Tenemos que reconocerlo. Hace ya bastante tiempo que los desfiles protagonizados por el mundo foguerer han roto su química con la ciudadanía. Empecemos con esa Entrada del Pregón tan adelantada en fechas, pobremente acompañada musicalmente y estirada en su participación como un acordeón.
Sigamos con la Cabalgata del Ninot, sin duda mucho más nutrida en participación y espectadores, pero a la que se le desgajó el aliciente albergado de una enorme cantidad de bandas y charangas, que llenaban de alegría el discurrir de las comisiones con sus disfraces. En su defecto, se tiene que aguantar una música enlatada, encima por lo general pobremente elegida. Lo ratificamos una vez más el pasado sábado.
Y ojo, hay que subrayar que no se trata de nada nuevo. Ese ‘enlatamiento’ de dicha cabalgata viene de unos quince años atrás. Lo malo de ello es que los jóvenes foguerers, al no tener dicho referente en su memoria, no echan de menos algo que no han vivido, y que se eliminó por mero ahorro económico.
Por fortuna, en su cercanía con la plantà, esta tarde la Entrada de Bandas mantendrá cierta temperatura festera, lastrada, tal y como sucederá con las dos jornadas de la Ofrenda, por el adelanto de su inicio a las 18,30 horas de la tarde. Sin duda, se van a dar de bofetadas los potenciales espectadores -supongo que sombrilla en mano- para arrasar y no quedarse sin su asiento respectivo.
Bromas aparte, hace ya dos décadas que nuestros principales desfiles perdieron buena parte de su característica alegría. Es cierto que la indumentaria era más pobre y en ocasiones se encontraban algo desorganizados -habría que evocar por el contrario las distancias actuales marcadas entre comisión y comisión-. Pero, con todo, transmitían un júbilo que el espectador asumía como propio e incluso compartía.
Este espíritu ha menguado por varias razones. La primera, no saber en ocasiones elegir pasodobles que la transmitan. Hay piezas festeras magníficas para un concierto, pero en la calle no enganchan al público. De la desigual calidad de las agrupaciones musicales no cabe señalar nada, ya antes y ahora existía similar desequilibrio. Incluso creo que actualmente esta faceta ha mejorado tímidamente.
Sin embargo, algo ha cambiado, y mucho, en la actitud del foguerer. Se transmite una notable seriedad. Una ausencia de alegría compartida, heredada -una vez más- de ecos valencianos. No se trata de cometer excesos y apelar a la chabacanería, pero sí de recuperar esa sensación festera que, lo he podido comprobar cuando se ha alentado, agradece el espectador al percibir esa chispa.
Por ello, hoy por hoy, el único oasis de desbordante alegría que brindan las Hogueras de Alicante, se concentra en el desfile más pequeño, el de menos extensión, el más libre, y el que menos participación tiene; la Entrega de Premios.
A pesar de que se le quiso ahogar con esa música grabada supuestamente para ayudar a las comisiones sin banda de música -que debería ser obligada-, permite exteriorizar ese vitalismo tan menguado en muchas facetas de les fogueres. Ver como alicantinos y visitantes se contagian con un estallido musical, esta vez sin contemplaciones, sin estar sometidos a jurados ni premios.
Vayan a la calle Rafael Altamira la mañana del 22 de junio. En esa calle, sin sutilezas, aunque con rotundidad, vivirán el oasis festero más percutante de queridas fiestas. No se lo pierdan.
¡Y la Festa llegó ya! ¡Felices Fogueres 2023!