Hay factores de riesgo de la enfermedad de Alzheimer que difícilmente se pueden modificar, como la presencia de la mutación ApoE4, que puede triplicar la probabilidad de sufrir la demencia. Entre los modificables, en cambio, hay uno que subyace todos los demás y sobre el que –en teoría– sería fácil actuar: el aislamiento social.
Este concepto se entiende de dos formas, la sensación subjetiva de soledad y el dato objetivo de apoyo social, según los investigadores de la Universidad McGill de Montreal (Canadá) que han evaluado su efecto en el resto de factores que influyen en el desarrollo de la demencia.
Encabezados por Danilo Bzdok, que también forma parte del Quebec Artificial Intelligence Institute, los científicos han acudido a dos grandes bases de datos, lo que se conoce como cohortes: El Biobanco de Reino Unido, con 502.506 participantes, y el Estudio Longitudinal Canadiense sobre el Envejecimiento, con 30.097 individuos.
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Las cohortes recogen todo tipo de datos (de salud, socioeconómicos, demográficos, etc.), que son aprovechados por los investigadores en multitud de estudios. En esta ocasión, Bzdok y su equipo se centraron en cómo ese aislamiento social se relacionaba con factores personales, sociales, de salud física y mental.
Aunque cada vez hay más estudios que subrayan la importancia de la soledad como determinante del alzhéimer, todavía no se había analizado en profundidad su relación con otros factores de la enfermedad, tales como el nivel educativo y socioeconómico, el consumo de alcohol y tabaco y diversos problemas de salud.
Pues bien, al observar en grandes poblaciones la presencia de la sensación de soledad y la falta de apoyo social (medida como la frecuencia en la que una persona puede hablar de sus problemas con alguien), los investigadores observaron una fuerte relación con el resto de factores que se sabe que contribuyen al desarrollo de demencias.
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Así, el consumo de tabaco se asociaba con 19,7% más de probabilidades de sentirse solo en la cohorte británica. La mayor actividad física, en la canadiense, implicaba un 26,9% menos de riesgo de carecer de apoyo social, mientras que mirar la televisión (es decir, el sedentarismo) se ligaba a mayor aislamiento.
Condicionantes de salud física como las enfermedades cardiovasculares o la diabetes también mostraban una fuerte relación con el aislamiento social, al igual que el deterioro auditivo y visual. Con cierta lógica, el uso de audífono disminuía la sensación de soledad en prersonas con problemas de oído.
La influencia de la renta
Los trastornos de ansiedad, depresión, etc. también estaban fuertemente ligados a la deprivación social. Puntuar alto en la escala de neuroticismo (percepción sesgada hacia acontecimientos negativos) se asociaba con 3,7 veces más probabilidades de sentirse solo y 1,4 veces más riesgo de no tener apoyo social.
Como no puede ser de otra manera, las oportunidades de interacción social tenían relación directa con estos conceptos. Más revelador en el ámbito de los factores externos y sociales, sin embargo, es el hecho de que percibir una renta media alta se correspondía con una reducción del 33,5% de la sensación de soledad.
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"Hasta donde sabemos, este es el primer estudio que identifica explícitamente posibles lazos entre aislamiento social y una gama exhaustiva de la mayoría de factores de riesgo de demencia relacionada con el alzhéimer", indican los autores, "que hemos demostrado usando datos de dos cohortes nacionalmente representativas de adultos mayores en dos países distintos".
Los investigadores, que han publicado sus hallazos en la revista de acceso abierto PLOS ONE, señalan que, frente a factores de riesgo que son innatos –como la mutación ApoE4–, el aislamiento social es, en teoría, fácil de intervenir. Y recuerdan hasta el 40% de los casos de alzhéimer se deben a factores modificables.
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No obstante, la situacion vivida en casi todo el mundo en los últimos años, producto de la pandemia por la Covid-19, urge a abordar rápidamente este problema. Todavía es pronto para medir las consecuencias de los confinamientos en el deterioro cognitivo de las personas mayores, pero no hay tiempo que perder.