Materia gris en el primer paseo por ARCO
Sin país invitado, con más de 200 galerías y secciones comisariadas sesudas. Tomamos el pulso a la 39.ª edición de ARCO en una primera visita
25 febrero, 2020 19:23Estamos literalmente en las puertas de ARCO, a dos horas de entrar en los ya conocidos pabellones 7 y 9. En una edición, la primera en solitario de Maribel López como directora, que se recordará como el año en el que el artista cubano Félix González Torres le arrebató el protagonismo al país invitado. Sí, este año, para bien o para mal, un tema ha desplazado al tradicional eje nacional, ARCO se aleja de Fitur para profundizar en la investigación. Y por qué no. La sección de Es sólo cuestión de tiempo, desde luego, ha funcionado, diseñada con esmero al fondo del pabellón 7 como si se tratara de una plaza en la que las 13 galerías coreografiadas por Alejandro Cesarco y Mason Leaver-Yap comparten este espacio ligeramente parcelado que nos recuerda más a una exposición que a una acumulación de stands de feria.
Son dos los ejes centrales: la visibilización de la enfermedad del sida, un tema sobre el que se trabajó mucho en los noventa —el propio González Torres— y que en el último año ha entrado de lleno en muchos museos (en el Reina Sofía, sin ir más lejos, con las exposiciones de David Wodnarovijz y Henrik Olesen, el segundo de ellos incluido en esta sección) y, de alguna manera, un canto a lo a lo cotidiano. Ahí están Las rampas serigrafiadas de Andrea Büttner (Stuttgart, 1972), esos objetos que se emplean para vencer los obstáculos diarios del desnivel de las aceras, con los que presta la artista atención a lo mínimo, casi nimio, pero no por ello secundario. Permiten una movilidad que se puede leer en clave social, igual que los Carrying de Pepe Espaliú, el único artista español en esta sección, un medio de transporte que él utilizó en distintos formatos, mucho en las acciones públicas con las que trató de visibilizar la misma enfermedad por la que también murió su colega cubano. Muy cerca, el tiempo se detiene con las imágenes de Manon de Boer, la cámara acaricia las superficies de figuras estáticas y sencillas en un alarde de silencio y quietud.
En los Diálogos, comisariados por Agustín Pérez Rubio y Lucía Sanromán, hay muy buenos stands. De las diez propuestas me quedo con la de Proyectos Ultravioleta, que nunca decepciona. Trae a dos jóvenes artistas guatemaltecos, Naufus Ramírez-Figueroa y Hellen Ascoli, esta última con piezas textiles que sitúa en pensados displays de madera. Atentos también a Mauro Restiffe y Valeska Soares en Fortes D’Aloia & Gabriel, y en Instituto de Visión a Nohemí Perez y Oscar Murillo que muestran dibujos y textos intervenidos que nos hacen pensar en un conflicto violento con la naturaleza y con las personas. Y, por último, en ChertLüdde una maravillosa conversación entre las fotografías y los hinchables mismos plegados y enmarcados de Franco Mazzucchelli y las piezas de barro de Gabriel Chaile. Queda claro que el protagonismo este año es de Latinoamérica y de las mujeres.
Cerca de las propuestas de esta sección, distribuidas junto a las entradas de los pabellones 7 y 9, hay varios stands monográficos entre los que he visto lo mejor de la feria: la poética intervención de Álvaro Urbano (que mañana inaugura su primera exposición en España, en La Casa Encendida) en ChertLüdde. El centro de todo es una ventana tras la que vemos la lluvia caer. Es de noche y desde el exterior nos entra una intensa y artificial luz amarilla. Parece uno de esos días en los que quedarse en casa es un privilegio pero una planta marchita, varias cajas de cartón y cartas coladas bajo la puerta delatan que el inquilino de esta vivienda ya no está. La paz inicial nos transporta, sin remedio, a la ausencia en esta obra que te reconcilia con todo. Un canto a lo cotidiano opuesto radicalmente a las doce estridentes imágenes del zodiaco hechas por Ai Weiwei con lego (en Forsblom).
Tejidos, escultura elástica e internet
Entre las 21 galerías de la sección joven de Opening, este año en manos de los comisarios Tiago de Abreu y Övül Ö. Durmusoglu, la galería Nordés pone cara a cara a dos generaciones: los papeles pintados de Miguel Marina con los delicados micro bordados de Narelle Jubelin que hacen referencia a la arquitectura moderna y se presentan de una manera muy atractiva en una peana-arquitectura que te permite sentarte a verlos de cerca. En Rodríguez, Jimena Kato muestra sus esculturas en equilibrio, cerámica, formas curvas y hasta cera en elásticos movimientos. El postinternet subyace en las obras de Marian Garrido en Fran Reus, estética de videojuego en los vídeos pero también ruinas arqueológicas en las esculturas. Algo que Eli Cortiñas lleva al límite en Twin Gallery, haciendo que el vídeo se expanda al wallpaper, al dibón y a materiales que cuelgan. Un trabajo de muchas capas y materiales reciclados, encontrados y apropiados que habla de opresión y trabajo, dictaduras y feminismo.
En el Programa general, que este año cuenta con 171 galerías, el montaje de Casado Santapau, 1 Mira Madrid y L21 merece una visita. En Casado Santapau los textos no utilizados en los discursos de Fidel Castro de Diango Hernández son deliciosos y hacen muy buena pareja con los de corte más utópico y de resonancias precolombinas de José Vera Matos. El stand de Helga de Alvear es casi un solo de Pedro Croft, planos inclinados en frágil equilibrio y obra sobre papel. Eduardo Chillida está en Hauser & Wirth con un cubo de granito digno de museo, igual que el Tapiès de la vecina Leandro Navarro, y el encapsulado de Darío Villalba. Y ya en el pabellón 9 el Olafur Eliasson de Elvira González, nos sorprende con uno de sus conocidos calidoscopios en los que los filtros de cristal consiguen un festival de color que quita el hipo.
Hay también nombres frescos: la caravana de coches de arena de Leandro Erlich en Nogueras Blanchard, arquitectura efímera en estado puro, de nuevo, dará seguro algún dolor de cabeza a los galeristas durante las multitudinarias visitas. Cristina Garrido y su colección de cielos de pinturas de museos en The Goma hace canon con la exposición que tiene la galería en su espacio de Madrid. El díptico de Eric Baudelaire en Juana de Aizpuru es demoledor, la guerra representada a través de imágenes y actitudes. Un acierto el espacio de Sara Ramo en Travesía Cuatro, pinceladas como siempre llenas de detalles y sensibilidad que apelan directamente a los sentidos. También el dedicado a Dora García por Michel Rein. En la brasileña galería Baró se estrena Fernando Renes con una de sus reconocibles composiciones de azulejos pintados, 3 metros de largo de pared en los que un escalador trepa este material imposible mientras le sujeta un hipopótamo. Y Andrea Canepa en Rosa Santos sigue jugando con un playground o espacio de juego infantil de resonancias digitales.
En el primer recorrido no hemos dado con ninguna obra chillona de esas que aparecen en los informativos y portada de diarios (el Franco de Riiko Sakkinen no llena esa categoría). Hay sin embargo una serie de Daniel García Andújar que es más dolorosa. Frases a tamaño generoso que ponen sobre la mesa las condiciones profesionales de muchos artistas (la mayoría), algo extensible a otros gremios del sector. En estos cinco días en los que tanto se habla de arte, galerías y mercado no está de más poner el punto sobre la i.