
El director del Museo San Francisco de Medina de Rioseco, Miguel García Marbán, pregona la Semana Santa de Medina de Rioseco
García Marbán apela a hacerse “merecedores” de la Semana Santa de Rioseco, “cuidarla y respetarla” en los “hombros del largo poso de nuestra vida”
El director del Museo de San Francisco plantea un “regreso al tiempo” que constata el “valor de las hermandades, el sentido identitario e inmaterial de la tradición y su continuidad ininterrumpida a lo largo de siglos”.
Más información: Programa de la Semana Santa de Medina de Rioseco 2025: procesiones y recorridos
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El director del Museo San Francisco de Medina de Rioseco, Miguel García Marbán, apeló hoy a la idea de hacerse “merecedores” de la Semana Santa de la Villa de los Almirantes, “cuidarla y respetarla, saber que no es nuestra, que, como nuestros pasos, la llevamos a hombros en el largo poso de nuestra vida, hasta que otros la lleven por nosotros en una ininterrumpida historia de varios siglos”.
Este fue uno de los alegatos lanzados hoy por García Marbán al pronunciar el pregón de la Semana de Pasión 2025, en la Iglesia de Santa María, junto al paso de La Flagelación, del que es cofrade, y cuya lectura dedicó a su padre, fallecido en 2018.
Planteó un “regreso al tiempo”, un “viaje a ese tiempo sin tiempo, a ese tiempo detenido” que, dijo, todas las personas tienen y “guardan con cariño en el corazón, porque recordar es pasar por el corazón, como tantas veces expresó el cardenal monseñor Carlos Amigo”.

El director del Museo San Francisco de Medina de Rioseco, Miguel García Marbán, pregona la Semana Santa de Medina de Rioseco
Por esta razón, se ayudó de la “memoria colectiva” para su pregón. “Creemos que somos dueños de la memoria, pero es ella quien nos posee. Esas postales de nuestra Semana Santa que los riosecanos tenemos guardadas en la memoria como oro en paño y que, de vez en cuando, cuando menos lo pensamos, el pasado nos regala”, narró.
Tras hacer un relato por su infancia durante la Semana Santa, hizo una mención a la película ‘Blade Runner’ y la famosa frase ‘Yo he visto cosas que vosotros no creeríais’. Y mencionó el codo de Nicodemo “casi rozar el dintel de la puerta” de la capilla de los Pasos Grandes al son de La Lágrima; al ‘Ceomico’ llegar al Arco de Ajújar con ese “escalofrío que te recorre todo el cuerpo al oír el tafetán romper el silencio de la noche”.
También al Longinos recorrer “a la carrera” la calle Mediana, “sin tiempo al aliento a la voz de a por las alubias”, con el “martilleo de horquillas contra el suelo en ese segundero eterno que marca el tiempo de nuestras procesiones”.
“He visto a La Flagelación, como hace siglos, pasar por delante de la que fuera su ermita de la Vera Cruz. He visto la misma procesión de antaño, como la vio Miguel de Unamuno con aquel ‘pasan los pasos y los llevan los mozos’”, comentó.
“Imperceptibles” detalles
Y es que García Marbán destacó que la Semana Santa riosecana “convive lo más grande, lo más universal, aquello que puede ser compartido y contado, junto a lo más pequeño, lo más entrañable, lo más íntimo e interior, lo que descansa en los casi imperceptibles detalles, que siempre son los que hacen grande la vida, quizás porque son los más humanos”.
Detalles, enumeró, como el “valor de las hermandades, el sentido identitario e inmaterial de la tradición, su continuidad ininterrumpida a lo largo de siglos, la mejor y más completa escultura procesional del Barroco, la transmisión de la fe, las centenarias procesiones, la calle Mayor con sus viejos soportales, las iglesias catedralicias con sus deslumbrantes retablos, que se dan la mano y conviven con el padre que coloca el pañuelo a su hijo".

