El pregón de fiestas de 1992 fue poco a poco envolviéndose en la lluvia. Cuando el dibujante Peridis tocaba como pregonero una trompetilla a la antigua usanza desde el balcón del ayuntamiento, la tarde noche del 20 de junio se fue ensombreciendo, hasta el punto que a duras penas se sacó adelante una Cabalgata del Ninot anegada por las aguas.
Aquella noche de plantà estuvo dominada por un chaparrón que no cesaba. Algo que oscureció por unas horas el debut de una generación de artistas que tanto tendrían -y algunos aún tienen- que decir en el futuro. Una generación que irrumpió en les Fogueres de aquel año casi sin conciencia de serlo, hasta el punto de erigirse como un auténtico revulsivo para la estética de aquel tiempo.
La mañana del 21 de junio, con una lluvia apenas alejada, aparecía en la plaza de les Palmeretes la foguera de Carolinas Bajas, que suponía el debut del joven José Manuel García Esquiva “Pachi”. Forjado en el taller del valenciano Alberto Rajadell, y después de un aprendizaje con el escultor Pepe Gutiérrez, desde el primer momento destacó por la implantación de remates escultóricos dotados de originalidad, caricatura y dinamismo.
Muy cerca de allí, en el distrito de Doctor Bergéz-Carolinas, Javier Gómez Morollón -que desde 1986 había iniciado una larga y triunfal carrera realizando fogueres infantils- ofrecía una magnífica foguera, a la que su esbelta concepción figurativa se unía su preciso diseño de caricatura y elegante pintura. Treinta y un años después sigue siendo la mejor obra jamás plantada en dicha demarcación, y el busto de su cuerpo central se convertiría en todo un icono.
Finalmente, en la comisión de Sèneca-Autobusos logramos convencer a José Iborra Barbancho “Waldo” para que debutara con nosotros, ofreciendo una foguera innovadora que contaba incluso incorporado un escenario integrado para realizar actuaciones. Con un aprendizaje previo en el taller de Pedro Soriano, “Waldo” ha sido -me atrevería a afirmarlo- el artista más innovador del arte efímero valenciano. Su atrevida integración de materiales naturales y su imaginativa dotación escultórica no ha tenido jamás parangón.
Fue una puesta de largo de éxito colectivo y de refuerzo plástico para nuestra celebración, que aquel año habían estado presentes en la Expo de Sevilla 92. “Pachi” triunfó en segunda categoría, Gómez Morollón en tercera, y “Waldo” se conformaba con un cuarto lugar en la citada segunda sección.
El destino marcaba una continuidad -alterada en el paso del tiempo- para los dos primeros. Hoy día Gómez es el único artista alicantino que compite en categoría especial. José Manuel García tiene la realización de arte efímero en lugar secundario, optando por la plasmación de ambiciosas escenografías. Mientras tanto, Iborra ofreció hasta 1998 una breve pero sustanciosa andadura, donde dejó la estela de una personalidad irrepetible.
Ese mismo año debutaban de manera tímida otros dos artistas. El primero de ellos, Francisco Vázquez Sirvent, plantaba una foguera de reducido presupuesto y considerables y prometedoras proporciones en Carrer de Sant Vicent. Por su parte Francisco Ramón y Rubio lo hacía también con modestia en Puente-Villavieja. A Vázquez le faltarían pocos años para empezar a pisar fuerte en la profesión. Por su parte, el segundo nunca marcó continuidad en la tarea.
Fueron los noventa un tiempo de efervescencia artística. Quizá la década donde emergieron más jóvenes valores que renovaron la estética foguerera en el postsorianismo. Volveremos en el futuro con ellos.