Pérez Villalta, florentino de Tarifa
Pinturas 2014-2018
21 diciembre, 2018 01:00Reflexión, 2016
Pintor florentino nacido en Tarifa, lleva cinco décadas en esa punta de Europa pintando una utopía clasicista y mediterránea, solar, aprendida de viejos maestros. Esto no es óbice para que Guillermo Pérez Villalta (1948) allá por los setenta, abrazara con furor la cultura pop, "y no sólo el arte que lleva esa etiqueta", como medio de resistir a la ortodoxia moderna. Él fue quien supo reflejar con más elegancia la estética del vivir y del vestir de una generación muy distinta a todas las anteriores. Ceesepe, El Hortelano o Herminio Molero narraron también visualmente aquellos primeros años de la democracia. Ellos más atentos a las fisonomías y desde una mirada ácida o canalla. Por su parte, Pérez Villalta, perseverando en su posmodernismo, se sumergía en la arquitectura y la historia. Y tanto si pintaba Escena a la salida de un concierto de rock (1979) como Grupo de personas en un atrio (1975) -que es como el "Quién es quién" del arte de la época- lo hacía en escenarios de geometría cuidadosamente delirante o introducía secretas citas de cuadros que admiraba.En los primeros ochenta aparecieron ya los personajes, no sé si decir mitológicos, que con diferentes variantes han llegado hasta sus cuadros actuales. Siempre ha sido un pintor productivo y en sus muchas exposiciones ha explorado el mundo clásico y renacentista, unas veces lo ornamental, otras la perspectiva, otras la simbología. Y decía al principio que todo lo había pintado en Tarifa, porque aunque no siempre ha vivido allí, en todos sus cuadros encontramos su luz clara, el vigor de la vegetación, la nitidez de sus formas.
Esta hermosa exposición muestra una nueva versión de muchos de los asuntos enumerados. El énfasis está puesto en la arquitectura, o sería mejor decir en lo arquitectónico, porque estas construcciones son casas o templos, pero también esculturas o un motivo ornamental. La Plaza (2016), un cuadro grande, de 2 por 1,3 m recuerda el célebre La ciudad ideal (1480), pintada quizás por Piero della Francesca. Como en ella, la plaza de Pérez Villalta tiene por tema la perspectiva. Pero en otros cuadros suena el eco de las plazas vacías de la pintura metafísica. Y hay cuatro laberintos que son verdaderamente hipnotizantes. Otro asunto llamativo es el tratamiento del rostro. En muchas ocasiones es esquemático, pero a veces se convierte en una simple máscara. Los personajes más definidos realizan tareas inexplicables: trasladar en un cochecito un pequeño velero o llevar sobre la cabeza una jaula con pájaros. Si son transeúntes de su imaginación o figuras simbólicas, no lo dice el pintor.Esta hermosa exposición pone el énfasis en lo arquitectónico y huye deliberadamente del "colorinchi"
Lo último que quiero señalar es de lo primero que te das cuenta, aunque no sepas qué es. De los lienzos emana una tonalidad apagada, una falta de contraste que no toleraríamos en una pantalla. Bromas aparte, es que como dice Pérez Villalta en su estupendo texto del catálogo, ha huido deliberadamente del "colorinchi". Más bien se ha dedicado estos años a explorar las posibilidades de los opuestos en el hexágono cromático, que proporcionan una interesante gama de grises.
Así pues, no hay que preocuparse por la melancolía del pintor. Este colorido es su rebeldía frente a las imágenes hegemónicas y su visualidad rutilante. Es una forma de darnos a ver el mundo de forma diferente. Y todavía hay quien se pregunta para qué sirve la pintura.