Prevenir, retrasar y mejorar el tratamiento de la enfermedad de Alzheimer es uno de los principales objetivos de salud pública a nivel mundial. En países desarrollados como España, donde la gran esperanza de vida acarrea consigo un aumento de estas enfermedades crónicas, resulta especialmente importante para garantizar más años de calidad de vida y autonomía para los pacientes.
Tanto la dieta como el ejercicio pueden proteger al cerebro, pero los estudios buscan formas de prevención más específicas. Y precisamente un reciente estudio publicado en The Journal of Physiology señala una manera de retrasar la aparición de los síntomas del Alzheimer aunque el largo proceso neurodegenerativo haya comenzado. Bastarían tan solo seis minutos de ejercicio diario.
Según este trabajo, la clave estaría en realizar una sesión corta pero de alta intensidad. En este caso, la práctica del ciclismo de esta manera habría demostrado aumentar la producción de una proteína especializada que es esencial en la formación del cerebro, el aprendizaje y la memoria. También lo protege frente al deterioro cognitivo asociado a la edad.
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Esta proteína es el factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF por sus siglas en inglés), que promueve la neuroplasticidad (la capacidad del cerebro para formar nuevas conexiones y vías) y la supervivencia de las neuronas.
Ya en estudios previos en animales se habría demostrado que aumentar la disponibilidad de BDNF fomenta la formación y almacenamiento de recuerdos, mejora el aprendizaje y aumenta el rendimiento cognitivo. Todas estas funciones son claves para proteger al cerebro del deterioro.
Como explica Travis Gibbons, investigador de la Universidad de Otago en Nueva Zelanda y autor principal del estudio, "el BDNF se ha mostrado prometedor en modelos animales, pero las intervenciones farmacológicas no han logrado aprovechar su potencial protector cerebral de forma segura en humanos".
Por ese motivo, explica, "se han explorado nuevos enfoques no farmacológicos capaces de preservar la capacidad del cerebro humano para aumentar de forma natural la producción de BDNF y poder experimentar un envejecimiento saludable".
Así, Gibbons y sus colegas investigaron la posible influencia tanto del ayuno como del ejercicio en la producción de BDNF. Compararon los siguientes factores, tanto de forma aislada como combinados, en un estudio con 12 participantes (seis hombres y seis mujeres) de entre 18 y 56 años de edad.
- Ayuno de 20 horas.
- Ejercicio ligero (ciclismo de baja intensidad durante 90 minutos).
- Ejercicio de alta intensidad (seis minutos de ciclismo tipo HIIT).
- Ayuno combinado con ejercicio.
Según los resultados del estudio, el ejercicio breve pero intenso fue la forma más eficiente de aumentar la cantidad de BDNF en comparación con un día de ayuno con o sin una sesión prolongada de ejercicio ligero. BDNF aumentó entre 4-5 veces más en comparación al ayuno o la actividad ligera pero prolongada.
La causa de estas diferencias aún es desconocida y aún se necesita más investigación para comprender los mecanismos fisiológicos subyacentes. Una de las hipótesis que se barajan es el cambio de sustrato cerebral y el metabolismo de la glucosa, la cual suele ser la principal fuente de combustible cerebral.
Así, cuando se realiza ejercicio intenso, la forma de energía predominante es el lactato y no la glucosa. En este caso, la transición del cerebro desde el consumo de glucosa a lactato iniciaría vías metabólicas que dan lugar a un aumento de la producción de BDNF en sangre.
Por otro lado, el incremento de BDNF también podría deberse al aumento de número de las plaquetas, las cuales almacenan grandes cantidades de este factor. La cantidad de plaquetas aumentó hasta un 20% gracias al ejercicio, pero no lo hizo tanto con el ayuno.