Acto previo al pregón de la Semana Santa de Medina de Rioseco
"El sentido abrazo al mayordomo, el olor de la cera, el beso a la medalla al acabar de vestirte la túnica, la secreta plegaria en el oído a rezar, el sabor de un bollo de aceite, la madre que observa al más pequeño de la casa sacar el paso donde tantas veces lo hizo su padre, los hermanos juntos bajo el tablero, las lágrimas por los que no están, el abuelo que ve pasar quizás su última procesión”, recordó.
El pregonero hizo una comparativa y señaló que “si el alma de un escritor está en sus novelas; el de un músico en sus composiciones; el de un pintor, en sus cuadros o el de un escultor, en sus tallas, el alma de la Semana Santa riosecana está en cada una de sus miles de historias, historias de vida, de unas determinadas vidas, las de los riosecanos, guardadas en la memoria de las familias como su más preciado tesoro”.
“Sin los riosecanos no existiría esta Semana Santa tan especial, porque está hecha de nosotros. En cada una de esas historias reconocemos con emoción el rostro de nuestras vidas, una emotiva e invisible red de complicidades”, manifestó García Marbán, quien definió la Semana Santa de la Villa de los Almirantes como un “libro reescrito miles de veces con un sinfín de historias tristes, alegres, cercanas, dolorosas, sorprendentes, increíbles, emocionantes, asombrosas, las mismas que tiene la vida”.
El afecto
Destacó que abuelos, padres, hijos, hermanos, nietos y amigos hacen que esta Semana Santa “sea la llamada de unos afectos, de aquello que afecta, conmueve e impresiona; aquello que conmueve es llegar a saber que, después de varios siglos, los miles de nombres y apellidos de los cofrades de todas las hermandades".
"Es más, los de todos los riosecanos, se encuentran grabados con emotiva tinta invisible en los bellos rostros de cristos y vírgenes, en los que alguna vez fijaron su mirada para pedir, invocar, clamar, agradecer, reprochar, saludar, rogar, rezar, recordar, implorar, llorar, reír, susurrar, suplicar, en una memoria que guarda el silencio de los tiempos, ese tiempo sin tiempo”, enumeró.
En este sentido, se mostró convencido de que las imágenes de devoción “guardan la memoria de los seres queridos”: “Cada vez que las miramos nos traen el recuerdo de los que ya se fueron, pero dejaron huella indeleble en nuestro corazón, porque estamos hechos de ellos, porque con los años nos convertimos en cementerios, en el cementerio de nuestros difuntos más queridos, porque los llevamos siempre con nosotros, porque les hablamos y ellos nos hablan, porque los muertos nunca nos mienten. Porque ellos están ahí, nos miran, tienen vida en nuestra memoria. Porque su silencio es también nuestro silencio”.
Mantener los rituales
Igualmente, rogó para que no se olviden los “rituales” vinculados a la Semana Santa y sus cofradías, porque “se habrá dejado ir mucho de lo que somos, de ese aroma primigenio que tiene nuestra Semana Santa, de lo original, de lo que fue en origen”.
Entre ellas, recordó la tradición de colocar la túnica como mortaja, el cordón sobre el féretro, la corona de la hermandad en el tanatorio, las largas filas de cofrades con la medalla en el pecho “delante del coche fúnebre tras la vara de la hermandad en un último desfile de gremios”, los emblemas de la cofradía en la sepultura, la misa por el eterno descanso de su alma con la esquela de la cofradía, “el rezo por todos ellos en cada uno de los actos de la hermandad como en las juntas o en las cenas, el paso parando en la casa del hermano difunto”.
Mecánica de la palabra
Otro de los aspectos que subrayó durante su pregón García Marbán fue la “mecánica de la palabra”, que “da sentido a todo”, como son el “tapetán, vara, pardal, desayuno, refresco, cena, cadena, palote, contrapalote, eje, encerrado, tablero, taco, argolla, farol, banderín, desfile de gremios, baile, careta, túnica, cordón, medalla, guantes, oído a rezar; música, maestro; horquillar; a sangría; oído a hombros; la aceituna; la meada del miedo; servir el paso; atentos, hermanos; estáis conformes con vuestros puestos; a tallar el paso”.
“Porque las palabras nos llevan a las cosas y las cosas nos llevan a las personas y su memoria. Porque estas palabras son parte de nuestra particular autobiografía”, defendió.

Lleno para presenciar el pregón de la Semana Santa de Medina de Rioseco
Escuela de vida
Por último, hizo una referencia a que la Semana Santa “tiene que ser una escuela de vida”, no solo como iniciación a través del juego con pasos de juguete, sino como “una tradición que es parte de la vida, también como forma de aprender a cultivar valores como la hermandad, la participación, el entendimiento, la cooperación, la empatía, el esfuerzo o la entrega para llegar a ser mejores y promover un mundo mejor en aquello más cercano y próximo”.
“Si estar con los demás nos hace más humanos, nuestra Semana Santa nos hace más humanos, porque ante todo es estar con los demás. Es nuestro pequeño mundo, un universo de emociones y sentimientos. En ella encontramos el más maravilloso de los refugios”, concluyó García Marbán, visiblemente emocionado.