Las 7 horas de negociación con el abuelo de Granada tras matar a sus nietos: "Voy a llevarlos al colegio"
La Unidad Especial de Intervención de la Guardia Civil advirtió varios momentos esperanzadores sin saber que los menores yacían sin vida.
22 mayo, 2024 02:18La tragedia comenzó con una discusión familiar muy similar a otras que habían tenido semanas atrás. Antonio, el padre de los dos menores asesinados en Huétor Tájar por su abuelo, tuvo que huir de la casa a toda velocidad cuando su suegro echó mano a una escopeta de caza: "Te marchas sin los niños", le dijo. Era domingo de feria de San Isidro en una localidad de 10.000 habitantes con ambiente festivo.
Por eso nadie nunca pudo imaginar que sus palabras fueron un presagio del horror. En el pueblo, ubicado a 40 kilómetros de Granada, la mayoría de los residentes lo tachan como un hecho "impensable" o "inimaginable". Otros, sin embargo, afirman a EL ESPAÑOL que se esperaban una locura: "Nunca pensamos que podría hacer algo así. Pero que algo muy grave iba a hacer lo sabíamos todos", dice una de sus vecinas.
Pepe 'El Naveros' como era conocido José en Huétor Tájar, se encerró con sus nietos en la primera planta de la vivienda unifamiliar que construyó para compartir con su mujer, su hija y su yerno. Lo hizo con un pensamiento que consumía su conciencia: el accidente de tráfico que tuvo el 19 de marzo y que acabó con la vida de las dos mujeres: Fina, su esposa, y María José, su hija. El coche, que conducía él mismo, chocó contra un muro en un túnel. "Las he matado yo", gritó, entonces.
Desde aquel momento, dicen sus amigos, nunca volvería a ser el mismo. "No se recuperó mentalmente del accidente de tráfico. Le veíamos bajar al cementerio en bicicleta, casi todos los días, y se ponía muy afectado delante de la sepultura de su mujer [Fina] y de su hija [María José]. Ya no se relacionaba con nosotros y caminaba por aquí cabizbajo", dicen, justo después de recordar momentos de la infancia.
Siete horas, tres muertos
Poco después del encierro con los dos menores, un equipo de élite de la Guardia Civil recibía el aviso en la comandancia de Valdemoro (Madrid). La Unidad Especial de Intervención (UEI) es un equipo preparado para operaciones especiales de todo tipo. Entre ellas, negociaciones con rehenes. En apenas unas horas, tras cruzar la península por el aire a toda velocidad, los agentes llegaron a Granada.
Cuando alcanzaron el piso de la calle Alfredo Nobel, el equipo negociador no escuchó ningún disparo procedente del interior de la casa. Durante la madrugada sólo dos tiros habían salido de su interior. El primero, al principio de la noche, sucedió cuando el padre tuvo que escapar sin poder llevarse a sus hijos: Pepe lanzó uno al aire desde el balcón. El segundo, en el interior del apartamento.
"Lo primero que nos dijeron cuando comenzó el dispositivo es que no nos asomásemos a la zona donde estaba el balcón del piso porque el abuelo podía salir y disparar a la calle", relata un miembro de Protección Civil de Huétor Tájar presente durante el operativo policial. Antonio, el padre de Pablo y Guillermo, fue quien dió el avisó a las autoridades y tampoco se despegó en toda la madrugada del dispositivo.
Aunque la Guardia Civil no escuchaba a los niños, el progenitor describió a los negociadores la disposición de la vivienda y les señaló que no creía que el abuelo fuera capaz de asesinar a los nietos."La movida va conmigo. La bronca es conmigo", le dijo a la Guardia Civil. Sus explicaciones les hacían albergar alguna esperanza de rescatar con vida a los menores. "No se les escuchará porque estarán en las habitaciones, al fondo del apartamento", tal y como aseguraba Antonio.
Toda esperanza resultaba en vano, aunque, ni el grupo de élite de la Benemérita, ni el padre, ni el vecindario de este pueblo de Granada, podían saberlo. Ya era tarde al entablar diálogo con el secuestrador, porque, para entonces, y tal como adelantaba este medio ayer, al menos uno de los niños ya había sido asesinado.
