Fotógrafas con bigote: dos exposiciones muestran a las pioneras de la imaginería lésbica
El Círculo de Bellas Artes y el Museo del Romanticismo reúnen en Madrid a tres fotógrafas que a finales del siglo XIX reclamaban autonomía, derechos y libertad sexual. Son nuestras antepasadas trans.
21 junio, 2023 02:15En esta edición de PHotoEspaña, con tan pocos atractivos, destacan dos exposiciones de fotografía histórica, con materialización decepcionante de un contenido apasionante. Ni un vintage en las pequeñas muestras de la estadounidense Alice Austen (1866- 1952) y las noruegas Marie Høeg (1866-1949) y Bolette Berg (1872-1944): casi todo son impresiones digitales a tamaño más grande que los originales. Tal menoscabo se justifica en el caso de las últimas porque, de este capítulo en su producción, solo quedaron los negativos de vidrio, pero de Austen sí se conservan muchas copias de época.
Estas tres pioneras forman parte, junto a otras fotógrafas, de una primera ola de “autoescenificación” muy ligada al cuestionamiento de los roles de género. Mediante pequeñas teatralizaciones de carácter privado y no exentas de humor, reclamaban autonomía, derechos ciudadanos y libertad sexual.
El travestismo, penado en público, se convertía en un divertimento emancipador al abrigo del estudio fotográfico o el entorno doméstico. Hablo de Frances Benjamin Johnston, Emma Jane Gay, la pareja formada por Rachel Johnsen y Hannchen Jacobsen o Theresa Parker Babb, a la que dedicó un libro y una reciente exposición la editorial Comisura. Carezco de espacio para unas notas sobre ellas pero no dejen de informarse.
Documentaron una liberación compartida y la imagen ayudó a construir esa realidad
Las que ahora centran nuestra atención tienen en común no solo la condición de transcestors (antepasadas trans) sino la reivindicación tardía, con alguna resistencia a la aceptación de su lesbianismo, y la marginalidad respecto al conjunto de su trabajo de las imágenes más íntimas y personales. En el caso de las noruegas son, de las 440 placas conservadas, solo unas 40, que se encontraron en cajas –hay una en la muestra– rotuladas como “Privadas”.
Esas fotografías, burlescas, son extraordinarias, más modernas a nuestros ojos que las de la estadounidense por la enorme frescura, la ironía con la que dan la vuelta a las convenciones del retrato de estudio y la sintonía con aquello de que “lo personal es político”: Høeg, que inspira simpatía inmediata con su amalgama de limpidez y travesura, fue una lideresa del sufragismo y las comunidades feministas en su país.
Estos retratos mutuos los hicieron entre 1895, fecha en que se instalaron en Horten, y 1903, cuando se trasladaron a Oslo (Kristiana) y potenciaron la dimensión comercial de su estudio, que editaba postales de paisaje, hacía retratos y reproducía obras de arte, con especial atención a las creadas por mujeres. No crean que su relativo éxito fue algo excepcional: a principios del siglo XX, uno de cada cuatro fotógrafos en Noruega era de sexo femenino. Y no eran raras las parejas de fotógrafas.
Alice Austen hizo algún intento para dedicarse también profesionalmente a la fotografía pero no lo consiguió, quizá porque no lo ambicionaba lo suficiente y no lo necesitaba: pertenecía a una familia acomodada y disfrutó de privilegios de clase hasta que se arruinó en el crack de 1929.
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Acabó perdiendo Clear Comfort, su preciosa casa victoriana con jardín en Staten Island –escenario de sus fotografías más personales y de sus amores con Gertrude Tate–, y tuvo que ingresar en un asilo para indigentes, tras asegurar la conservación en la Historical Society de más de 7.500 negativos y revelados. Fue redescubierta, ya octogenaria, un año antes de fallecer, y su obra fue valorada en publicaciones de gran difusión como Life.
En Clear Comfort, restaurada en 1985 y convertida en lugar de peregrinación LGTBQ, vivió durante décadas con Trude Tate, su pareja. No podemos decir que Austen fuera una activista pero sí estuvo autorizada para hacer, en retrospectiva, afirmaciones como “redefiní las líneas en las que una mujer como yo debía encajar” o “éramos mujeres que no teníamos miedo a vivir”.
El plural es importante. Lo que destaca en su fotografía, como en la de otras de las pioneras que mencioné, es la documentación de una liberación compartida. Es más: la imagen ayudó a construir esa realidad. Las mujeres jóvenes de clase alta se dieron en Staten Island al ejercicio al aire libre que, con sus clubs y gimnasios, sus competiciones y sus vestimentas más ligeras, propiciaba formas de sociabilidad menos constreñidas.
Austen fue una gran tenista, nadaba, tenía un coche y montaba en bicicleta; es un aspecto que refleja bien la selección de imágenes, aunque dedica demasiado espacio, quizá, a sus ilustraciones para el libro Bicycling for Ladies en detrimento de su obra más rompedora: la serie dedicada a sus amigas del Club de las Malditas (The Darned Club) en actitudes sorprendentes y atrevidas que incluían el travestismo. Contra las prohibiciones, tanto ellas como sus lejanas hermanas en el Norte se divirtieron a rabiar.