderlos. La sangre de Abel, la sangre de Isaac e Ismael, clamando con voz muda, fluyendo en un ciclo interminable desde la tierra prometida de Canaán.