
Francisco Villar, Catherine L’Ecuyer y David Ezpeleta coinciden en que las pantallas han deteriorado la capacidad de aprendizaje.
El clamor de los investigadores ante el fracaso de las pantallas en las aulas españolas: "¿Por qué las pusimos sin evidencia?"
El Gobierno ha aprobado una ley que obliga a regular en las aulas el uso de pantallas, puesto que ha deteriorado las capacidades de los alumnos.
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Para el próximo curso escolar, los alumnos de Educación Infantil y Primaria de la Comunidad de Madrid abandonarán el uso de las pantallas, tanto en las clases como para hacer deberes. Es la primera vez que se toma una medida de este tipo en España. Al menos seis autonomías más la están contemplando, mientras que el Gobierno ha aprobado en el último Consejo de Ministros una nueva ley que obliga a los colegios a regular el uso de las pantallas en las aulas con fines educativos.
Con estas iniciativas, se deja atrás un (breve) periodo en el que se pensó que la entrada de las tecnologías en las aulas escolares iba a suponer una mejora del rendimiento académico. No sólo no ha sido así, sino que, como demuestra el último informe PISA, nuestro país ha empeorado, obteniendo el peor resultado de la historia en Matemáticas y el segundo peor en Lectura y Ciencias.
Lo que más preocupa a los expertos consultados por EL ESPAÑOL no es únicamente que, como sugieren algunos estudios, haya empeorado el rendimiento y que las capacidades de los alumnos se hayan visto deterioradas. La pregunta que se hacen es "por qué las pusimos" cuando no existía una evidencia científica sólida de que los beneficios iban a ser mayores que los riesgos.
"Hemos hecho un ensayo con una generación entera introduciendo un producto que no estaba probado que daba resultados", afirma Catherine L’Ecuyer, doctora en Educación y Psicología y autora Educar en la realidad, un libro que ya en 2014 abordó la cuestión de las pantallas en las aulas. "Digitalizamos de forma masiva las aulas porque era sinónimo de progreso y modernidad pero no teníamos pruebas del impacto positivo para el aprendizaje".
"El debate debería haber sido previo. ¿Dónde estaban los estudios que demostraban que se iba a mejorar en algún aspecto?", añade Francisco Villar, psicólogo clínico infantojuvenil. "¿Y el balance de riesgos? Porque estábamos incorporando las pantallas en niños sanos, tendríamos que haber sabido antes si tenía consecuencias o no".
Menor comprensión, más distracción
Los estudios —que se han realizado a posteriori de la entrada de las pantallas en las aulas— llegan, en su mayoría, a la misma conclusión: las consecuencias han sido negativas para los alumnos, quienes han perdido comprensión lectora, ya que es "mucho menos intensa" cuando la lectura se realiza sobre un soporte digital.
Un metaanálisis de la Universidad de Valencia demostró incluso que el llamado "efecto de superioridad del papel" se incrementa en los menores de 20 años. Así es, tras analizar los datos de más de 170.000 personas, comprobaron que las nuevas generaciones comprenden mejor un mismo texto en papel que en digital, en comparación con sus predecesores. En otro trabajo más reciente también se ha observado que cuando se utilizan dispositivos digitales en las clases de Lengua y Literatura, las calificaciones en las pruebas de compresión lectora eran peores.

Imagen de archivo de un grupo de estudiantes en una clase.
La "hiperestimulación" de las pantallas también ha causado una pérdida en la capacidad de atención. Un informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), publicado el pasado año, advirtió que el 59% de los estudiantes habían desviado su atención en algunas clases de Matemáticas debido a que otros estudiantes utilizaban teléfonos, tabletas u ordenadores portátiles.
Esta exposición continua a estímulos produce, como explica el neurólogo y vicepresidente de Sociedad Española de Neurología (SEN) David Ezpeleta, "un síndrome de inatención digitalmente mediado que afecta directamente a la capacidad de memorización y de consolidación de los conceptos". Por tanto, resulta más difícil aprender, así como expresar lo aprendido, bien sea de forma oral o escrita.
La distracción, además, se ha convertido en "un aliado del aprendizaje" cuando anteriormente se consideraba un enemigo, puesto que cualquier elemento distractor provoca una modificación de las estructuras neuronales. "Cuando publiqué el libro en 2014, nos consideraban unos retrógrados", recuerda L’Ecuyer, "y ahora estamos a la vanguardia".
Deterioro paralelo a las pantallas
Otra de las consecuencias de ofrecer un recurso externo como el que representan las pantallas es que "puedes incapacitar" a los alumnos. Un riesgo que, según Villar, "ya les está pasando": "No ayudes al que no lo necesita. Es normal que los niños en la escolarización no sepan hacer cosas. Pero no porque estén 'rotos' o sean defectuosos, sino porque todavía no tienen los recursos. Y eso es lo que debes procurar: que tengan oportunidades de adquirirlos".
Uno de los países que está dando (de nuevo) esta oportunidad a los alumnos es Suecia, que fue precisamente uno de los primeros en apostar por la digitalización de las aulas. espués de más de una década, el Gobierno sueco ha decidido dar marcha atrás en su decisión, implementando medidas para devolver los libros de texto a las aulas. Entre los principales motivos tras la decisión de Suecia se encuentra la caída en los resultados obtenidos por los alumnos de este país en el Estudio Internacional de Progreso en Comprensión Lectora (PIRLS, por sus siglas en inglés).
Este retroceso va más allá de la región escandinava. "Es mundial", señala Villar. "El deterioro que ha habido en el nivel de aprendizaje ha sido generalizado y paralelo a la incorporación de las pantallas. Parece que es la primera vez que estamos haciendo una curva en el cociente intelectual". El doctor en neurociencia Michel Desmurget también reconoció, en una entrevista con este periódico, que "las capacidades intelectuales de los niños en los países europeos se están deteriorando".
L’Ecuyer, por su parte, se muestra más comedida a la hora de ofrecer una respuesta, pues considera que "la inteligencia no es estática". Ahora bien, entiende que hay evidencias acerca de cómo el consumo de pantallas en los primeros años de vida disminuye el vocabulario. Por lo tanto, también "tienen menos recursos para poder pensar, lo cual influye en lo que podríamos llamar la inteligencia".
La vuelta al libro
Como la eliminación del uso individual de dispositivos digitales en los colegios supondrá la vuelta al aprendizaje a través del papel, la pregunta que puede surgir ahora es cómo será la adaptación de los alumnos. "Nos han metido ese miedo de 'qué puede suceder si quitamos las pantallas'", advierte Villar. "Pues no pasará nada. Si nos equivocamos al ponerlas, las retiramos".
Ezpeleta no tiene "ninguna duda" de que el regreso al libro será exitoso: "El cerebro tiene una plasticidad cerebral tal que desde el momento en el que volvamos a escribir a mano o a subrayar los libros, aumentará la capacidad de aprendizaje". Tanto es así, que está "convencido" de que "si se hace bien, en 10 años tendremos un aumento del rendimiento académico".
Con este regreso a 'la vieja escuela', L’Ecuyer cree que "los niños por fin aprenderán. Hemos asumido que aprendían mejor a través de las pantallas que en papel. Pero es que las evidencias no apuntan en esa dirección". Para Villar, los efectos positivos van a ser tantos ("no sólo mejorará el rendimiento académico, sino que también se reducirán los conflictos y las listas de espera en salud mental") que vaticina que el partido que lidere estas iniciativas "gobernará por muchos años y no habrá forma de sacarlo del gobierno".