Carlos León, los colores hablan
En la exposición en el Da2 los colores que hablan profundamente despacio nos muestran la velocidad, el vuelo de la vida
22 febrero, 2021 01:35En estos tiempos complejos, de pandemia y borrascas, la pintura sigue actuando como un espejo de vida. Eso es lo que podemos encontrar en esta incitante exposición de Carlos León (Ceuta, 1948) en el DA2 de Salamanca donde, con un excelente montaje, nuestra mirada puede pasear por el lenguaje expresivo que consigue que los colores hablen y nos lleven a las resonancias del mundo interior, a los ecos de la sensibilidad y a la iluminación de lo inconsciente. Desde que en 1966 se inició en la pintura, Carlos León ha seguido un firme itinerario. Artista viajero, mantuvo largas estancias en París y en Nueva York que fueron decisivas para su síntesis de las raíces hispánicas y las modulaciones internacionales del arte. Es, en mi opinión, uno de los artistas más relevantes de nuestro tiempo.
En Fracturas, título de esta muestra en Salamanca que alude al proceso de ruptura de los cuerpos y a la vez a la apertura continua de nuevos soportes y vías de expresión, nos lleva al momento actual de su actividad. El aspecto determinante de Fracturas tiene que ver con la reciente utilización como soporte pictórico de la madera, algo que emplea de nuevo en su trabajo desde hace poco tiempo aunque significativamente. En la exposición está presente un cuadro datado en 1996 y que lleva como título El antiguo.
Las obras de Carlos León nos llevan al ensueño de la naturaleza primordial, al eco del jardín, al agua que fluye y da vida
Se presentan 60 obras, 45 pinturas (piezas únicas o series) y 15 ensamblajes de objetos diversos, materiales encontrados e intervenidos. Todo ello nos habla de la vibración interior que desencadena el proceso creativo. Se articulan fundamentalmente a partir de objetos desechados e inservibles sobre los que desarrolla un giro estético, despojándolos de toda funcionalidad, y haciéndolos dialogar con la pintura, el sonido y la escritura. Y así lo decisivo en estas piezas es también el juego de transparencias y superposiciones tan característico de su trabajo.
Las pinturas seleccionadas tienen una calidad excepcional: el óleo o el acrílico fluyen sobre la madera o el dibond, soportes que contribuyen a dar un relieve casi corporal a los signos pictóricos, a los colores. Es un lenguaje que se desarrolla en todo momento construyendo una articulación plural.
A través de la gradación, la difuminación, y la expansión de las masas de colores, vemos cómo estos hablan entre sí. No hay colores solitarios o aislados. Yo prefiero hablar de “no figuración” que de “abstracción”, en referencia a la pintura cuyas formas no son figuras pero tienen una importante significación estética. En el buen arte figurativo siempre hay abstracción (y no hay mejor ejemplo que Las meninas de Velázquez).
Uno de los rasgos centrales de la pintura de Carlos León es el contraste entre la naturaleza y la interioridad humana. Sus obras nos llevan al ensueño de la naturaleza primordial, al eco del jardín, del estanque, de los meteoros, del agua que fluye y da vida. La evocación de la interioridad tiene que ver con la importancia de los títulos, en ningún caso descriptivos, y no pocos de ellos en latín. Siempre ha habido en ellos referencias, explícitas o implícitas e interiores, al mundo clásico: Grecia, Roma… De este modo, el juego pictórico de las formas alcanza una resonancia poética y textual: cuando miramos los cuadros no nos quedamos en lo inmediato, sino que vemos más allá, llegamos a un ámbito más profundo de interrogación y de sentido. Y es que la poesía, la literatura, y los textos filosóficos están en la raíz de sus obras desde los inicios de su trayectoria. Sin olvidar otro aspecto decisivo: la música. Todo se despliega en un conjunto de vibraciones en el que los colores siguen un ritmo, se mueven y desplazan articulando un eco de sonidos en las formas no figurativas.
En 2018, en una conversación con el escritor Óscar Curieses, León indicaba: “La lectura en general, y más aún la lectura de poesía, suele tener efectos concretos sobre mi trabajo. A menudo es una sesión de lectura la que desencadena el deseo de ponerme a pintar o a manipular objetos tridimensionales. El proceso es siempre dual: intuitivo, irracional y casi inconsciente, por una parte, y reflexivo, medido y conceptualmente estructurado, por otra”. Dentro y fuera se comunican, lo interior íntimo y la construcción del concepto fluyen y vuelan en los colores.
Todo ello implica un juego de espejos entre lo inconsciente y la objetividad compartida a través del concepto. En términos freudianos, del ello al yo y al superyó, podríamos también decir, y es que un dato que resulta significativo es que Carlos León siguió sesiones de psicoanálisis durante cinco años.
Su pintura es un ir y venir en el que los colores nos hablan de lo que se va y de lo que permanece. En Fracturas podemos ver la serie de doce cuadros El nombre de los meses (2016), en los que con un juego de diversas oscuridades y brillos apreciamos un ir y venir que se repite a lo largo de las estaciones, en un despliegue en espiral del calendario. Y particularmente expresiva para comprender el ir y venir de la vida es Festina lente (2019), una frase supuestamente usada por el emperador romano Octavio Augusto a partir de un oxímoron en griego, y que significa “apresúrate lentamente”. Carlos León: los colores que hablan profundamente despacio nos muestran la velocidad, el vuelo de la vida.