La vitalidad de la pintura
La exposición del Patio Herreriano traza un mapa del desarrollo de la pintura en España desde los años 70 del siglo pasado hasta la actualidad
16 marzo, 2021 09:08Uno de los tópicos más vacíos y carentes de sentido es el que habla de la muerte o desaparición de la pintura como género artístico por los avances y desarrollos de la técnica en el proceso de producción de formas e imágenes. Desde la segunda mitad del siglo XX hasta la actualidad es algo que se viene repitiendo, una vez y otra, a pesar de su inconsistencia. Porque a partir de la configuración de la mímesis: en sentido preciso “representación sensible” (aunque reducida siglos después a imitación), que implica el descubrimiento cultural de lo que seguimos llamando arte, se fue desplegando un sentido específico de práctica artística: la pintura, a través de la producción de formas visuales y colores que abren un horizonte intenso de sentidos diversos. Cambian los soportes y los procedimientos, pero la pintura sigue viva.
Y de ello nos habla esta densa y relevante exposición, en la que se presentan obras diversas de 56 artistas, con las que se quiere trazar un mapa del desarrollo y presencia vital de la pintura en España desde los años 70 del siglo pasado hasta la actualidad. Queda fuera la década de los ochenta, que aunque algunos consideran el periodo de mayor esplendor de la pintura española contemporánea, Mariano Navarro, comisario de la muestra, piensa que se trata sobre todo de una fase de gran impacto económico y comercial.
Un estimulante diálogo entre obras que traza un mapa del desarrollo de la pintura en España
El proyecto ahora planteado subraya dos tendencias en la pintura española contemporánea. En primer lugar, la que se sitúa en la década de los setenta, “inscrita en el tardofranquismo”, que despliega un proceso de investigación sobre el arte conceptual, y que lleva a una “indistinción” progresiva entre abstracción y figuración. Y posteriormente, ya a finales de los noventa y a comienzos de este siglo, la que abre “un nuevo impulso de la pintura”. Es algo que conoce a fondo Mariano Navarro, quien lleva bastantes décadas analizando, y trabajando crítica y teóricamente sobre la cuestión.
La muestra, con un excelente montaje y un estimulante diálogo entre las obras y los espacios en los que se presentan, se articula en cinco secciones básicas, más un espacio-taller complementario, y tres intervenciones en ámbitos distintos del Museo Patio Herreriano.
Estas intervenciones son intensamente significativas, porque nos muestran directamente hasta qué punto la pintura no puede reducirse sin más al formato tradicional del cuadro. Ignasi Aballí oscurece con sombras pictóricas los cristales del claustro de la planta baja. En una de sus dos intervenciones, Carlos Maciá impregna con masas de distintos colores: verde, negro, azul, rojo y naranja, los vidrios de las grandes ventanas de una de las secciones del museo, que pueden verse tanto desde dentro como desde fuera del mismo. Y también Maciá interviene con líneas de trazados que acompañan a dos cuadros de gran formato, de 1980, de Soledad Sevilla (reciente Premio Velázquez), cuya obra está también presente en el museo, fuera de esta exposición, con una deslumbrante instalación realizada con hilos de algodón y una sala de síntesis de su manera de pintar.
Situadas en distintos espacios, encontramos las cinco secciones que conceptualmente agrupan las más de ochenta obras que se presentan en la muestra. En la Sala 3, centrada en “la pintura expandida”, se presenta un conjunto de obras que exceden los límites del lienzo tradicional, la pintura se expande en formas y soportes escultóricos. Obras recientes, de artistas en su mayoría jóvenes, pero donde también están tres grandes obras pictóricas tridimensionales de Mitsuo Miura, que parecen estar volando en las paredes.
La Sala 4 nos lleva a “la pintura desmaterializada”, que tendría su inicio en el despliegue del arte conceptual, y en la que se desplazaría la materia para llevar la propia pintura y sus materiales a la reflexión. Aquí están, entre otras, ya desde 1970, las obras de Nacho Criado, Ignasi Aballí, Miquel Mont e Irma Álvarez-Laviada. La Sala 6 está dedicada a “la pintura fluida”, protagonizada por artistas que desarrollan un ejercicio continuo de reflexión en torno a la abstracción. Entre otras, con piezas de Joan Hernández Pijuan, Carlos León, Sabine Finkenauer y Elvira Amor.
La amplísima Sala 7 reúne obras que responderían a una “figuración narrativa”, entendida como crítica y despliegue de una figuración que narra sin contar historias. Con piezas de Ángeles Agrela, Carlos Franco, Patricia Gadea, Juan Ugalde, y José Miguel Pereñíguez… La Sala 8 se centra en la “figuración a-representativa”, entendida en el sentido de una marcada ambigüedad iconográfica y en la ausencia de la necesidad de contar. Y aquí están, entre otros, Luis Gordillo, Miki Leal, y Abraham Lacalle. Y todo este intenso conjunto se completa, en la Sala 5, con lo que se denomina “el taller de pensar”, que recoge materiales que muestran el proceso de investigación y desarrollo de algunas de las obras de la exposición.
Frente a la uniformidad repetitiva y reduccionista de las imágenes hipermediáticas que nos rodean y asedian en la actualidad, esta magnífica exposición, en su significativa amplitud y diversidad, nos muestra el aliento de singularidad al que nos lleva siempre la pintura cuando alcanza un grado de altura. Nuestros ojos permanecen abiertos en la interrogación de los sentidos y ámbitos de la experiencia. La pintura nos da vida.