Un E3 virtual con algunas luces y muchas sombras
Después de cancelar la edición del año pasado por la pandemia, la que sigue siendo la principal feria del sector ha vuelto con un evento virtual cuyo resultado cuestiona su misma existencia
Desde 1994, el E3 ha sido un lugar de encuentro para profesionales de la industria del videojuego donde se cerraban todo tipo de acuerdos y se presentaban las principales novedades de cara al próximo año, sobre todo las de la campaña navideña. Con el tiempo las cosas fueron cambiando, quedando la faceta de relaciones entre editoras y tiendas en un segundo plano para pasar a ser un gran escaparate de marketing donde se entusiasmaba a la audiencia con vistosas presentaciones y golpes de efecto (el último, la aparición estelar de Keanu Reeves para anunciar la fecha de lanzamiento de Cyberpunk 2077). Durante la pasada generación, Sony se convirtió en la gran especialista de estos eventos, hasta que su paciencia con la rigidez de la entidad organizadora se terminó y decidieron separarse. Aquello fue un torpedo a la línea de flotación del E3. La pandemia ha sido otro, y lo que ha hecho Geoff Keighley (conocido por sus The Game Awards) con Summer Game Fest, otro. ¿Volverán las cosas a la normalidad en 2022?
Es de justicia señalar antes de nada que algunos de los eventos digitales sí tuvieron cierto empaque. El principal, el que Microsoft y Bethesda hicieron de manera conjunta. Giró casi por completo en torno a Game Pass, el servicio que han puesto en el eje de toda su estrategia. 27 de los 30 juegos que aparecieron durante la hora y media del evento llegarán a Xbox Game Pass, y la mayoría con fechas relativamente cercanas. El que queda más lejos es Starfield, la gran épica espacial que Todd Howard está dirigiendo y quiere sacar para el 11 de noviembre de 2022, a los 11 años de Skyrim. Anunciaron que Halo Infinite llegará a finales de año, pero curiosamente se abstuvieron de dar una fecha concreta. Tampoco enseñaron nada de la campaña. El proyecto ya se retrasó un año entero después del desastre del verano pasado y los problemas entre bambalinas son más que evidentes. Aun así, quedan muchas incógnitas que resolver. Microsoft se ha gastado demasiado dinero como para que el juego sea un fracaso, y su intención de ofrecer el multijugador completamente gratis (sin ni siquiera tener que pasar por Game Pass) muestra que quieren entrar al barro con Call of Duty Warzone y Fortnite aun sin Battle Royale.
Por lo demás, conocimos muchas fechas de juegos que considero que tienen un potencial enorme. En agosto, 12 minutes, el thriller indie de reparto espectacular con Willem Dafoe, James McAvoy y Daisy Ridley (cómo se notan los contactos de Annapurna). Sommerville, lo nuevo de los creadores de Inside. Requiem, la secuela del meritorio A Plague Tale. La ciencia ficción rusa de Atomic Heart y Stalker 2: Shadow of Chernobyl. El fotorrealismo de Microsoft Flight Simulator y el viaje a México de Forza Horizon 5, que creo que casi nadie se esperaba. Por último, Redfall, el nuevo juego de Arkane, que está pensado para el próximo año pero cuyos detalles todavía son escasos. Parece abandonar el género de los simuladores inmersivos que se ha ganado el favor de la crítica en el pasado para acoger un esquema de shooter cooperativo con una premisa vampírica y unos personajes con todo tipo de poderes. Con esto y Deathloop queda claro que Arkane ha querido adaptar sus talentos a un tipo de juego que pueda tener un mayor éxito comercial. Sin embargo, es importante recalcar que estos títulos estaban en un estado avanzado de desarrollo cuando se produjo la compra de Microsoft, por lo que no tienen por qué ser indicativos de lo que sucederá a continuación.
Square Enix hizo una presentación con dos novedades principales: un juego sobre Guardianes de la Galaxia a cargo de Eidos Montreal y Stranger of Paradise Final Fantasy Origin, de Team Ninja. El primero es otro ejemplo más de los largos tentáculos de Marvel y de la prevalencia de las licencias de cómic en otros medios. A los japoneses no les ha ido muy bien con Marvel’s Avengers, pero este juego sobre Star-Lord y compañía parece ir en una dirección diferente. Ni juego como servicio, ni modelo multijugador de ningún tipo, sino un juego de acción en tercera persona y una cierta capacidad de influir en el devenir de los acontecimientos. Somos muchos los que pensamos en su día que si se hubieran centrado en el modo historia con los Vengadores les habría salido un juego mucho más eficiente y más barato. Puede ser la fórmula adecuada para los Guardianes de la Galaxia, pero no puedo evitar sentir un cierto hartazgo ante estas propuestas tan pusilánimes. No deja de ser una cierta tragedia que Eidos Montreal haya tenido que abandonar la estimulante ciencia ficción de Deus Ex para producir este tipo de adaptaciones.
