José Pedro Croft
"Sin título", 2000. Acuarela
José Pedro Croft (Oporto, 1957) traza dibujos de paisajes en espacios reales, entendiendo como paisaje todo lo que gravita en torno al individuo sin formar parte de él; ese territorio de incertidumbre que no nos corresponde vivir, esa naturaleza quebradiza producto de una luz generadora de arquitecturas que desvela la fragilidad de la imagen y su carácter pasajero. Todo obedece a un ejercicio de duplicado de la forma, bien al substraer parte de la estructura física del objeto, como advertíamos en sus anteriores trabajos con el yeso, donde la realidad era violada mediante un proceso de ocultación, bien perturbando su posición normal hasta alcanzar su total desfuncionalización, siendo esta desvirtuación especial el principio generador de sus piezas recientes.En esta muestra el artista portugués exhibe una serie de estructuras de hierro y espejo prefabricadas, de corte geométrico, que pueden parecer minimalistas en su constitución formal pero que se alejan de esta etiqueta en su sentido conceptual. En ellas, continúa vigente la idea de prótesis, que con el yeso activaba lugares no activados y que ahora disloca, a través de la reflexión, fragmentos de ese espacio. Y todo gracias a que confiere a la luz calidad material, primero desmaterializando las formas del yeso y ahora llegando más lejos con los espejos que tornan inmaterial el volumen porque en lugar de devolver la imagen, expande, ciñe y desfigura un medio que es un falso vacío.
En lo que respecta a sus dibujos, si hace unos años significaban una especie de devaneo estéril, jugando con veladuras y campos limítrofes de lo indescifrable, hoy su dibujo ordena, siempre desde el margen, con ritmos y contra-ritmos, creando desequilibrios que arriesgan al salirse fuera del campo, tensiones entre líneas, fuerzas y vacíos que ayudan a medir el espacio. Es ésta una práctica que complementa sus piezas tridimensionales, tratándose también de combinaciones binarias, en este caso de dos tintas -por lo general una negra, que ejerce de estructura y una roja, muchas veces extendida en un plano de color, que recrea el indeterminado dominio de sus espejos que nos sitúan en el límite de lo posible y de lo tangible, suscitando tensión con el mínimo número de medios. Curioso es que sus dibujos adquieran cada vez mayor presencia física, que llega incluso a alcanzar la dimensión de sus esculturas, como también lo es su aspecto inacabado, lo que confiere a su geometría un carácter de manualidad que lo aleja definitivamente de los postulados minimalistas.