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El Cultural

Karina Sainz Borgo: "Mi novela rescata la luminosidad que hay en el fango humano"

Tras el éxito de ‘La hija de la española’, la escritora y periodista publica ‘El Tercer País’, una novela cruda y fronteriza donde explora de qué es capaz el ser humano cuando no tiene nada que perder

10 marzo, 2021 09:23

“Llegué a Mezquite buscando a Visitación Salazar, la mujer que sepultó a mis hijos y me enseñó a enterrar a los de otros. En aquel solar reseco ella era lo único vivo. Así era El Tercer País, una frontera dentro de otra donde se juntaban el bien y el mal, la leyenda y la realidad, los vivos y los muertos”. Así arranca Angustias Romero el relato de su viaje en busca de un futuro mejor, esqueleto de 'El Tercer País' (Lumen), la nueva novela de la periodista y escritora Karina Sainz Borgo (Caracas, 1982) tras el rotundo éxito que supuso su debut La hija de la española.

Preocupada porque “no es un año sencillo para publicar”, la autora reconoce que ha querido marcar distancia con su primera novela, a la que está “agradecidísima por su gran respuesta, totalmente inesperada” pero con la que “hubo mucha sensación de que había en ella un punto testimonial. No voy a negar cierta inspiración, pero en este momento necesitaba abrir otra ventana. Quizás esté hablando de los mismos temas, pero lo estoy haciendo desde otro punto de vista”, apunta.

Y estos temas, que son la supervivencia, el poder, la pertenencia, la violencia o el desarraigo, nos llegan a través de la historia de una Angustias que se pone en camino huyendo de una inconcreta y simbólica peste con su marido y sus dos bebés atados a la espalda. Sus hijos mueren y su marido, aquejado por la fiebre, apenas puede ayudarla a cargar las cajas de zapatos donde llevan a sus bebés muertos, antes de abandonarlas en el cementerio ilegal de Visitación Salazar, una especie de Antígona moderna que señorea un territorio infernal y espectral que parece salido del Pedro Páramo de Rulfo.

Pregunta. De una historia muy personal, que entronca con su pasado y sus experiencias salta a este universo borroso y difuso de El Tercer País. ¿Cómo fue el tránsito hasta esta novela?

Respuesta. Este libro surgió y se me presentó al mismo tiempo, hacia principios/mediados de 2019. Había tenido contacto con la historia de una enterradora de frontera e ir a ver de qué se trataba. Hice varios viajes, que nutrieron la ficción que es esta novela, porque me parecía potentísimo y terrible que alguien se dedicara a enterrar a personas que no tuvieran quién las recogiera, quién las reclamara. Gente que no le importaba a nadie después de muerta. Esa figura es un gran símbolo de compasión en este tiempo tan poco dado a ella.

"La imposibilidad de enterrar a nuestros muertos que vivimos en la pandemia es una circunstancia terrible que la emigración siempre ha tenido"

P. Su novela habla de algo peor que la muerte, la imposibilidad de enterrar a los propios muertos, ¿es lo único que te pueden quitar cuando ya no te queda nada? ¿Qué pensó cuando la pandemia hizo que fuera una realidad?

R. Cuando empecé a escribir todavía vivíamos en un tiempo en el que eludíamos la muerte y la enfermedad, que se escondían o se travestían tras mucha épica. De pronto llegó la pandemia y la muerte se hizo presente a lo bestia. Y las cosas que se daban por sentadas, como el poder enterrar a nuestros muertos, ya no ocurrían, lo que acrecentó muchísimo el dolor de la gente, porque generó la sensación de que habían abandonado a los suyos. Esa ausencia de despedida simbólica, porque el acto de enterramiento es una suerte de reparación, una forma de dotar de memoria; es una circunstancia terrible que la emigración siempre ha tenido. En gran medida los inmigrantes quedan en el camino muertos, nadie los recoge. Y enfocar esa imagen es muy necesario hoy en día.

Una herencia inagotable

P. El personaje de Visitación es quien se ocupa de enterrar a esos muertos como si fuera una Antígona moderna, enfrentándose a todo y a todos. ¿Qué la anima a ir en contra de la ley?

R. Visitación Salazar es un personaje muy exagerado. Por un lado, tiene mucha piedad y compasión hacia el prójimo, pero también es terriblemente cruel en ocasiones. Es evangélica, y en este sentido tiene delirios de grandeza en el sentido de que trata a sus muertos como si fueran un jardín. Pero todas estas incongruencias la hacen muy humana, muy cercana. Por ejemplo, le encanta el sexo y comer, lo que hace un poco de contrapunto con su trabajo de enterradora. Eros y Tánatos. Aunque la clave fundamental es su elemento desafiante. Siempre está desafiando a la autoridad, que en realidad no es la autoridad porque en la frontera impera la ley del más fuerte. Ella va en contra de alcaldes, curas guerrilleros o narcotraficantes simplemente para hacer lo que cree más justo, dar sepultura a los olvidados.

"Siempre me ha fascinado de Rulfo su capacidad intimista de utilizar la ambigüedad. Para crear Mezquite me encomendé a esa sensación de fantasmagoría de 'Pedro Páramo'"

P. También cita como referencia la Comala de Rulfo en Pedro Páramo, ¿en qué sentido cree que se parece este libro, más allá de la metáfora del infierno?

R. Una de las cosas que siempre me ha fascinado de Rulfo es su capacidad intimista de utilizar plásticamente la ambigüedad. En Pedro Páramo no sabes muchas veces quién está hablando, no sabes quién está vivo y quién muerto. Para crear este territorio fronterizo, cruce de vida y muerte, realidad y fantasía, bien y mal; me encomendé a esa sensación de la fantasmagoría, de aquello que no está, que no sabes muy bien adonde se ha ido. Aunque en mi libro, en esta especie de infierno que es Mezquite están todos demasiado vivos.

