Luis Alberto de Cuenca
"Vivimos en una época sin referencias heroicas"
4 octubre, 2010 02:00Luis Alberto de Cuenca. Foto: Esteban Cobo.
En los últimos poemas de Luis Alberto de Cuenca los zapatos de mujer tienen tacones tan astifinos que atraviesan cuellos de hombre sin salpicar siquiera una gota de sangre. Estas composiciones, alrededor de 90, figuran agrupadas en El reino blanco, décima entrega de la cuidada colección de Visor Palabra de honor. El fetichismo del autor madrileño está llevado al extremo. Pero el libro va mucho más allá. No hay argumento unívoco definido: los temas, de lo más variado, se suceden con apariencia aleatoria. De fondo, lo que queda es el poeta "abierto en canal", con todas sus obsesiones y ambivalencias bullendo bajo los versos, en los que la cultura más intelectual se conjuga, sin chirriar nunca, con la más popular, el sentido lúdico del amor no olvida su reverso amargo, y el elogio a la literatura y sus efectos liberadores choca con una realidad normalmente decepcionante.Pregunta.- ¿Puede decirse que en El reino blanco está Luis Alberto de Cuenca abierto en canal: en el sentido de que salen a relucir todas sus obsesiones?
Respuesta.- Me gusta la expresión, sí, señor: abierto en canal. Como el buey desollado de Rembrandt o de Bacon. Puede y hasta debe decirse eso. Al final ese buey desollado es una buena imagen de lo que somos.
P.- Con este poemario demuestra que cabe la transgresión estética de vanguardia también en el metro clásico (alejandrinos, endecasílabos...), ¿no?
R.- Con este y con otros libros de versos míos, desde La caja de plata (1985) hasta hoy.
P.- Foxá le enseñó que la poesía debe ser una fiesta comunicativa en la que cabemos todos. ¿Es la enseñanza más importante que le dejó este autor?
R.- ¿No es suficiente esa enseñanza? A mí me parece que sí. Podría haberme enseñado también a beber alcohol, por ejemplo, pero hubiese pinchado en hueso, porque soy abstemio.
P.- En su obra hay un constante tránsito, de ida y vuelta, entre lo intelectual y lo vulgar. ¿Es consciente de ese vaivén o le sale -digamos- solo?
R.- Me sale solo. Nací con las Obras completas de Shakespeare en la mano derecha y un tebeo de El Guerrero del Antifaz en la izquierda. Ni quiero ni puedo prescindir de la gran cultura ni de la cultura popular.
P.- En su haiku Freud afirma "Todo en la vida / se reduce a dos cosas: / sexo y comida". ¿Aceptaría una reformulación: "Todo en la vida / se reduce a dos cosas: / sexo y poesía?
R.- La aceptaría sin reservas. La poesía nunca puede sustituir al sexo, pero sí a la comida. (Aunque, allá en el fondo, poesía, sexo y comida sean una y la misma cosa.)
P.- La poesía tiene sus límites. ¿Siente cuando lee lo que ha escrito que se han quedado matices y hondura fuera del verso?
R.- Me sucede lo contrario. Pienso que se me quedan esos matices y esa hondura fuera del verso, en la aburrida prosa de la vida diaria. La poesía no tiene límites. Es la vida la que los tiene.
P.- Tiene un poema titulado Elogio del sujetador. ¿Le parece la prenda íntima femenina más sublime?
R.- La verdad es que tiene lo suyo en lo que a sublimidad se refiere. Pero las demás prendas íntimas femeninas no le van a la zaga. Uno es fetichista en general, sin distingos innecesarios. Lo que ocurre es que el sujetador es más poetizable.
P.- En Elogio de la poesía lamenta la escasa influencia de la poesía en la sociedad de hoy. ¿Cuál es la consecuencia más nefasta de esta circunstancia?
R.- Creo recordar que en ese poema me refiero, sobre todo, a la gran poesía, o sea, a la épica. Vivimos en una época sin Volksgeist y sin referencias heroicas. En una sociedad devastada, a derecha y a izquierda, por la political correctness. Así le va al planeta.