'Vigil', cuando la BBC saca bola
La serie de Tom Edge es una nueva versión de la Guerra Fría en la que la única posibilidad de alcanzar el desarme nuclear es debilitar al enemigo
El nuevo éxito de la BBC cuyo sexto y último capítulo emite hoy, 18 de octubre, Movistar + arranca con una secuencia que provocaría el ingreso del 97% de los productores y directivos de televisión de este país en la unidad coronaria del hospital que tuvieran más a mano. Los imagino en sus despachos bien iluminados, retrepados en un fauteuil de cuero y ajustándose las gafas para leer la escaleta de un piloto que arranca con EXT./DÍA “Un barco pesquero es arrastrado por un submarino”. La implosión del ábaco mental provocaría sudoración, pérdida de la visión y aceleración del pulso que derivarían en una veloz visita a urgencias. Al despertar llegaría el alivio de saber que todavía no se había dado el visto bueno a la serie, que el dinero seguía en la caja, y que lo único que acabaría hundiéndose en el mar sería el proyecto, quien sabe si atado al guionista y a una bola de cemento de 100 kilos.
En la televisión pública española (y me temo que también en la privada) una miniserie como Vigil tendría menos recorrido que un musical sobre ETA. En la BBC, donde el riesgo es ley, ha cosechado una media de 9,6 millones de espectadores durante la semana de emisión, cifras que se van a los 12 millones si se contempla una franja de 28 días. Pero ¿de qué va Vigil? Partiendo de una síntesis básica, la teleficción creada por Tom Edge relata el ingreso de la inspectora Amy Silva (Suranne Jones) en el submarino nuclear de clase HMS Vanguard que da nombre a la serie, para investigar la repentina muerte del suboficial Craig Burke (Martin Compston). Las primeras indagaciones de la detective determinarán que la causa del fallecimiento no fue una sobredosis de heroína, como habían apuntado los responsables de la nave, sino el asesinato.
La resolución del whodunit no es, sin embargo, el único foco de atención que enciende esta producción de World Productions. De hecho, resulta más interesante su facilidad para hilvanar sucesos aparentemente desconectados que terminan por conformar una radiografía de la geopolítica del momento. Así, el hundimiento del pesquero Mhairi Finnea frente a las costas de Escocia, el asesinato de Burke en el interior del submarino (y los acontecimientos que desencadenará la investigación de Silva), un incidente sucedido en Port Haven (Florida) en el que se vio involucrado buena parte de la tripulación del Vigil y la lucha contra el uso de submarinos nucleares por parte de un grupo de activistas asentado frente a la base de Dunloch, estarán estrechamente relacionados en una historia que termina involucrando a la Real Marina Británica, al MI5 y a la policía, pero también a los servicios secretos rusos (SVR) y a la U.S. Navy. La línea de diálogo que mejor define lo que sucede en esta miniserie estrenada por la BBC la encontramos en el primer episodio, en una conversación entre Silva y el comandante Newsome (Paterson Joseph):
(Silva) – Pero no estamos en guerra.
(Newsome) – Eso es una ilusión. Siempre estamos en guerra.
Y eso es lo que expone Vigil, una nueva versión de la Guerra Fría en la que la única posibilidad de alcanzar el desarme nuclear (total o parcial) pasa por debilitar al enemigo -y forzarlo a que dé el primer paso- creando alambicadas campañas de publicidad negativa (vuestros submarinos están obsoletos, tanto que os hemos tenido que rescatar) que obliguen a los parlamentarios británicos a tomar decisiones drásticas sobre el asunto. La infiltración de un espía ruso en la nave, el sabotaje y los asesinatos o la insospechada alianza entre activistas antinucleares y agentes del SVR, solo son estrategias que tienen como objetivo obligar al gobierno británico a que retire su vieja flota de naves subacuáticas, dejándola en inferioridad de condiciones con respecto a las otras potencias.
