Luisa Castro
"La política debería ser una práctica de los afectos"
16 noviembre, 2018 01:00Luisa Castro. Ilustración: Ulises
Tras más de una década de silencio, Luisa Castro (Foz, Lugo, 1966) acaba de publicar Actores vestidos de calle (Visor), un poemario "bastante oscuro" sobre lo que "el dolor personal puede enseñarnos".
Extinción, de Thomas Bernhard. Releo La guerra de España de Hugh Thomas, y La biografía de Marcel Proust, de George Painter.
¿Qué le hace abandonar la lectura de un libro?
La planicie. Cuando no hay subidas ni bajadas, ni curvas.
¿Con qué personaje le gustaría tomar un café mañana?
Con alguno muerto. Henry James, por ejemplo.
¿Cuáles son sus hábitos de lectura: es de tableta, de papel, lee por la mañana, por la noche...?
Si pudiera leería todo el día, pero leo por la noche, en papel y también en libro electrónico.
Cuéntenos alguna experiencia cultural que cambiara su manera de ver la vida.
Entrar en la librería de mi pueblo por primera vez. Leer a Pablo Neruda, Blas de Otero, Celso Emilio Ferreiro...
Tras años de silencio, escribió este libro mientras dirigía los Institutos Cervantes de Nápoles primero y Burdeos después. ¿Qué momento vive el español en Europa hoy?
En Italia y en Francia estos años se ha incrementado de modo muy notable la elección del español como segunda lengua en los colegios, después del inglés. También en Inglaterra, y Alemania. El español se percibe como una lengua global.
El libro arranca con un poema sobre un atentado en Osetia: ¿cuándo comenzó a dejar de importarnos tanta guerra soterrada, tanto dolor, tanta muerte?
Nunca ha importado demasiado, tristemente. El ser humano está hecho para pasar por encima del dolor. No es arbitrario que el libro empiece por ahí. Luego hay una transición a otro dolor más íntimo, el único capaz de hacernos sensibles al dolor ajeno.
¿Qué exilio es más terrible, el obligado por la política o la guerra o el de los afectos?
El de los afectos; pero casi siempre van juntos. Los afectos también los moldea la política, y la educación. La política debería ser una práctica de los afectos.
¿Cómo se relaciona Actores vestidos de calle con el resto de su obra poética?
Actores es mi libro más íntimo, creo. Arranca con esa imagen de terror, pero hay una gran elipsis en todo el libro. Nace de la separación física de mis hijos. Todo él es el intento de expresar lo que el dolor personal puede enseñarnos. No hay alardes lingüísticos, y pudiera parecer que retrocedo muchos años. Es un libro bastante oscuro, con fogonazos de luz.
Su nombre figura en las principales antologías de poesía española contemporánea: ¿a qué poeta olvidada o minusvalorada le gustaría reivindicar y por qué?
No es cuestión de rescatar nóminas, sino de la óptica con la que se leen y se estudian esas poetas. En general la crítica ha tratado mal a las mujeres, con condescendencia o al por mayor. No ha querido reconocerlas. Eso ha cambiado radicalmente con los jóvenes.
¿Entiende, le emociona, el arte contemporáneo?
Sí, me emociona desde antes de saber que era arte contemporáneo. Una piedra, una acción.
¿De qué artista le gustaría tener una obra en casa?
Del escultor Manolo Paz, por ejemplo.
¿Le importa la crítica? ¿Le sirve para algo?
Si son buenas todas me sirven. Si son malas, suelo estar en franco desacuerdo.
¿Qué música escucha en casa?
Música clásica, pero no escucho demasiada música. Últimamente Debussy, Marais, Fauré.
¿Le gusta España? Denos sus razones.
Me gusta, sí. Sobre todo la humildad y la buena fe que aún se cultiva en algunos lugares. Me parece que nos viene de un pasado rural y pobre, que no deberíamos olvidar. Y que Cataluña, País Vasco y Galicia son también otra España.
Déjenos una idea para mejorar la situación cultural de nuestro país. Profesores mejor pagados. Menos chauvinismo y más educación. Enseñar a hablar y a escuchar, sobre todo.