La otra gran novedad era ese spin-off de Final Fantasy de nombre interminable, y su puesta de largo no pudo ser más catastrófica. No hay otra forma de decirlo. El tráiler es estúpido, con un diálogo penoso que se ha convertido en un meme en contra de su voluntad. Acusa las peores características de la franquicia, con una influencia evidente de Tetsuya Nomura, alguien que ha sido incapaz de madurar con el medio y que parece completamente atascado en los noventa. Sin embargo, lo peor fue la demo que anunciaban, que estaba corrupta y estuvo más de un día inaccesible. Después, consiguieron subsanar el problema y la descargué en PlayStation 5 para ver si Team Ninja había conseguido trasladar todo lo bueno que consiguieron hacer con Nioh 2. El resultado es una de cal y otra de arena. El sistema de combate profundo, flexible y vistoso está ahí, pero todo lo demás no consigue estar a la altura. La dirección artística es muy derivativa, la inteligencia artificial de los compañeros parece inexistente, técnicamente luce muy anticuado… La idea de volver al primer Final Fantasy, el de 1987, para plantear un juego de acción a lo Nioh es buena y puede tener mucho recorrido, pero no de esta forma. Se necesita más presupuesto, y menos interferencias de Nomura, que en mi opinión es un lastre que va en detrimento de todo lo que toca en Square Enix.
Por último, Nintendo siguió a lo suyo, anunciando refritos y morralla varia, con muy pocas novedades destacables. De sus 40 minutos de presentación lo único que se puede salvar es el anuncio de Metroid Dread, del estudio madrileño Mercury Steam, y un leve atisbo al final de la secuela de Breath of the Wild, que sigue sin tener nombre y que en teoría saldrá en 2022, probablemente hacia el final. Los de Kyoto han tenido un éxito extraordinario con la Switch, pero al mismo tiempo han demostrado una incapacidad manifiesta para nutrir al catálogo de la consola de esos juegos ambiciosos y punteros (si no en gráficos, sí en diseño) con el que tradicionalmente todos les hemos identificado. El primer año de vida de la Switch fue absolutamente espectacular, quizá muy condicionado por la muerte prematura de su predecesora, pero desde entonces, en vez de ir a más, han ido a menos, contentándose con volver a sacar juegos que no habían funcionado muy bien en Wii U y juegos de ambición limitada. ¿Qué ha pasado con Bayonetta 3? ¿No hay nada que puedan enseñar de Metroid Prime 4? ¿Por qué la secuela de Breath of the Wild está llevando tanto tiempo? Cuando por fin salga al mercado, habrán pasado casi seis años desde la primera parte. En un juego tan continuista en tantos aspectos, con el mismo motor gráfico, la misma dirección artística y que incluso reutiliza buena parte del mismo mundo de juego, no se explica ese intervalo tan alargado. Lo poco que pudimos ver luce muy bien, pero uno se pregunta por qué demonios lo presentaron hace dos años si iban a tardar tanto.
En definitiva, este año el E3 ha tenido un claro ganador, a pesar de ser bastante predecible. Microsoft ha echado mano de la cartera de manera escandalosa y parece que en poco tiempo empezará a recoger los frutos. Ubisoft tuvo una presencia muy discreta. Lo único reseñable fue el primer vistazo que ofrecieron al juego de Avatar, diseñado para la nueva generación y pensado para el año que viene. Si se cumplen los pronósticos, 2022 será un año espectacular, con todos los retrasos ocasionados por la pandemia haciendo que muchos juegos se hayan deslizado en el calendario y creando una competencia feroz. Uno de los que nos llegará primero, en enero, será Elden Ring, la colaboración entre George R. R. Martin y Hidetaka Miyazaki. El tráiler se dejó ver al final del evento de Geoff Keighley, que técnicamente no forma parte del E3. A pesar de su apartado técnico ya desfasado, luce una dirección artística espectacular, y su apuesta por el mundo abierto puede que sea lo que la fórmula Souls necesitaba para progresar. Es evidente que han tenido varios problemas de desarrollo, pero parecen estar seguros de llegar a la cita. Para el E3 en sí, el año que viene es la hora de la verdad. Con la pandemia superada, habrá que volver a un evento presencial y se verá si las compañías están por la labor. Su destino está en el alambre. Es evidente que la prensa y los jugadores quieren volver a tener una semana de expectación y magia, pero los ciclos de desarrollo se han alargado tanto que ya no se puede alimentar la maquinaria anual.