Image: Danza moderna: del corsé a los pies descalzos

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Arte

Danza moderna: del corsé a los pies descalzos

22 marzo, 2018 01:00

Loie Fuller bailando en 1900

La Fundación Telefónica inaugura La bailarina del futuro. De Isadora Duncan a Joséphine Baker, una muestra que recupera a siete mujeres que entendieron que el cuerpo era un medio de expresión.

En la época que Isadora Duncan pasó en Londres acudía a diario al Museo Británico, donde era frecuente encontrarla bailando frente a los frisos. Incluso se quedaba embelesada admirando las vasijas de la época griega que guarda celosa la pinacoteca. Los dibujos de mujeres bailando que aparecen en estas piezas, el mar y las obras de Botticelli fueron las grandes influencias en su renovación de la danza. Sus aportaciones sirvieron de inspiración a futuras generaciones de bailarinas que entendían el cuerpo como forma de expresión e impulsaron un nuevo lenguaje en el escenario.

Su legado y el de otras artistas como Loïe Fuller, Joséphine Baker, Tórtola Valencia, Mary Wigman, Martha Graham y Doris Humphrey han dejado en la danza contemporánea es lo que se reivindica en La bailarina del futuro. De Isadora Duncan a Joséphine Baker. Con esta muestra la Fundación Telefónica acerca a estas pioneras que promovieron la liberación del cuerpo humano. "Queremos reivindicar que esta disciplina no es elitista sino que corresponde a su tiempo", anota María Santoyo, comisaria junto a Miguel Ángel Delgado.

Objetos de Tórtola Valencia

El recorrido por la cuarta planta del edificio abre con una breve introducción del estado de la danza con una vitrina en la que se ven "los diseños de corsés y estructuras que modelaban la figura femenina según los cánones de la época", anota Delgado. Era rígida y vertical hasta la irrupción en ese contexto de Isadora Duncan. Ella se descalzó, se vistió con túnicas y depuró la puesta en escena aunque no existen archivos de cómo ejecutaba sus movimientos. Tan solo quedan unos escritos poco esclarecedores de la época y unas acuarelas en las que Abraham Walkowitz la retrata.

De modo que Duncan se conviertió en inspiración a pesar de que actualmente se desconozca cómo abordaba sus coreografías. Lo que sí se sabe es que se movía en un ambiente culto, al contrario que Joséphine Baker, una de las musas de la danza popular de su tiempo. "Baker se convirtió en una celebridad del cine, fue la reina del cabaret y del jazz, música que Duncan no entendía", comenta la comisaria. En este contexto, envueltos en carteles de la época y con fragmentos de películas en las que participó, Baker "partía de los prejuicios del público burgués aportando un toque de burla e ironía que el espectador recibía con júbilo", recuerda.

Mary Wigman y sus máscaras

En este terreno popular se circunscribe Tórtola Valencia, bailarina española que alcanzó la popularidad con su baile de la serpiente. Un baúl demuestra la internacionalización de esta artista y los carteles de sus espectáculos enlazan con la influencia que ejerció Duncan en ella. Otra de las grandes protagonistas de esta época fue Loïe Fuller con una gran aportación: la iluminación como un elemento escenográfico más. Pero no cualquier luz, sino que a esta amiga de Marie Curie el científico Edison le cedía su estudio para que experimentara con la electricidad, cuando no lo hacían juntos. Sus coreografías eran ambiciosas y requerían de una gran esfuerzo físico ya que utilizaba grandes telas que manipulaba con bastones para moverlos haciéndolas parecer flores o mariposas. Añadió la luz a sus escenografías pero les quitó la música, para que solo se escuchara el ruido de las telas al moverse y su propia respiración.

Y si la música tiene su propio lenguaje sobre papel la danza también tiene sus códigos: Rudolf von Laban inventó un sistema de notación para el movimiento que se reproduce en una de las paredes antes de dar paso a una sala oscura protagonizada por Mary Wigman. Esta bailarina alemana estaba relacionada con el movimiento expresionista alemán, el grupo El Puente y los dadaístas suizos. "Quería llevar al escenario el expresionismo de la pintura y lo hizo con la escenificación de los mitos y el uso de las máscaras". Sin duda, su danza de la bruja, que aparece en una gran pantalla junto a una instalación de varias máscaras, fue una de sus grandes aportaciones.

Carteles de los espectáculos de Joséphine Baker

Su técnica estaba tan depurada como la que estableció Marta Graham, que sistematizó el lenguaje del baile. "Su estilo era físicamente muy duro y estilizado", cuentan los comisarios. De hecho, siguiendo la premisa de Duncan de refinar la escenografía todo objeto que introducía no era más que algo simbólico. Seis de sus movimientos han sido interpretados para la ocasión por Agnés López Ríos dando paso a Doris Humphrey, quien gestionó la caída. Si hasta ese momento parecía que las bailarinas levitaban más que un simple mortal Humphrey usó la gravedad del cuerpo para crear nuevos movimientos.

Todas ellas, por tanto, contribuyeron a la ruptura del academicismo dejando un legado del que se ha valido la danza contemporánea. Una disciplina que estas siete protagonistas remodelaron al entender que el cuerpo también era un medio de expresión. Pero lo plasmó mejor Isadora Duncan: "Si pudiera decir lo que siento, no valdría la pena bailarlo".

@scamarzana