Federico Martín Bahamontes. El Águila de Toledo. El hombre que hizo palpitar con ilusión desatada los corazones de España cuando, en 1959, ganó el Tour de Francia. Uno de los mejores escaladores de todos los tiempos, imbatible en el ciclismo de montaña; un español que le robó el título a franceses, belgas e italianos. Fue Rey de la Montaña seis veces entre 1954 y 1964, ganó la Vuelta en 1954 y 1958 y se mantuvo durante una década como uno de los más constantes y resistentes competidores internacionales sobre dos ruedas.
El toledano vivió hasta los 95 años rodeado de familiares y amigos. Murió en agosto de 2023, aquejado de una osteoporosis. Sus ilustres piernas caminaron sus últimos días en Villanueva de San Mancio, en Valladolid. Allí, afincado en La Posada del Canal, estuvo acompañado de un cuidador y de su hija adoptiva, Victoria 'Vicky' Sahagún, asimismo regente de este reposado hotel rural de 5 estrellas, parte de las Posadas Reales de Castilla y León.
Su legado habría sido sólido e imperturbable de no ser porque, vericuetos del destino, tras su muerte, Vicky, a quien Bahamontes había adoptado como hija cuando él tenía 91 años y ella 45, y las dos hijas biológicas del deportista, María Angélica y María Victoria, se lanzaron a una encarnizada batalla con motivo del testamento de Bahamontes. Vicky fue declarada heredera universal de todo el patrimonio del ciclista, mientras que sus dos hijas se quedaban sin nada.
"Mujeriego y caprichoso"
Corrían los años 50 y 60, época franquista, y las historias de líos de faldas eran la carnaza mediática de cada día. Formaban parte de la cultura popular. Federico Martín Bahamontes no estuvo exento de las cacerías de paparazzis ni de las crónicas de la prensa rosa, aunque siempre trató de mantener un perfil bajo. Su atractivo personal y su actitud hacia las mujeres no pasó desapercibida, aunque en mucha menor medida que otras figuras que copaban los tabloides, como toreros, aristócratas y estrellas del mundo del cine.
A pesar de que siempre fue un hombre discreto en su vida personal y un deportista de élite centrado en el trabajo, algunos de quienes lo conocieron y lo trataron personalmente lo definen hoy como un hombre "mujeriego" y "caprichoso" que tuvo "más de un lío de faldas", lo que "no resta valor a su legado deportivo". Aunque estuvo casado con Fermina Aguilar desde 1956 hasta 2018, fecha en la que ella falleció a los 91 años, se le conocen relaciones extramatrimoniales. De hecho, sus dos hijas biológicas son resultado de uno de esos vínculos íntimos fuera del hogar.
"Se conoce que no tuvo hijos con su única esposa, pero sí dos hijas fuera del matrimonio que reconoció y que Fermina aceptó a regañadientes", asegura una persona muy vinculada a Bahamontes que accede a ser entrevistada por EL ESPAÑOL a condición de no revelar su identidad. Esta fuente también confirma que tenía una tercera hija, no biológica y adoptada, Vicky. "Al parecer, vivió con ella en Valladolid", explica, en referencia a los últimos años que pasó cerca de Victoria Sahagún. Tras reiterados intentos por parte de este diario de contactar con ella, ha declinado ofrecer su testimonio.
"Bahamontes era muy mujeriego y caprichoso", continúa la fuente. "En la vuelta ciclista a Toledo, lo prioritario para él era cubrir desahogadamente el presupuesto y que las azafatas fueran guapas y de su agrado. En cierta ocasión, en Quintanar de la Orden y en una cena con la prensa, decidió no comenzar hasta que no llegara una joven azafata con la que se había emperrado".
También tenía "fama de agarrado", señala esta persona. "De hecho, en la citada Vuelta a Toledo, había veces que amenazaba a los periodistas con no pagarles la habitación del hostal, que no hotel, si no le gustaban los comentarios. Pero, con todo, se dejaba querer por su carácter campechano y bonachón. En Toledo la gente lo apreció y fue un ídolo para la mayoría". Lo cortés, en fin, no quita lo valiente.
