El rumor de las imágenes
El factor temporal es el hilo conductor de la exposición de Manon de Boer en Matadero y 'Cronotopos' en la galería Parra y Romero
13 enero, 2020 05:38“Cuando conseguimos dejar de pensar, el tiempo se detiene, […] se convierte en ahora, un punto sin movimiento. Pero este punto lo incluye todo”. Este es el mantra con el que empieza el vídeo An Experiment in Leisure (2016-2019) de Manon de Boer tras siete minutos de un reconfortante paisaje marino. Es la última propuesta –y una de las mejores– de Profundidad de campo, el programa que Matadero dedica enteramente al vídeo desde que, bajo la dirección de Rosa Ferrer, la antigua cámara frigorífica pasara de espacio de experimentación con instalaciones de gran formato a black box. Un referente, junto con Multiverso de la Fundación BBVA, para los que quieren ver video-creación en Madrid.
Aplaudida en la escena internacional, Manon de Boer (India, 1966) sabe jugar a la perfección con las cadencias, apela en su obra fílmica a la memoria y hace un uso excepcional del sonido. Son los creadores –músicos, bailarines…– los protagonistas de sus cuidados retratos. En la pieza que abre la muestra de Matadero, toma dos textos de la psicoanalista Marion Milner como punto de partida para reflexionar sobre la creatividad vista desde distintos prismas. Habla de repetición, de ensoñación (esa que “se deshace en la noción del tiempo”) y de vulnerabilidad, combinando la imagen de la costa con escenarios en los que los artistas desarrollan su actividad (un despacho con una generosa biblioteca, una sala de baile, una de ensayo…) pero en los que su presencia no es otra que la de la voz. Y cuando la cámara acaricia las superficies rocosas del paisaje el reloj se detiene; la luz del sol reverbera en el agua, los días se nublan, llueve… el tiempo pasa y nosotros somos sus fieles y relajados testigos, acunados por el zumbido de los insectos y la corriente del agua.
El factor temporal, fundamental en la narración audiovisual, es el hilo conductor de estas dos exposiciones
Los otros dos vídeos son retratos mucho más explícitos visualmente. En Dissonant (2010) una bailarina –Cynthia Loemij– escucha atenta la Sonata para violín número 2 de Eugène Ysaÿe. Asiente con la cabeza, concentrada, y una vez termina comienza a reproducirla con ágiles movimientos. Esta pieza, que ya presentó en la Bienal de São Paulo, habla de memoria y del poder de la música. Se adivinan, además, las propias limitaciones del formato de 16 milímetros en los momentos en los que la imagen se funde en negro para cambiar la película (aunque el sonido del esfuerzo de la intérprete no cese). De Boer ha hecho también retratos de adolescentes dentro de su trilogía From nothing to something to something else, de la que presenta aquí la última parte. En Oumi (2019) una chica juega con distintos objetos de madera, piedras, una silla, hace malabarismos y tararea una canción. Se aburre, en definitiva –¿o no?– en esta reivindicación de la inactividad en sintonía con El derecho a la pereza de Lafargue mientras que en la calle el tráfico y la vida siguen su curso.
El factor temporal es un aspecto fundamental en la narración de las obras audiovisuales y el hilo del que tira, también, la exposición Cronotopos en la galería Parra & Romero en la que bien podría participar Manon de Boer. No recuerdo que haya dedicado muchas otras propuestas en exclusiva a este soporte, a excepción de las cinco proyecciones de David Lamelas en 2012. Reúne ahora a siete de sus artistas –Ian Wallace, Alejandro Cesarco, Robert Barry, David Lamelas, Oriol Vilanova, Lara Almarcegui y Rosa Barba, que no son precisamente nombres menores– en un montaje muy cuidado parcelado con discretos paneles de tela que permiten ver la siguiente etapa al tiempo que conceden a cada obra una estancia propia. Eso sí, sin asiento alguno.
Aparecen espacios de trabajo, de nuevo, en dos de las piezas más interesantes de la propuesta. La primera muestra el estudio del artista conceptual Ian Wallace (Shoreham, 1943) ocupando de manera temporal el escaparate de su galería mientras hace la performance At Work (1983) por la noche y a la vista de transeúntes. La escenografía es bien sencilla: una mesa, una silla, una lámpara y un libro. El vídeo sirve aquí –y en la obra de Lara Almarcegui– para documentar la acción, otra de sus misiones fundamentales. Muy cerca, la cámara se recrea en el rostro, las manos y el piano de una anciana pianista en el vídeo de Alejandro Cesarco (Montevideo, 1975), Learning the Language (Present Continuous I), 2018. La banda sonora es cortesía de Schubert y Manuel de Falla y va acompañada de comentarios de la intérprete como el que Bresson hizo a Godard: “El oído es mucho más creador que el ojo. El ojo es más perezoso, el oído, por el contrario, inventa”. Música otra vez en el intimista Love Songs (2012) de Robert Barry (Nueva York, 1936) que capta a una pareja tocando el piano y cantando. Una excepción –la de trabajar con vídeo– en este artista, aunque continúe con su investigación sobre el lenguaje y superponga sus características palabras a estas imágenes en movimiento.
Sigue la vida contemplativa en el archivo de diapositivas –una pequeña licencia técnica– de Oriol Vilanova (Manresa, 1980), urbanismo y arte situado en Rosa Barba (Agrigento, 1972), que protagonizará la siguiente muestra de la galería, y tiempo y espacio en la serie Time As Activity de David Lamelas (Buenos Aires, 1946). En la versión de Madrid recoge imágenes de la sala del Guernica del Museo Reina Sofía y del Arco del triunfo de Moncloa. Dos momentos y maneras de reflejar un mismo hecho histórico en nuestro país.