Partiendo de una trama única (¿quién mató a Craig Burke?) que va bifurcándose gracias a la alternancia de puntos de vista, el equipo de guionistas formado por el creador Tom Edge, Chandni Lakhani y Ed Macdonald, combina la investigación ‘interior’ de la agente Silva con la ‘exterior’ que llevará a cabo Kirsten Longcare (Rose Leslie), a la vez expareja de la anterior. Esa doble focalización principal -que, en ocasiones, se amplía a conveniencia, y no siempre de manera necesaria o justificada, a las perspectivas de otros personajes- está suturada por una sucesión de flashbacks explicativos en los que se detalla el inicio, auge y decadencia de la relación entre las dos policías, surgida tras la muerte del marido de Amy en un accidente de tráfico durante un viaje familiar (su coche cayó a un lago y murió ahogado; su esposa solo pudo salvar a la hija de ambos). En realidad, toda esa historia pretérita constituye una trama en sí misma, y el uso recurrente del flashback -que casi siempre resulta mecánico y, en no pocas ocasiones, bastante torpe (algunos son en exceso enfáticos)- debería obligarnos a pensar si todo ese background de la pareja coprotagonista no podría haberse contado desde el presente, sin necesidad de ilustrar su pasado.
La serie, que va de más a menos y que remonta en el episodio final, presenta algunos problemas además de los anteriores. Ahí esta esa llegada de la policía, avisada por Kirsten tras ser víctima de un asalto en casa de Amy (1.02), que se cruza de frente con dos tipos encapuchados que huyen en moto y no les da el alto - es una calle estrecha, estás en la dirección correcta, te han dado el aviso, ves a un par de sujetos con pasamontañas huyendo a toda ‘virolla’ y ¿qué haces? No prestarles ni la más mínima atención (!). O esa cita clandestina que le costará la vida a Jade Antoniak (Laura Lyle), la novia de Burke y a la integrante de la plataforma antinuclear para más señas, que va a una reunión con un tipo desconocido cuando ya sabe que su pareja ha sido asesinada y que no poca gente tiene los ojos puestos en ella, de la que sospechan que tiene información sensible (¿cómo no se lo dices a nadie? Y si no informas porque el intermediario es, como se afirma al final, de confianza, ¿por qué, de repente, avisas a Kirsten?). También da que pensar que, para huir del coche que la persigue, Kirsten se refugie en la azotea de un parking… donde no tiene escapatoria. O que la doctora Docherty (Anjli Mohindra) le dé un beso en los morros a un oficial que acaba de ser víctima de una intoxicación con gas nervioso. O la celeridad con la que el agente Porter (Reuben Joseph) descubre que hay un código oculto en las fotos que el agente ruso Peter Ingles (Sam Redford) comparte a través de una red social. Y ya me detengo, espero sepan disculpar mis pequeñas obsesiones que, estoy seguro de ello, no entorpecen en exceso el desarrollo de la trama.
Muchos de ustedes afirmarán que hemos juzgado con excesiva severidad una propuesta que se ve con agrado y a la que es difícil dejar de prestarle atención (y que no se puede ver mientras uno hace la cena o mira el móvil para ver si ya han echado a Koeman de una santa vez). Construida en un permanente crescendo, con unos picos de tensión situados al final de cada episodio que no la hacen aconsejable para los usuarios de marcapasos, Vigil prolonga la tendencia fijada por éxitos previos como la longeva Line of Duty (Jed Mercurio, 2012-?) o Bodyguard (Jed Mercurio, 2018), demostrando que a falta de series de high concept, la BBC sabe que los thrillers o los dramas de época siempre le dan buenos resultados (principalmente porque son tan sólidos como las piedras de Stonehenge.)
Tiene, además, un piloto muy bien armado, que deja meridianamente claras las reglas del juego, reglas que luego se respetarán. Por ejemplo: en el submarino solo se pueden recibir mensajes, pero no emitir comunicaciones, lo que genera una asimetría informativa a la que se le sacará enorme partido. Aprovecha muy bien las dimensiones del navío para remarcar las carencias de la inspectora Silva: un ahogamiento espacial que también es mental (metáfora que funciona mejor gracias a determinadas decisiones de planificación -foto 1- que cuando se explica a través de los flashbacks). La tensión y el rechazo que provoca la entrada de un organismo (femenino) exterior dentro del masculinizado cuerpo de marineros, el señalamiento de las dificultades que Silva encontrará, mediante un simple resbalón en la escalera de bajada, o la diligencia con la que la detective trabaja -es rápida y va al grano- dotan de empaque a un primer episodio que funciona como un Patek Philippe en la muñeca de Phileas Fogg.