Los agentes conversaron durante horas con Pepe 'El Naveros'. Trataron de calmarle aplicando las técnicas de negociación habituales. Entrenados a la perfección en esta especialidad, le incitaron a que dejara el arma, a que se entregase y a que permitiera salir a los menores de la vivienda. Según relatan a EL ESPAÑOL fuentes presenciales en el interrogatorio, al alba percibieron cómo el hombre se calmaba. Incluso advirtieron un momento esperanzador, que fue el que escogieron para entrar en el apartamento.
El jubilado le dijo a la Guardia Civil que no podía seguir hablando porque tenía que preparar a los nietos. Sus últimas palabras, con tono de abatimiento, fueron: "Voy a preparar las cosas para llevar a los niños al colegio". La Guardia Civil irrumpió, el abuelo se quitó la vida de un disparo con la escopeta de calibre 16. Los agentes registraron la casa y la tragedia quedó finalmente consumada: los dos menores habían sido asesinados.
En una de las habitaciones estaba el cuerpo sin vida de uno de los niños, muerto de un disparo. Los integrantes de la UEI comprobaron que estaba rodeado de sangre, ya seca, pues habían pasado muchas horas desde su asesinato. La autopsia confirmará que el abuelo lo mató al principio del secuestro. El otro niño yacía también sin vida. El abuelo le había asfixiado antes de que la Guardia Civil pudiera irrumpir en el piso. La negociación en ningún momento evitó ni habría logrado evitar esta tragedia.
Desde la Asociación Española de Guardias Civiles (AEGC) defienden la labor de los negociadores: "Sabían en todo momento lo que tenían que hacer. Haciendo memoria no recuerdo recientemente ningún hecho similar. Siempre calibran bien y son muy efectivos. La mayoría de estas situaciones consiguen resolverlas".
Antonio, el único superviviente
Huétor Tájar dormía ayer envuelto en el luto. Muchos vecinos se acordaban del único superviviente, Antonio, quien hace dos meses perdió a su esposa, poco después a su madre y ahora también a sus hijos. En estos momentos permanece todavía ingresado en el Hospital de Granada tras el ataque de pánico que sufrió.
"Estuvo presente toda la noche. Cuando vió lo que sucedió, fue contra un Guardia Civil y le dijo: 'Mátenme'", asegura un vecino de la localidad granadina. En el Instituto Americo Castro, donde Antonio trabajaba y Pablo, el mayor de los menores, estudiaba, hoy sólo resonaba el silencio. Nadie quiere hablar de lo sucedido. "Nos lo podemos creer, la verdad. Queremos darle toda la fuerza posible", dice alguien del centro, que prefiere mantenerse en el anonimato.
Los que conocen a Antonio en el pueblo lo definen como "un hombre prudente", "excelente en el trato personal" y un "buen" administrativo en el instituto público, antes mencionado, en el que trabajaba. "Era una familia que estaba muy involucrada con el deporte: sus hijos han practicado natación, fútbol, tenis o balonmano", resalta con cariño otro miembro del CD Espárrago Huétor Tájar que trabaja con la cantera del club.
"Me acuerdo que antes de que María José muriese en el accidente de tráfico, les solía ver a los cuatro montando en bicicleta, con sus cascos y sus protecciones, dando un paseo: la madre, su marido, Antonio, y sus dos hijos, Pablo y Guillermo. Daba gusto verlos. Eran una familia muy estable, correcta y con futuro. Esto no debería de haber terminado así para Antonio después de la desgracia que había sufrido hace solo dos meses", concluye.
En la localidad echarán en falta la calidad humana de Pablo: "Era un niño cariñoso y se dejaba querer. Tenía toda la vida por delante", dicen. Y también la de su hermano Guillermo, alumno en el Colegio de San Isidro Labrador. Desde el lunes hay muchas personas que prefieren no hablar. Otras, lo hacen visiblemente tristes: "Pepe era un buen hombre. Vivían todos juntos, en la misma casa, siempre fueron muy felices. Es la mayor tragedia que hemos visto y que jamás veremos".