Ignasi Aballí, la obra abierta
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15 diciembre, 2005 01:00Revelacions, 2005
El MACBA dedica una exposición a Ignasi Aballí (Barcelona, 1958), artista que se presenta como relevo y continuación de la tradición conceptual en España. Su obra, se ha dicho, gira en torno al "inframince" (infraleve), noción duchampiana que expresa aquello que no se puede medir, ni pesar, ni descomponer químicamente. éste es el territorio de lo indecible, lo inasible, lo extremadamente sutil y que, sin embargo, existe, aunque a menudo pase desapercibido. El calor de un asiento que se acaba de dejar, el sonido del roce de los pantalones al caminar, un dibujo al vapor de agua… éste es el universo del "inframince" para Duchamp. En este mismo sentido, Aballí cita a Georges Perec, escritor fascinado por "el ruido de fondo, el murmullo de la cotidianidad, eso que no percibimos nunca", y dice atender a los entresijos de lo cotidiano, a las situaciones apenas inadvertidas por su cercanía e inmediatez. En definitiva, su investigación se centra en la percepción y en los problemas derivados de ella, como la presentación y el contexto de la obra, la noción de artista, la naturaleza del arte, la dicotomía entre arte y no arte…Y, sin embargo, hay más. Intuyo miedo, el miedo del artista contemporáneo ante la creación. Acaso éste sea uno de los temas que, consciente o inconscientemente, sobrevuelan la exposición. La primera pieza que uno encuentra es la titulada Malgastar -de la cual existen varias versiones-, que consiste en botes de pintura industrial abiertos que el artista ha dejado secar deliberadamente. Esta pintura solidificada contiene, en estado latente, todos los contenidos, todas las ideas, todas las posibilidades… Pero está malgastada: seca e inutilizada expresa en su pasividad la imposibilidad de crear. La última obra del singular recorrido de la exposición consiste en un filme que intercala, en una secuencia sin fin, dos frases sobre fondo negro: "Próxima aparición" y "Próxima desaparición", esto es, la expectativa de una obra o una imagen que no se cumple jamás. En la pintura clásica, el combate entre el artista y el arte se dirimía en el espacio de la obra terminada. Hoy en día -por los motivos que sean- la creación se ha transformado en algo problemático.
Aballí explica que su trabajo "es como hacer la obra hasta la mitad (...) y el resto lo tiene que hacer quien la ve (…)". Existe un rechazo a comprometerse, un miedo a equivocarse, un temor a elegir... Los artistas actuales no se arriesgan, eluden cerrar sus obras.
Aballí posee unas piezas tituladas Error que, explicadas muy esquemáticamente, consisten en borrar una imagen. Así, por ejemplo, el artista pinta o ciega con "tipex" el alinde de un espejo hasta transformarlo en una superficie en blanco. El espejo está debajo, pero ha sido cauterizado por la acción anuladora del artista. Para mí, este acto es una especie de negación, en él existe algo perverso. Pero Aballí, más que un caso individual, expresa un estado de la cuestión en el arte contemporáneo, un estado enfermizo que necesariamente connota ese "error" y ese "borrar": la creación como neurosis. éste es el retrato del artista de hoy en día.
En el caso de Ignasi Aballí este miedo o contradicción propia del arte contemporáneo le ha llevado a internarse por unos itinerarios que para mí poseen un gran interés. Acaso no sea éste un aspecto desarrollado en la exposición del MACBA, pero, en mi opinión, Aballí ha explorado la esencia de la pintura y del arte desde medios extra-pictóricos. Hay una serie de trabajos, que el mismo artista denomina "antipinturas", que esconden, sin embargo, una gran lección de estética. Se trata de aquellas piezas en las que se sugiere la presencia de un cuadro simplemente a través de los bastidores o con una tela transparente. De estas series me interesa especialmente aquella que presenta telas recubiertas de polvo. La pasividad del artista permite que, durante meses, el polvo vaya recubriendo el soporte, lo que desemboca paradójicamente en una obra de una particular intensidad. Aquí se expresa el misterio de la pintura, su levedad (¿inframince?, si se me permite una ironía) y la noción de muerte asociada tradicionalmente a ella. ¿Acaso la historia de la pintura no es una melancólica evocación de la muerte, con todos esos retratos e imágenes atrapados en el espacio del lienzo, huellas de vida evanescente cuya extinción recuerda el polvo de Aballí? ésta es una reflexión sobre el arte que enlaza, en una línea de continuidad, con el trabajo de artistas como Perejaume, Jesús Galdón o Jordi Alcaraz y que podríamos definir como pintura sin pintura. Y es precisamente en esta marginación del componente material, de la ejecución propiamente dicha, donde se manifiesta más elocuentemente el vacío, la angustia de terminar la obra.