El episodio final es el otro gran punto álgido de Vigil. Y lo es por el manejo del tiempo. Conviene recordar que, en el planteamiento, ya se establece que la investigación tienes los días contados (tres), lo que enfrenta a la inspectora Silva a una lucha contra el reloj. Ese margen se ampliará, a causa de las circunstancias, a tres semanas, pero ese mecanismo de cuenta atrás no quedará desactivado, sino que sufrirá una ligera modificación. Ahora la misión no consistirá en resolver el crimen, sino en detener al agente ruso infiltrado que está saboteando el submarino, operación que debe completarse lo más rápido posible para evitar un desastre nacional. El tiempo, pues, sigue apremiando. Y el guion de Edge lo explota alternando situaciones de tensión: la reconexión del sistema de comunicaciones (del exterior les están llegado informaciones decisivas que el comandante desconoce porque no las puede recibir, entre ellas la identidad del saboteador), la reparación de una válvula cuya rotura provoca que el submarino esté a punto de hundirse irremisiblemente y no poder regresar a la superficie, y la persecución de la inspectora Silva por parte del agente soviético que quiere quitarla de en medio para así cumplir con su misión.
Pero todo esto -la claustrofobia, la tensión, los giros de guion- no funcionaria tan bien sin un reparto en el que no hay ni una sola nota disonante. Aquí interpreta bien hasta el que le da la vuelta a la válvula para que el submarino no se hunda. Vigil expone su verdadero poderío teniendo como secundarios, y encarnando papeles tan breves como bien escritos, a (‘ojo cuidao’ con el listado que se viene):
- Stephen Dillane, el Stannis Baratheon en Juego de Tronos, bordando el rol del almirante Shaw, un hombre severo, dispuesto a defender la corona a cualquier precio y dotado de un sentido del humor que pasaría desapercibido en el interior de un túnel.
- Martin Compston, el Steve Arnott de Line of Duty, serie también creada desde World Productions. Su aparición es mínima pero fundamental y el hecho de que sea un actor conocido por el público (sobre todo por el público británico) hace que su desaparición rompa con sus expectativas (¿cómo alguien que podría ser el protagonista palma en el primer acto del primer episodio?).
- Gary Lews, el Colum MacKenzie de Outlander, como el superintendente Colin Robertson, con ese acento escocés que convierte el idioma de Shakespeare en una remachadora y esa lealtad indestructible que le lleva a defender a los suyos bajo cualquier circunstancia por adversa que esta sea.
- Adam James, el odioso John Bellasis de Belgravia, aquí encarnando al subcomandante Mark Prentice, militar autoritario y agraviado que, sin embargo, irá transformándose a medida que los acontecimientos le superen y lo conviertan primero en culpable y después en salvador.
- Dejó para el final a Shaun Evans, el p… inspector Morse de Endeavour (de la que no escribo porque sólo me dedico a disfrutarla con cuentagotas) aquí en un registro casi opuesto al de la serie retomada por Russell Lewis. Se trata del suboficial Elliot Glover, individuo ladino que lo mismo ejerce de diligente ayudante de la inspectora Silva que está dispuesto a jugársela para salvar el culo (¿tienen o no tienen aristas los personajes?), relación cambiante que la cámara de James Strong e Isabelle Sieb, los dos directores de la serie, sabe captar perfectamente como demuestra la imagen superior, un plano que habla por sí mismo y que refleja que, en ese punto, la camaradería entre ambos se ha roto (Silva viene de descubrir que Glover le oculta no solo información, sino su parcial implicación en los hechos).
En resumen: Vigil es la BBC sacando el bíceps.