Karina Sainz Borgo: "La Venezuela que yo echo de menos ya no existe"
La periodista acaba de publicar su primera novela, 'La hija de la española', un retrato sobre la pérdida y la supervivencia que ya ha sido comprado en 22 países
28 marzo, 2019 01:00La última vez que Karina Sainz Borgo (Caracas, 1982) visitó Venezuela, Hugo Chávez seguía vivo. Sería 2012 o principios de 2013, hace memoria. "El problema es que el país que yo echo de menos ya no existe -confiesa-. No tengo a dónde volver". Periodista cultural y autora de libros de periodismo como Caracas hip-hop y Tráfico y Guaire. El país y sus intelectuales, La hija de la española es su primera novela de ficción. La historia sobre una joven venezolana que, tras la muerte de su madre, trata de huir de un país que se desmorona.
"Volver -señala ahora- es como encontrarte los pedazos de lo que quedó, los restos del naufragio, entonces es mejor no recordarlo". Para eso, en parte, está la protagonista de esta novela Adelaida Falcón. "Era mi manera de decirle al país cuánto lo echaba de menos y cuánto lo amaba". Y lo cierto es que el relato ha calado. Poco después de que la editorial Lumen se hiciera con sus derechos, el texto se había vendido ya en 22 países.
Pregunta. La hija de la española está protagonizada por una mujer joven, más o menos de su edad, también relacionada con la cultura, ¿eligió esa voz narrativa por proximidad?
Respuesta. No era la juventud lo que me interesaba, sino la edad. Ella está en una edad de desarrollo y de crecimiento. Debería estar en la eclosión de su carrera como editora y lo que está es en el peor momento de todos. Porque se queda sola, pierde a su madre y no está en un país que le permita progresar. Me parecía que era mucho más plástico si se le truncaba toda la vida en el momento en que está para sembrar, en un momento de expansión. Fíjate que en esta literatura social o europea siempre se coloca al mileurista, al joven machacado, pero aquí más bien me planteaba qué pasaría si ocurría en otras circunstancias. Por su parte, la elección de una voz femenina me permitía también que la relación con la madre fuera mucho más luminosa. La madre es una alegoría del país y era mucho más emotivo y emocional proyectar esa relación desde un narrador mujer, que desde un narrador hombre. Aparte de que esta novela está presidida básicamente por mujeres, porque son mucho más violentas y porque la que describo es una sociedad muy matricéntrica.
P. Lleva desde 2006 en España, ¿cómo vive la situación de Venezuela desde aquí? ¿Cómo la siente?
R. La vivo con un malestar, una ansiedad y una preocupación muy profundos. Lo que pasa es que no es la misma que antes, me da la sensación. Ahora se ha civilizado, se ha aquietado, he sido capaz de metabolizarlo. Antes era incapaz de hablarlo. Y me costaba mucho. Sergio del Molino, en la presentación de la novela en Zaragoza, se acordaba de algo que yo no tenía presente, de cómo me afectaba a mí de alguna u otra forma Venezuela. Antes me afectaba mucho más, ahora por lo menos con el libro he sido capaz de articular un cierto relato sobre el dolor que me genera, que es bastante profundo.
"Cuando un tema te golpea de manera tan fuerte es suficiente acicate y suficiente estímulo para sentarte a picar piedra"
P. En ese sentido, ¿su escritura le ha servido de catarsis?
R. Claro, porque además con algo contemporáneo tan horrendo pensaba que yo debía intentar hacer algo que redimiera un poco. La búsqueda y la aspiración de belleza es un acto de resistencia a su manera. Y bueno, también es cierto que yo tenía una pulsión muy fuerte por poder volcarlo en narrativa. Pero cuando un tema te golpea de manera tan fuerte es suficiente acicate y suficiente estímulo para sentarte a picar piedra. Porque realmente el producto de escribir es lo más parecido a picar piedra que yo he visto. Como decía Philip Roth, escribir es bajar a la mina.
P. En La hija de la española habla de la culpa del superviviente, ¿siente esa culpabilidad?
R. Sí, la verdad es que la siento muy presente. En este caso, está transferida a la protagonista y al espíritu de la novela en general. Eso es lo más complicado, lo que marca a las personas. La idea de la pérdida, de la supervivencia, la culpa del superviviente son temas centrales del libro y todas las decisiones están tomadas en función de ese razonamiento.
P. Además, desde la muerte de la madre de la protagonista hasta la desaparición del país, reconstruye el sentimiento de la pérdida, ¿no?
R. Todo se viene abajo al mismo tiempo. Ella pierde la casa y la madre y la forma en la que la desalojan... Aquí no hay un estado, aquí hay una fuerza de ocupación. Es algo que empuja a las personas y a los individuos y por eso yo quería que fuera tan alegórico. Una alegoría de cómo las sociedades sometidas a un proceso totalitario terminan despareciendo como entidades. A Adelaida Falcón le pasa eso. De hecho, la Mariscala -la líder del grupo de mujeres que ha ocupado su casa- es una gran alegoría del poder y de sus desmanes.