P. Más allá de Rulfo, su novela destila también ciertos mimbres de lo que fue el boom. ¿Cuál es la herencia de esta generación, cómo la siente al escribir?

R. Generacionalmente no tengo en absoluto ninguna cuenta pendiente con el boom, forma parte de mi sensibilidad y de alguna manera he ido deslizando guiños de forma muy consciente. Por ejemplo, hay varios guiños a la oralidad, que esa generación trabajó tan genialmente, y otro muy particular a García Márquez, lo de la peste del olvido. Era una alegoría muy útil porque podría ser una tragedia climática, un enfrentamiento religioso, una persecución, un gobierno autoritario, la delincuencia... La gente siempre va a estar huyendo de algo, y si la población se mueve es porque sabe que si no se mueve no va a sobrevivir.

Fronteras eternas

P. Decía Hertha Müller que “el significado profundo de la palabra frontera es aterrador". Usted explora ese territorio, esa tierra de nadie donde lo que manda es el poder, la violencia y el dinero. ¿Cuánto de lejos estamos de que dejen de existir este tipo de territorios?

"El migrante es la gran figura del siglo XXI, pero ahora el empuje es puramente económico, de supervivencia, y no político o ideológico"

R. Me temo que muy lejos. Mi territorio de Mezquite podría ser Latinoamérica, pero la propia Europa no sabe cómo manejar esto, como vimos con la oleada de refugiados sirios de hace unos años, que terminó creando un circo romano en el Mediterráneo. Y en mi continente están otros muchos ejemplos. Si el XX fue el gran siglo de la errancia por cuestiones ideológicas o políticas, en el XXI el migrante es la gran figura, aunque ahora el empuje es económico. Hay gente que está tan desesperada por salir del sitio en el que está por no poder vivir que son capaces de meterse en el motor de un coche o viajar en una balsa precaria… Algo que encerrados en nuestros Estados del bienestar vemos con ojos un poco miopes.

P. Pese a todo esto, llama la atención la solidaridad, el espíritu comunitario en la desgracia, que Rebecca Solnit destacaba en Un paraíso en el infierno y que funciona en su libro. ¿Es el ser humano capaz de sorprender en positivo?

R. Sin duda, los momentos límite, de mayor vértigo y amenaza, sacan lo mejor y lo peor de nosotros mismos. Es un tópico cierto. Hay momentos en que el hecho de convivir con el otro te hace volcarte hacia él y experimentar la piedad y la compasión. En el caso de mis personajes, lo que procuran es que la gente que ya no tiene nada, al menos tenga quién les entierre. En un lugar donde la vida no vale nada la muerte es de lo poco que se puede ofrecer y me pareció importante que esa reflexión la desarrollaran una enterradora altruista y una madre huérfana, que se quiere quedar a vivir donde está la tumba de sus hijos porque ya no tiene a donde ir.

Escribir sin moraleja

P. Una tensión que recorre el libro es la que se da entre desarraigo, la necesidad, como siente Angustias, de huir de su patria en busca de un futuro mejor; y el impulso de poseer la tierra. ¿Qué sigue significando la tierra, a nivel atávico, material y simbólico?

R. La tierra es algo fundamental porque genera una idea de pertenencia absoluta. Es el lugar al que vas a parar cuando todo acabe, cuando te mueras o te maten, vas a acabar ahí. Angustias se marcha porque quiere salvar a sus bebés, que vivan en un lugar mejor. Y lo que consigue es lo contrario, que se mueran. Ella no va a criar a nadie y los niños no van a echar raíces en sus tumbas, no tendrán una tierra a la que arraigarse. Toda esa relación extraña y averiada entre la pertenencia y la tierra está en cuestión en la novela y me interesa mucho como tema a explorar, pues lo vemos latiendo en casi todos los debates actuales posibles.

P. Ha dicho en alguna ocasión que cuando escribe un motor importante es la ira. ¿Es el sentimiento que prima en esta historia de emigración, muerte e impotencia?

"Me siento incomoda con los libros en los que viene incorporada la moraleja. Prefiero un final ambiguo, lo que puede ser tan luminoso como oscuro"

R. Es cierto que ha sido un elemento clave, pero también he necesitado trascender esa ira y buscar otras emociones que complementasen la paleta. En una novela debe haber personajes contradictorios, como en la vida. Angustias es una mujer que ha sufrido muchísimo, lo indecible, pero a la vez es infinitamente cruel, ella nunca perdona a nadie y le reprocha cosas a Dios como enrostrándolo. También me ha gustado, en una historia donde apenas hay atisbos de compasión o piedad, incluir un personaje como Aurelio, que sólo intenta redimirse. Me parecía que merece la pena narrar esto, que de eso va la literatura, de rescatar y contar los muchos momentos de luminosidad que brillan dentro del fango humano.

P. Sin desinflar a ningún lector la trama, el libro termina donde podría haber empezado, con el infinito ciclo de vida, muerte, violencia, solidaridad… ¿La literatura no debe dar respuestas, es sólo una mirada a la realidad?

R. Algo de eso hay, sí. Me siento incomoda con los libros en los que viene incorporada la moraleja. Realmente lo que Angustias logra es algo tan sencillo como salir viva de ese lugar, que podría no haberlo hecho. La decisión de dejar el final abierto es manifiestamente ambigua y puede ser tan luminosa como oscura, porque realmente no sabemos qué va a pasar con esta mujer. No sabemos absolutamente nada, y lo divertido, lo útil para mí, es conocer qué ve el lector, qué imagina él que puede ocurrir.