El testamento envenenado
Bahamontes firmó siete testamentos a lo largo de su vida. El último, en abril de 2022, donde declaraba a su hija adoptiva, de casi 50 años, heredera universal. Se desconoce el patrimonio total con el que contaba el ciclista, pero este incluía, al menos, un par de plazas de garaje, un cuadro que le firmó Dalí y los ingresos que percibió por la tienda donde vendió bicicletas desde que dejó el ciclismo profesional, y que estaba ubicada en el centro histórico de Toledo. Hoy, paradójicamente, es un bazar chino.
Para 2022, Bahamontes ya se encontraba en un evidente estado de desmejoría física y psicológica. Según los partes médicos, señala el mismo medio, el deterioro cognitivo del ciclista era evidente, e incluso había tenido algunos episodios de delirio. Fue en ese estado cuando, presuntamente, firmó el mentado testamento. En ese contexto, señala Relevo, se oficializó la adopción, así como los documentos que dejaban fuera de la herencia a sus dos hijas biológicas.
"Teniendo en cuenta que de gastos nunca fue, cabe pensar que dejó un testamento cuanto menos curioso". Según adelantó en exclusiva el diario Relevo, las hermanas María Angélica y María Victoria Martín Juez, hijas del mundialista, se enteraron de que Vicky se iba a quedar con el patrimonio durante una visita a un hospital de Valladolid y que ellas iban a dejar de ser herederas. Entonces, tras la muerte del ciclista, iniciaron una batalla legal que hoy se dirime en un tribunal civil, ya que las hermanas argumentan que la adopción no es legal, ya que nunca se ratificó ni existen documentos más allá de un ofrecimiento de adopción".
"Tengo una relación paterno filial con la adoptanda, que data del año 1996 hasta la actualidad", se lee en dicho documento. Y es que todo apunta a que Bahamontes conoció a Victoria Sahagún en 1996, cuando esta era azafata de la Peña Bahamontes.
"Hazte la maleta y ven"
Bahamontes siempre vivió en Toledo, pero en 2020, en plena pandemia, se fue a Villanueva de San Mancio para residir en el hotel rural que Vicky y su madre regentaban. "Cuando iban a cerrar la ciudad por la pandemia, le dije: 'Hazte la maleta y vente al pueblo'", explicaba Victoria en un entrevista conjunta en El Norte de Castilla. Allí, junto a ella, pasó sus tres últimos años. Numerosos acérrimos el ciclismo peregrinaron hasta la zona para saludarlo.
"Desayuna, sale al jardín, riega las plantas y poda los rosales. Con eso se entretiene", explicaba Victoria en dicho encuentro ante las cámaras. "Sobre las 13:30, hacemos el aperitivo, luego a comer y a ver el Tour. Y ya está. En invierno está en la chimenea, con sus películas; damos un paseo por el pueblo porque le gustan mucho los animales y habla mucho con un vecino, Santiago, que tiene varios. Él es un campeón y morirá siendo un campeón. Le ha gustado tanto estar aquí que no quiere volver a Toledo más que de visita".
Tras la muerte de Bahamontes en agosto de 2023, Victoria quiso dejar su sello en la lápida del deportista. La joven le dedicó unas últimas palabras inscribiendo en su tumba la siguiente frase: "Siempre estaré donde tú estés. Victoria S. M.". No hay rastro de menciones de sus otras dos hijas.
Federico Martín Bahamontes fue, en definitiva, un hombre de contrastes, una figura inolvidable que mezcló la grandeza deportiva con las complejidades humanas. Sin embargo, detrás del 'Águila de Toledo' habitaba un ser humano con virtudes y defectos, un hombre tan apasionado en la vida como en las carreteras. Sus últimos años, marcados por un entorno apacible en Valladolid y un polémico testamento, reflejan una vida llena de luces y sombras. Aun así, su legado permanece eterno, inmortalizado en los recuerdos de quienes vibraron con sus hazañas.