P. Como periodista, ¿cuál diría que es la situación del periodismo en Venezuela?
R. El ejercicio de periodismo en Venezuela en estos momentos es un acto de valentía tan grande... Mira a Luis Carlos Díaz, que es un formador de opinión, tiene mucho que ver con periodismo de datos, con periodismo digital. El gobierno de Nicolás Maduro lo secuestró, se lo llevó el SEBIN, la policía política, acusándolo de que él había programado el apagón de los últimos cuatro días. Tuvo que salir su mujer a pedirles que por favor le dijeran dónde estaba su marido. Es una cosa muy dramática, muy dolorosa. Es un ejemplo, pero hay más, como Armando.info que lo forman un grupo de periodistas que han sacado unas magníficas exclusivas de los casos de corrupción con el chavismo y están exiliados en Colombia, no pueden volver. Se han cerrado alrededor de unas 200 o 300 medios. El poder del apagón informativo del estado es muy fuerte y además hay una represión muy grande. En términos de "o callas o te quito el programa", como ya pasó con César Miguel Rondón. Rondón se tuvo que ir. Algunos tienen el pasaporte retenido, no pueden salir. Sí, el ejercicio periodístico en Venezuela es realmente un gran acto de valentía y es imposible de hacer, la gente lo intenta y lo hace, pero es imposible.
P. ¿Qué papel juega Santiago, el joven brillante al que detienen y torturan, en su novela?
R. Cada personaje del libro obedece a una función. Santiago está contado para contar cómo se torturaba a los estudiantes que fueron apresados y cómo los usaban después en sus propios comandos. Tiene un relato, una realidad, un trasunto. Pero Santiago también es el país que no pudo ser. El país que iba a ser brillantes, instruido, civilizado, profesional. Pero, fíjate, queda un poco en el limbo, no se sabe si es un narcotraficante o no... Eso es algo que utilizan mucho los regímenes totalitarios. No solamente te matan sino que te matan civilmente, cambian tu biografía, te difaman. Creo que eso también demuestra también la temperatura que puede llegar a vivir una sociedad y la degradación moral que puede llegar a ejercer el poder cuando es excesivo.
"Reconstruirnos como país va a ser un proceso duro. Estamos como en un perpetuo temblor, ni si quiera hay desenlace, lo cual es mucho peor"
P. Los libros tienen también mucha importancia para su protagonista, ¿diría que la literatura, y la cultura en general, es una víctima más de los regímenes totalitarios?
R. Sí, totalmente. De hecho, la primera víctima de los totalitarismos es el lenguaje. El primero. El primerísimo. Cada régimen atrapa, busca una manera, una palabra para identificar un enemigo, excluirlo, marginalizarlo, estigmatizarlo, señalarlo... Para que se repita y poder machacar anímicamente a alguien. Eso pesa en la construcción de un relato, en la reconstrucción de la historia. Todo producto cultural está sometido a ese proceso porque es útil. De hecho, en la novela está contado, a Simón Bolívar le cambian los rasgos, le pusieron rasgos de mulato, como ocurre en la realidad. Se rehizo toda la figura de Bolívar en función de la ética populista que se intentó construir alrededor. Pero claro, también sufre la creación libre y, en un caso como Venezuela, todavía más. El gran editor en Venezuela era Monte Ávila Editores. Era un sello del estado. Cuando el estado quiso convertir todo en un órgano de propaganda, el que no estuviera dispuesto sería excluido y silenciado. Y termina pasando, como a Doris Lessing, editora de un sello muy asociado al partido comunista, que tuvo que corregir y editar las peores novelas que son las del realismo soviético. Aquí pasa lo mismo, aparece una literatura afín que glosa única y exclusivamente las bondades del régimen. Eso evidentemente termina derrumbando una estructura cultural y cualquier cosa parecida.
P. ¿Sigue de cerca la literatura venezolana?
R. Sí. Una de las voces más importantes para mí es la de Yolanda Pantin, citada en el libro. Por su estética y por el pensamiento ciudadano que hay impreso en sus libros. Hay autores que sigo, quiero y respeto mucho como Juan Carlos Méndez Guédez o Israel Centeno. La poesía venezolana me gusta mucho. Aparte de Yolanda está también Igor Barreto que acaba de publicar aquí El muro de Mandelshtam (Bartleby). Pre-Texto va a publicar una antología de toda la poesía venezolana. Visor acaba de publicar a Juan Sánchez Peláez, aunque Peláez es un poeta ya de otro tiempo. Hay gente joven muy buena. Está Rodrigo Blanco, que es muy conocido y leído en España. Por supuesto, Alberto Barrera, magnífico escritor. Lo que pasa es que él es un poco más adulto que los otros.
P. Retrata un país muy desolado, en perpetúa destrucción, ¿tiene la esperanza de que la situación mejore?
R. Soy muy cauta. Una sociedad expuesta tantas veces a la frustración tiene que ser cauta y tener muy claro que esto va a tomar mucho tiempo. Reconstruirnos como país va a ser un proceso complicado y duro. Estamos como en un perpetuo temblor, ni si quiera hay desenlace, lo cual es mucho peor. En una situación de carestía tan fuerte, donde una sociedad no tiene ni si quiera acceso al dinero, donde el dinero ya es una ficción, que no tiene medicamentos, no tiene comida, pedirle que esté en la calle, más de lo que ya está, es exigir demasiado. Creo que tenemos que pensar en una reconstrucción en una clave muy a largo plazo para que sea duradera.
P. Por último, ¿por qué ese título? ¿Por qué La hija de la española?
R. En el libro es muy importante la presencia de la española no solamente por el título sino porque retrata a una generación, la de la posguerra europea, que construyó un país en otro lugar. Ellos nunca miraron atrás. Se hicieron venezolanos, se volcaron en la construcción de un país que aspiraba al progreso. No tenían posibilidad de elegir. Y sin poder elegir, sin tener opciones, ya en el siglo XXI, esos hijos y nietos de esos personajes que se hicieron tan venezolanos como cualquier venezolano tuvieron que emigrar, expulsados por una fuerza o por circunstancias de carestía y casi de escenario bélico. Eso me interesaba mucho por eso la hija de la española tiene ese título que yo quería.